Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

 

Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

LAS VERDADES OCULTAS

Entrevista hablada a la escritora
PEPITA TURINA

"…no tal cual fui, sino tal como soy”.
San Agustín

Juan Antonio Massone: Pepita, Ud. es persona de pensar hondo y de castigadas publicaciones, puesto que es innegable su pasión y obsesión por corregir con ánimo perfeccionista. Paralelamente o además de lo dicho, su ¿Quién soy?” se caracteriza por su tono de sinceridad extrema y no menos ribetes dramáticos. Entiendo que así ha sido su vida. Sin embargo, su nombre desmentiría, en apariencia, lo expuesto por nosotros.

Pepita Turina: Me hubiera gustado tener un nombre intenso, que tuviera tono ante los demás, que no sea un maquillaje sino una revelación. Me hubiera gustado un nombre eslavo para mostrar mi ancestro y que no pueda tener diminutivo, pero a mis padres les fascinaron los nombres españoles. Nos llamaron: Ramona, Petronila, Isabel, Alfonso, Jacinto, en fin, y a mí Pepita, el familiar de los José, Josefas y Josefinas. El diminutivo me disminuye, lo encuentro vulgar y vulgarizado y el original lo encuentro duro. Al olvidar mi nombre me siento yo, más yo. Mi nombre Pepita es como si me llamara Blanca y fuera negra, como si me Ilamara Linda y fuera fea. Este nombre fue puesto en la cuna para una regalona entre diez hermanos, pero yo crecí, estoy creciendo y mi nombre ha quedado pequeño. Es como para una artista de teatro, para un agrado de facilidad en el hablar de los niños, que de inmediato lo aprenden y me llaman. Es un nombre fresco y fácil para la pronunciación infantil, lo terrible es que si pierdo este inadecuado nombre me quedaré sin ninguno, y para no quedarme desnuda, innominada, me nombro con este pequeño nombre.

Siempre hago lo posible por no llamar a nadie empequeñeciendo su nombre y yo hubiera querido tener uno que no pudiera empequeñecerse. Pepita me gusta para la intimidad, pero como escritora no lo soporto. Nomen est ornen (el nombre es destino). Yo no elegí el nombre de mi destino. Los Papas al ser elegidos abandonan sus nombres, el que sus padres les pusieron, y adoptan otro que venga más a sus designios. Tantos escritores y artistas usan seudónimos. No lo dispuse así.

J.A.M.: Así como no pudo escoger su nombre y quizás cuántas otras realidades, porque como dice muy bien: “También somos lo que no queremos ser” qué puede. contar de su formación?

P. Turina: Soy autodidacta por excelencia. Detesté el colegio. Mis estudios alcanzaron hasta el quinto año de humanidades, el tercero medio de hoy. Nunca deseé estudiar más: seguir una carrera, matricularme en un curso de algo. Soy intuitiva y me gusta ser libre en lo que aprendo. Ser clasificada en una clase, responder a horarios fijos, ser interrogada en exámenes. ¡Qué espanto! Todo lo que he aprendido lo he aprendido libremente en horas intempestivas. Jamás aceptaría una beca de estudio, ni la más espectacular, que me obligara a asistir a clases, responder a maestros, ni graduarme de algo. Me formé sola, en ambientes no positivos. En Valdivia me faltaron amigos intelectualmente importantes. No dialogaba con nadie que valiera la pena, tal vez por eso me hice dialogante con todas, esas personas que encontré en las lecturas y no en los sucederes de mi vida. No es que en Valdivia, ni en los lugares donde he vivido o por donde he pasado no hubiese alguien con quien pudiera conversar, sino porque estuve privada de esas oportunidades.

J.A.M.: Al hacer un balance de su existir, a ¿qué conclusiones llegaría?

P. Turina: No me siento fracasada sino irrealizada, de esto hablo en mi libro “MultiDiálogos” (201); Fracasada en el sentido literario solamente hablo en el libro. Fracasada significa hacer algo en lo cual a uno le va mal. Yo no he podido hacer una infinidad de cosas: editar libros, revistas, hacer películas, interpretarlas, de preferencia documentales, tener un equipo fotográfico de primera y hacer tomas fotográficas, enseñar sobre niños, enseñar recitación coral, realizar multiDiálogos hablados.

