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JUGUETES
DE LUJO
(páginas 139 - 145)
Pepita
Turina
PTurina.—JUGUETES
DE LUJO, adquirirlos cuando predomina la seguridad
de que no ha de lamentarse su inutilidad o su destrozo,
de que no se privará a los pequeños de sus reacciones
naturales, no está mal, pues también los juguetes
costosos pueden tener un alto valor experimental,
ya que los niños no son enemigos de ellos. Tampoco
los rechazan: solamente que no los cuidan más y mejor
que cualquier cosa. Al costar mucho dinero el juguete
entra en el capítulo de la vanidad, o en el del comercio,
o en el del ingenio: no en el del juego. El niño valoriza
y gusta de los objetos no por lo que ellos son en
sí: más, mucho más por lo que representan para su
imaginación y sus posibles habilidades y cómo le pueden
prestar ayuda en la creación del juego. El decorado
y los objetos no requieren para el niño pequeño autenticidad
representativa, ya que el niño que quiere representarse
un diamante, no busca un vidrio que se le parezcas
ni una forma que se le aproxime: él es capaz
de substituir un diamante por un pedazo de cartón
y una moneda de oro por una hoja de árbol.
GabrielaMistral.—Para
construir, lo mismo le valen piedras que cartón, corcho
que cañas rotas. No es que no sepa escoger; bien lo
sabe; es que él quiere construir a toda costa, de
cualquier laya. El niño acaba el día como si hubiera
cosechado 50 aventuras, y es verdad que las tuvo,
puesto que las arreó y las luchó, sentado en una piedra
o al dormirse.
PTurina.—No
temamos privar de felicidad al niño, no dándole juguetes
preconcebidos o adquiridos en la mejor tienda de lujo.
¿Qué el niño se detiene ante los escaparates y “sufre”
por no poder adquirir el tren eléctrico o la muñeca
elegante que allí se exhiben? Por su afán de posesión
de todo puede detenerse, de la misma manera y sufrir
frente a la vitrina de la Compañía de Teléfonos, deseando
un teléfono auténtico; de igual modo puede sufrir
en la casa deseando la máquina de escribir del padre,
la batería de cocina, la loza, las joyas de la madre,
las lámparas y tantos objetos que no consideramos
apropiados.
FlorenceCane.—No
debe entregarse a los niños ni modelos que imitar
ni cosas hechas para que se diviertan o jueguen con
ellas. Hay que premunirlos de elementos, de ingredientes
que propicien y estimulen la creación.
PTurina.—Es
inútil comprarle a una niña de pocos años una muñeca
de alto costo si ha de mantenerse estática con ella
o mirarla desde lejos, Se oye, más de una vez, que
se le dice a una niño: “esa muñeca que te compré te
la daré sólo los domingos, media hora y en mi presencia,
porque si no, durará un día”. Se sabe de madres que
les compran preciosas muñecas a sus hijas para sentarlos
como “adorno” en la camita de ella, y mostrárselas
a las visitas. Lo que la niña desea es “vivir” con
su muñeca; vestirla, desvestirla, aunque le destroce
el vestido; peinarla, aunque le arranque el pelo;
pellizcarla, aunque le saque los ojos. Una niña de
tres años prefirió a muchos juguetes el retrato de
un joven, a quien llamaban Panchito, y que a ella
le atraía más que nada por el nombre, que le era agradable
al oírlo y de fácil pronunciación. Dejaba botada la
mejor muñeca por coger la cartulina y trajinar con
ella apretada contra su corazón, repitiendo que ese
era “su” Panchito. Los niños tienen preferencias así,
por lo que no tiene al parecer nada especial y no
forma parte de los artículos de juguetería.
VictoriaOcampo.—Los
niños y los enamorados tienen de común atribuir importancia
a las más insignificantes bagatelas; se interesan
apasionadamente por objetos que carecen de valor y
sentido pura cualquiera otra persona. Entre los muchos
tesoros, notables por la nulidad de su valor intrínseco,
de que estaban atestados los cuartos de mi infancia,
recuerdo varias docenas de piedrecitas de distintas
formas y colores, celosamente escondidas en una vieja
caja de jabón. Después (tenía yo entonces 12 años
y me consideraba por lo tanto una persona mayor),
un tesoro de nueva especie suplantó a los demás. El
tesoro era un rectángulo de cartón (siempre el cartón),
una tarjeta postal que representaba una cabeza de
caballo, en el reverso se deseaba feliz año nuevo
al destinatario. Yo no era el destinatario.
PTurina.—El
juguete es del niño y para el niño. Frente a él sobra
el sentir y razonar con criterio adulto. Alejémonos
de armonizar en los gustos con un ser que se desenvuelve
en otro mundo, en su manera de vivir y necesitar vivir.
Mientras menos hecho esté lo que se entrega a un niño,
más hará y menos deshará. Difícilmente se comprende,
y si se comprende no se tolera, que aquello que costó
caro pueda ser satisfacción de corto tiempo. Pagadores
de juguetes, se quiere asentar la convicción do que
aquello “debe” durar porque costó ‘“buena plata”.
Privémonos de pagar juguetes. si del gasto nos vamos
a quejar. De una amiga sé que su hijo mayor cuando
era chico, tuvo por juguete favorito un corsé de ella
fuera de uso, que el niño enrollaba y desenrollaba,
lavaba, no terminando de examinarlo y de preferirlo
durante un largo período. Es comprobable que el niño
dura más tiempo entretenido con unas hebras de lana,
con un papelito cual quiera, que con un juguete ostentoso.
