MultiDiálogos

EN LOS OJOS DEL NIÑO
(páginas 175 - 178)

 

Pepita Turina

PTurina.—EN LOS OJOS DEL NIÑO se refleja el asombro de “la primera vez”; el verdadero asombro, el de lo nunca antes visto, lo nunca antes sabido, la auténtica espontaneidad de lo “sin antes”. En el cerebro del niño la mirada aprisiona una realidad infantil.

WilliamJames.—Mientras una parte de lo que percibimos llega a través de los sentidos, del objeto que tenemos delante, otra parte (que puede ser mayor) procede siempre de nuestra mente.

PTurina.—El niño no cierra los ojos para representarse mentalmente la imagen; los abre más siendo iluso y alucinado. Cree en los encantamientos. Considera real lo que no es. “Mira —dice—. Mira —repite (atisbando una rotura del empapelado de la pared)—, allí una cabrita está saltando”. “Las estrellas son los clavitos que sujetan el cielo” —afirma. ¿Qué es? —pregunta mil veces—. Y cuando el adulto no quiere o no sabe responder, cuando insiste en engañarlo le hace ver lo que no es, mientras el pequeño aprende lo equivocado con sus ojos ingenuos y desconocedores. Los ojos de los niños tienen la imperfección de lo que todavía está en período de crecimiento. En esa imperfección falta la mirada intensa, faltan las variantes ópticas de acomodación.

EstelaGonzález.—Niño y rueda / que ruedan por la vereda, / redondo asombró de ojos, / raíz del alma... ¡ Pupilas que miran todo, / pupilas que no ven nada. / Niño y rueda / que ruedan por la vereda, / rueda que salta la charca, / la charca, / ojito del suelo. / redondo asombro de ojos, / la charca le muestra él cielo. ¡ Redondo asombro de ojos, / el mundo está descubriendo.

PTurina.—Los ojos nuevos del niño ven sin desgaste lo que miran. Hasta lo más pequeño atrae su atención: corolas de minúsculas flores con su rocío y sus “bichos”. Mira embelesado las chinitas, las lagartijas, lo que bulle. Mira más lo que se mueve. Y como la mirada atrae lo distante (el firmamento con sus estrellas, los paisajes), los niños pequeños desde que ven cosas estiran sus brazos para alcanzarlas. Como es ajeno a la perspectiva, como no tiene apreciación de las distancias, ve desde la ventana de su casa algo que le interesa y que está en la vereda de enfrente y estira su brazo para cogerlo. Está seguro que lo cogerá o si no, que sus padres se lo alcanzarán. ¡Y si fuera sólo lo de la vereda de enfrente! Estira sus brazos para coger un avión que pasa, la luna y el cerro distantes. Las sensaciones ópticas de lo intangible no entran en su comprensión.

HoracioAmenábar.—Los ojos “comen” más que el estómago.

PTurina.—Los ojos codiciosos del niño “comen” todo lo que se exhibe en una mesa abundantemente preparada. Y después de cuatro pasteles “no puede más”. Engañan los ojos ávidos.

OskarDavitcho.—Y Dios mira desde lo alto del armario / lo que hacemos / bajo los cobertores.

PTurina.—Convencemos a los niños de que Dios todo lo ve. Y ellos se sienten mirados, muchas veces medrosos. Buscamos así una vigilancia más poderosa que la nuestra, para que cuide en las horas que no estamos presentes. Pedimos que el Angel de la Guarda cuide a nuestros hijos, y que Dios “vea todo” lo que hacen, para afirmarnos en la seguridad de que nada malo les pasará y que nada malo harán.

AhyazttVerril.—En muchas partes del mundo, sobre todo en el Mediterráneo, los barcos pesqueros ostentan en su proa ojos pintados La gente que navega es casi esclava de la tradición y de la costumbre. Aunque hace mucho tiempo que no creen que los barcos necesitan ojos para ver su ruta en el mar, continúan pintando ojos en las proas.

PTurina.—Ya quisieran los niños navegar en un barco “con ojos”. Ellos estarían seguros de que la ruta es visible por los ojos pintados igual que por los ojos biológicos, y como los antiguos marineros confiados en las figuras mitológicas de sus mascarones de proa, ahuyentarían los malos espíritus del mar.

JohnKordLagemann.—"Ver es creer", dice el adagio. Pero, más aún, ver es vivir. Cuanto más aprendamos a ver intensamente, más activa y llena será nuestra existencia.

PTurina.—El ver es un proceso físico tanto como una experiencia psicológica. El niño necesita ver, quiere ver. La mayor parte de sus estímulos, toda su movilidad la desencadenan sus ojos. Solamente al nacer ciego o enceguecer el niño es inmóvil. Lo más que ingresa en su mente es por vía óptica. Lejos del topo que es de cerebro olfativo, lejos del murciélago que es de cerebro auditivo, el niño como los pájaros capta por sus ojos el panorama del mundo. Es un ave carente de alas físicas, pero con alas mentales.

 

 

 

 

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© Karen P. Müller Turina