J.A.M.: A pesar de lo que Ud. cita cómo irrealización no podría negar que su quehacer literario ha tenido siempre, incluso desde sus comienzos, una buena opinión entre los comentaristas de libros.

P. Turina: No son elogiosas todas las críticas. Si se dedica a leerlas todas se dará cuenta que muchas de ellas son negativas. No empecé como una buena escritora. Quería escribir y no sabía hacerlo. En la página 203 de “MultiDiálogos” hablo de esto. Desconocía la amplitud del lenguaje, por lo cual las palabras no me impresionaban en sí. Me sobraba imaginación y soñaba en personajes. A medida que se fue enriqueciendo el lenguaje y el pensamiento, los personajes huyeron, ya no los necesité más. No sólo huyeron para formar argumentos de novelas y cuentos, sino también para buscarlos en mis lecturas preferidas. Leí novelas por kilos. Ahora las leo rara vez y me satisfacen poco. Tienen que ser algo así como “Juego de abalorios” de Hermana Hesse, en que hay reflexiones más que novela, es decir, me gustan las novelas poco novelas. Leer a Borges en sus cuentos me gusta, porque sus personajes tienen poco envoltorio y mucha médula. En cuanto al aprendizaje, jamás me he dicho: “tienes que aprender esto”, no he insistido en esa porfía y he aprendido mucho, demasiado. Me estorba todo lo que sé porque es mucho y sé que ese mucho es nada, y que todo es infinito de aprender. Huyo de los conocimientos premeditados, más todavía de los conocimientos impuestos, por eso no busco al profesor. Me atrae sólo el desarrollo de lo inesperado.

J.A.M.: En lo que va diciendo creemos descubrir valiosas confesiones en pos de una definición de sí misma...

P. Turina: Soy pertinaz, no porfiada. Defiendo razonadamente y no neciamente mis posiciones. La pertinacia es la obstinación o tenacidad en mantener una opinión, una doctrina, o resoluciones adoptadas. Esa es una de las razones por que no podría pertenecer a un partido político. No soporto que me fabriquen ideas y que tenga que actuar y cambiar cómo cambian los dirigentes de partidos, por razones tan ajenas a mis razones. Estoy en la injusticia natural del universo o del planeta en que vivo. Así como un vegetal es gigantesco y otro pequeña hierba, así como entre los animales uno es león y otro hormiga, así como hay organismos invisibles que ni siquiera se alcanzan a ver con el microscopio, estoy en la injusticia natural de ser lo que soy. No nací con el destino de un Igor Stravinsky quien era un mal director de orquesta por quien el público se agolpaba para aplaudirlo. No nací con el destino de una estrella de cine sin ningún talento artístico que merece ganar millones en dinero y conseguir fantásticos éxitos de publicidad.

J.A.M.: Como escritora chilena, tendrá Ud. más de alguna posición entre los demás.

P. Turina: Como escritora soy bastante desconocida. Voy todos los días al encuentro de mis miedos, porque amo la realidad y no la rehuyo. Ningún desorden, ninguna mentira, ninguna evasión me atraen. Voy al encuentro del suceder que es lo único que considero digno de vivir: la intensidad sin embotamiento. No busco el alcohol, el cigarrillo ni las drogas, lo que sea trastorno artificial de mentiras y que alucinan. En la lectura, en el cine, en el teatro, no busco las distracciones sino el conocimiento. Toda mi sensualidad reside en el conocimiento intenso y lúcido, no embotado. Huyo hasta de los tranquilizantes, porque tranquila no soy yo y desaparezco en una química alterada. Las drogas contra el dolor físico o, las que aminoren mi vejez son las que prefiero, no los somníferos ni los tranquilizantes.

J.A.M.: ¿Cómo es su vida cotidiana? ¿Cuál su actitud ante la existencia, cada día que se descubre viviendo?