Los tesoros de los niños son cajas y cajitas con tapa
que puedan tapar y destapar; carretes de hilo con
hilo o sin hilo; llaves y llaveros; trozos de cordel,
de cuero, de trapo, de hule; pequeños ovillos de lana
sobrantes, de tejidos; argollas en deshuso; revistas
viejas que puedan destruir y recortar; libros de recortes
de las mismas revistas, pegados en cartón o cartulina;
lápices de colores; pelotas de papel, preferidas a
las pelotas de goma porque las pueden hacer y deshacer.
Y cien o mil objetos más llamados de “desecho”, que
para ellos son alegría y entretención, formando parte
accesible de sus descubrimientos. La mentalidad del
niño se abre a óptimos conocimientos con muchas cosas
de muy bajo precio o de ningún precio.
JamesMuchener.—Entre
los regalos que he recibido y que me significó algo
mágico, fue el obsequio navideño que una vecina pobre
me hizo: 10 hojas de papel de calco. Cuando
las recibí y no sabía de que se trataba, una tía maestra
de escuela, puso entre dos hojas de papel blanco,
una de papel carbón, y escribió en ella mi nombre.
Esto me subyugó, era un descubrimiento, que con el
lápiz se escribiera en un papel y se reprodujera en
otro.
PTurina.—En
Chile —en San Felipe—. el administrador de un fundo
tenía para sus tres hijos una habitación con veinte
juguetes mecánicos importados, lindos, perfectos (orquestas
en las cuales los ejecutantes tocaban sus instrumentos
y otras maravillas motrices). Con estos juguetes,
comprados por los padres en viajes al extranjero,
los niños jugaron el mínimo y pronto los abandonaron
por aburrimiento. Esos juguetes, exigían un trato
especial, no se les podía maltratar porque, perdían
su perfección, funcionaban mal o quedaban quietos.
Ellos —niños de campo— conocían la dicha de montar
a caballo, de entretenerse con perros, gatos, palomas,
gallinas, pollitos, patitos vivos, que junto con ellos
retozaban en el campo. Cuando llegaban visitas al
fundo, los niños mostraban con sus padres, como se
muestra un estático museo, los juguetes que el ingenio
comercial había dispuesto fabricar. Enseguida iban
en busca de lo natural, lo que no aburre jamas, lo
que despierta amor, interés, variedad, VIDA.
París(AFP).—Los
padres gastan muchas veces elevadas sumas de dinero
para rodear al niño de objetos caros que finalmente,
le apasionan menos que un utensilio de cocina, y en
cambio destruye en ellos la ilusión de los descubrimientos
simples. Todo esto es casi siempre el resultado de
excelentes intenciones y de un real amor al niño.
Y, sin embargo, ¡qué inhábiles son esos padres!
PTurina.—Se
concibe una CASA DE MUÑECAS de 95.000 dólares? Pues,
sí, la hubo. Se vendió en 1968 en ese precio. La vendió,
a los 63 años, la niña para la cual fue hecha. En
1969 la construyó sir Neville Wilkinson, para su hija
Guendolen, de 10 años. Le puso por nombre el Palacio
Tatiana. El padre de esa niña, pintor miniaturista,
demoró años en terminar ese palacio, en pintar él
mismo los retables del oratorio. Los minimuebles fueron
hechos por egregios ebanistas. La sala más lujosamente
decorada: La Capilla, tiene piso y altar de mármol
de Carrara, un Cristo de oro con piedras preciosas
murallas de madera del Líbano enteramente labradas.
techo pintado como la Capilla Sixtina. Pila de agua
bendita de ónix. El órgano es el más pequeño del mundo.
Iluminan la Capilla lámparas de bronce con miniampolletas.
En el comedor, lucen sillas tapizadas de brocato,
murallas con mosaicos. Bronces, plantas enanas y cristalería
completa. Y el baño, la sala del trono, el dormitorio,
la cocina, completan las ocho habitaciones de este
fastuoso palacio. La exhibición de tan increíble casa
de muñecas, durante veinte años, a través de varios
países del mundo, antes de ser vendida. recolectó
300.000 dólares en beneficio de los niños desvalidos.
(Impensado don para o t r o s niños para la cual no
fue hecha). A las casas de muñecas inútiles como juguetes,
se les pueden decir las palabras que su dueña dijo
al venderla: “Pasaba horas y horas mirándolo, imaginándome
una serie de historias y personajes que se podrían
pasear, como enanitos, por ese palacio. Pero no me
atrevía a tocarlo, ni menos mover sus delicados muebles”.
París(AFP).—Hay
que desconfiar de la proyección de nuestros propios
deseos. Todos conocemos la historia del tren eléctrico
ofrecido a un niño pequeño por su padre, el cual soñaba
con poseer uno desde su propia infancia, el qué compra
juegos de construcción a su hijo, que preferiría en
realidad...
PTurina.—Las
dispendiosas casas de muñecas sirven para la curiosidad
de los visitantes de museos, para comprobar la historia
de las inutilidades, para comentarios en revistas
y libros, tal como el de Flora Jill Jacobs, autora
de “A history of doll`s houses”, pero no para que
un niño pueda divertirse con un juguete así.
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