P. Turina: Todos los días tengo deseos de llorar. ¿Por qué? Por todo, por lo que he hecho y por lo que no pude ni alcanzaré hacer, por lo que no pude ser, por lo que han hecho conmigo, por lo que yo he hecho a los demás, por el alma y por el rostro que tengo, por lo que he escrito y por lo que no he escrito. Por qué el rostro, porque las arrugas de expresión que se me han formado, no son las que normalmente hubiera tenido. Los surcos marcados son las desviadas señales de un gesticular alterado por las formas, en que mi faz se adapta a los inconvenientes de un estatismo y de una amarra de nervios que me ligan la lengua con el párpado derecho, por lo que mi gesto y mis palabras realizan un esfuerzo falso que, formando parte de mi alimento y mi entrega de palabras dichas, han hecho de mi boca, de mis ojos y de mi frente, un mapa que no refleja mi geografía interior.

J. A.M.: En el camino literario de los escritores siempre existen aquellos oráculos bien intencionados y también esos otros que suponen conocimiento de lo que jamás serán. Empero no callan sus decires ni sus juicios curiosos o descabellados.

P. Turina: En Valdivia un periodista joven que quería ser escritor y que no lo fue, pero que después llegó a ser senador de la República, me dijo: “Ud. no puede ser buena escritora porque no se emborracha, ni trasnocha”. Estas deficiencias mías continúan y son más acentuadas. Algunos creen que basta beber y trasnochar para tener talento.

He aquí una fábula de Esopo que me refleja: dos ranas una noche se cayeron a un tubo de leche, una se ahogó y la otra pataleó toda la noche y amaneció sentada en mantequilla. Moraleja: en la vida hay que patalear y no quedarse estático, pero resulta que yo he pataleado y jamás he amanecido sentada en mantequilla. No me he ahogado, pero vivo en la permanente angustia del naufrago.

J.A.M.: Pero, ¿Cuál es su filosofía fundamental sobre la que se funda su quehacer?

P. Turina: Profeso una especie de pesimismo activo. “Hago las cosas sabiendo que me va a ir más mal que a otros que Ia hacen peor.

J.A.M.: Su vida literaria es bastante prolongada, ella abarca algunas décadas…

P. Turina: He dicho que tengo 48 años de vida literaria, en verdad son 38, porque durante diez años —desde 1946 a 1956leí poco y escribí menos. Hubo muchas razones. Nacieron mis hijos mellizos en 1946, en 1952 fue mi operación al cerebro, y antes, por supuesto, tuve un descenso de energías físicas y síntomas perturbadores. En 1952 apareció mi libro “Sombras y entresombras de la poesía chilena actual” pero yo lo tenía escrito desde antes de casarme, esto es, antes de 1945. Oreste Plath, mi marido, lo llevó a la imprenta sin que yo lo supiera y me lo regaló cuando en 1952 estaba hospitalizada. Como detalle le digo que mi máquina de escribir guardada por años, no servía cuando quise volver a usarla. Todos sus tipos estaban pegados por falta de funcionamiento y humedad. A mi mente no le sucedió lo mismo. El engranaje cerebral se puso en movimiento con mayor expedición, y me da la impresión que el regreso, fue como un descanso necesario para recuperar energías. Fui un poco otra. Más de algo había madurado en mí.

El tumor cerebral del cual me operé no tuvo nada que ver con mi pensar, no estaba localizado en esas zonas, era un tumor auditivo que me hizo perder definitivamente un oído y otras secuelas que digo en mi “¿Quién soy?”.

De la operación al cerebro me costó reponerme no sólo físicamente. Quedé rasurada al cero, con sordera total del oído derecho y parálisis permanente y, en comienzos, dificultades para hablar. Un desmoronamiento. No ser lo que hubiera podido acrecentar. Se esfumaron mis posibilidades de conferenciante y mis condiciones de actriz.

En 1953 me retiré de la Universidad de Chile, donde fui funcionaria desde 1940.

Empecé a tomar apuntes de mis nuevas experiencias con mis hijos, ampliadas con una percepción que se fue haciendo más y más completa, sumada a los conocimientos adquiridos en la Escuela de Educadoras de Párvulos, donde fui secretaria desde 1946 a 1952 y también secretaria del Boletín Federico Fröebel que se editó de 1947 a 1950.

J.A.M.: ¿Y luego?

P. Turina: Tenía una amiga astróloga, una de las más conocidas de Chile. Cuatro años trabajé para ella. Hice los almanaques astrológicos, la semana astrológica de la revista EVA y también para una revista venezolana. Ella estaba suscrita a varias publicaciones especializadas de Francia, me las prestaba, por lo cual aprendí francés. No es que yo crea en la astrología ni nada que se le parezca, y trabajando en eso, más supe lo falso, de las predicciones y todo lo demás, porque las hacía sin saber nada como lo hacen los astrólogos, en una pieza cualquiera, sin mirar el cielo. He sido una buena escritora fantasma.

J.A.M.: Dada su tendencia a dialogar con escritores a través de sus obras, tendrá Ud. muchos libros o por lo menos comprará algunos que le interesen…

P. Turina: En mi vida he comprado un libro. Hay una razón: no me interesa tener libros, sino leerlos, lo que encuentro de interés en ellos lo copio y lo guardo. No es el libro integral el que me interesa tener. He leído libros prestados y regalados, nada más. También soy lectora de Bibliotecas. En Valdivia, el Liceo de Hombres tenía una Biblioteca Pública  y el bibliotecario era mi amigo y de ahí saqué muchas novelas. En la Biblioteca Nacional de Santiago me he documentado leyendo libros de diversa índole. En el recinto de las Bibliotecas no leo novelas. Son siempre libros de otras disciplinas. Allí, como los estudiantes, voy con una buena cantidad de hojas de papel, para anotar, como si tuviera que responder a una obligada tarea. Son obligaciones que me adjudicó yo misma.

J.A.M.: Y qué puede decir de su forma de escribir, sus mañas, sus aprontes.

P. Turina: En mi pasado de novelista y cuentista usé solamente la escritura, a mano y la máquina de escribir, ahora utilizo además las tijeras y la goma generalmente creo manuscritos en cualquier hora y en cualquier papel. El cuento infantil “El árbol de piedrarosa” otros tres cuentos navideños que tengo, los escribí directamente a máquina, porque no me significaron búsqueda, perfeccionamiento. Considerando que el lenguaje de los cuentos para niños requiere menor riqueza de adjetivos y ninguna expresión muy honda ni difícil, las frases sencillas me salieron al primer intento, no me significaron ningún trabajo de escritora. Muchos se han dedicado a escribir para niños por eso, porque les ha resultado más fácil. El escritor, cuando quiere expresar sus experiencias y su intensidad adulta necesita realizar esfuerzos considerables. Mientras mejor es el escritor más le cuesta escribir.

J.A.M.: Por ejemplo, ¿a Ud. le cuesta más esta etapa de los “MultiDiálogos”?.

P. Turina: Al escribirlos jamás quedo satisfecha, los hago y rehago inacabablemente y aun los que ya están publicados, los amplío, los reduzco, cambio el orden, intercalo juicios de diversos dialogantes. Los “MultiDiálogos” son el mayor trabajo de escritora que he tenido desde mi iniciación, están siempre haciéndose y deshaciéndose, forman lo más trabajoso de mi creatividad: son inacabados e inacabables.

JA.M.: Todo escritor tiene sus ocultas razones o, por lo menos sus propias urgencias y obsesiones para hacer lo que hace. ¿Cuáles son las suyas?

P. Turina: Escribo porque tengo ansias de registrar. No quemo las experiencias, están ardiendo dentro de mí y necesita grabarlas. En vez de usar madera y puntas de fuego, utilizo palabras y papeles. Permanentemente, aún sin escribir estoy multidialogando. Los multiDiálogos me persiguen, son obsesiones en cualquier hora, entre murmullos, entre silencios y también sobrantes de los temas ya limpios y ordenados desbordando de la numeración de dos, tres, cuatro, cinco páginas o las que sean. Me pregunto de los ya publicados, por ejemplo, ¿todas las clases de reloj están en El Reloj? ¿Puse los de aceite con su lamparilla, aquellos con corrientes de aire, esos de figuras movibles que se trasladan según las horas? En Dios ¿Puse todo Dios? ¿Dónde cabe Dios? Siempre desborda. He tenido que desarrollar un poder de síntesis y conformarme con ello.

J.A.M.: Pepita, Ud. es persona nerviosa, tensa, o por lo menos, alguien que pareciera impaciente en lo tocante a alcanzar ciertos logros ideativos en sus obras. Además, la impaciencia es propia de todo escritor que desee ver publicadas sus obras.

P. Turina: Siempre me ha tocado esperar mucho: para publicar un libró, para casarme, para tener un hijo, para viajar. Tuve hijos cerca de los cuarenta años, fui a Europa cerca de los sesenta. Los “MultiDiálogos” los estoy escribiendo desde 1960. Siempre he publicado mis libros más tarde de lo que hubiera querido, cuando ya siento que me recorre otra savia, más viva y poderosa.

J.A.M.: Hablemos de sus libros, por ejemplo, cómo nacieron, por qué nacieron, qué dirección pretendían.

P. Turina: “Seis Cuentos de escritores chilenos yugoslavos” me lo encargó el Instituto Chileno Yugoslavo de Cultura, especialmente el Dr. Alfredo Jadresic. Me dediqué entonces a buscar a los hijos de los pioneros yugoslavos que tuvieran cuentos. Cuando los encontré se demoraron en entregármelos; sobre los datos de sus padres tuve que insistir muchas veces, aún copiarlos yo misma, no me daban los datos suficientes o los cuentos no eran los que yo hubiera querido, en fin. Me referiré á Zlatko Brncic, quien era mi primo en segundo grado. Hombre de carácter difícil. La unión de la sangre no sirvió para unirnos en amistad. Cuando en 1960 fui a su casa para solicitarle una biografía y un cuento para incluirlo en el libro que preparaba, estaba en su casa pero no me recibió. Su señora habló conmigo y por su intermedio pude hacerle saber mi proyecto. Tiempo después fui por segunda vez y tampoco me recibió, me hizo dar lo que yo necesitaba. No soy una persona que acepte esas cosas, no hay depresión, nervios, cansancio que justifiquen esos comportamientos; yo no era una desconocida que se introducía en su intimidad; y si él hubiera sabido aunque fuera un poco de mí me hubiera recibido cansado, deprimido o corno fuera, porque prefiero a las personas cansadas y deprimidas que aquellas alegres y sin problemas.

J.A.M.: Supongo que en sus obras de creación propiamente tal, no habrá tenido experiencias tan desagradables. ¿Qué hay de su vida en sus obras?

P. Turina: La primera novela, obra de, imaginación adolescente, trata del amor imposible de un hombre por una mujer. Es un deseo persistente en mí, que ya en la adolescencia estaba arraigado: el ser más amada de lo que yo pudiera amar. Después, mucho más tarde, comprendí que en el amor a los hijos no me sucedía esto. Que ellos me quisieran menos que yo, no me importaba, era yo la que tenía que quererlos intensamente. Debe ser porque en el amor a los hijos no entra el sexo. No me gusta mezclar el amor con el sexo. El amor de la pareja tiene esa mezcla. El beso al hijo es puro, no tiene un después, no es una preparación para nada ni tampoco excitación; es amor. La religión Católica elude en la maternidad el sexo. ¿ No generó la leyenda de la Virgen Madre?

J.A.M.: Su segunda novela; “Zona íntima, la soltería”, plantea quizás motivos que a Ud. le significaron grandemente...

P. Turina: Aunque no es autobiográfica, tiene muchos contactos con la realidad, con mi realidad. Mi primer amor fue alcohólico. Duró cuatro años, pero sólo seis meses de presencia, el tiempo mayoritario fue de cartas. Muchas escenas de esa novela son auténticas, por ejemplo cuando me despedí de él en el salón y más o menos lo que le, dije, y otros detalles tienen autenticidad, aunque en sí el argumento no es mi realidad ni mi biografía... ¿por qué nació este amor?; por la literatura. Era un muchacho dibujante que llegó a Valdivia y empezó a publicar caricaturas y otros dibujos en el diario de la ciudad. Yo había escrito algunos cuentos y sentía ansias de publicar. Notando un día en la plaza que este joven me miraba más de lo suficiente, le di pábulo a que se acercara. Empezamos a conversar, empezamos a pasear, le entregué un cuento y él, muy hábilmente, demoró esa publicación hasta que se trabajó el enamoramiento.

J.A.M.: Ud. parece haber sido de sentimientos profundos en el plano de las preferencias, así por ejemplo; en materia literaria, el caso del poeta Walt Whitman.

P. Turina: “Walt Whitman, cotidiano y eterno” fue primero una conferencia, después se publicó en los Anales de la Universidad de Chile y me dieron una separata de 200 ejemplares. Tuve muy poco para documentarme sobre la vida de él aquí en Santiago. En la Biblioteca Nacional sólo encontré el libro de León Bazalgette. Con el tiempo, fui acrecentando mis conocimientos… Nunca ha dejado de interesarme, he participado en dos mesas redondas en el Instituto Chileno Norteamericano, una aquí y otra en Valparaíso. Hace un par de años escribí un artículo sobre las interrogaciones en sus poemas. Whitman es uno de los poetas que releo y me interesa todo lo que se escribe sobre él. Uno de los poquísimos libros que tengo en mi poder es “Hojas de hierba” de Whitman.

J.A.M.: Pero, no solamente este poeta le ha concitado su atención, varios autores chilenos aparecen en sus escritos, me refiero a su obra “Sombras y entresombras de la poesía chilena actual”.

P. Turina: Este libró lo empecé a escribir después de las obras antes mencionadas, debe haber sido entre 1942 y 1944. Lo fui escribiendo por etapas. Me refería a poetas que conocía personalmente. Esa fue una de las normas. En realidad siempre me ha gustado leer poesía y este análisis me significó, una preocupación mayor. Sobre parte de este libro di con­ferencias aquí en Santiago, charlas radiales en Valdivia y una disertación en la Universidad de Montevideo (Uruguay) en 1950.

Este libro fue uno de los pocos trabajos literarios que he enviado a concursos. Participó en uno, donde desde luego, no, figuró para nada. En toda mi vida literaria he concursado sólo cinco veces, con resultados nulos. De obtener algo me gustaría sólo un premio y no menciones honrosas, porque no soy afecta a los diplomas. Tengo un diploma que me otorgó la Municipalidad de Punta Arenas como Hija Ilustre o algo así, pero lo tengo arrumbado quizás en qué rincón, una medalla que me dio Carlos Schaeffer en Chillán, director de la Casa del Arte, donde di una conferencia sobre Beethoven que a él le gustó mucho. ¡Ah! tengo certificados del Conservatorio de Música de Valdivia, donde rendí el primer ciclo de piano, con muy buenas calificaciones, y otros papeles. Son asuntos del pasado que están ahí, pero no porque los aprecie o tenga afán de lucirlos.

J.A.M:: Entre 1971 y 1973 vino a Chile el director de cine Costa Gravas a filmar una película y usted trabajó en ella como extra ¿no? ‘

P. Turina: Sí. La película se llamaba Estado de Sitio y nunca fue proyectada aquí, a pesar de sus éxitos en otros países y en Francia hasta fue premiada. Actué dos veces: primero como público asistente a una misa funeraria efectuada en la Iglesia de la Recoleta Domínica, y también en el aeropuerto de Pudahuel, descendiendo de un avión junto a Ives Montand, que era el actor principal. Conocí de cerca filmaciones con escenarios auténticos. Costa Gravas arrendó la Iglesia y el Aeropuerto con un par de aviones, Me gustó. Si viviera en ciudades como Roma, Madrid, París, Los Angeles, donde existe la filmación frecuente de películas me inscribiría como extra permanente para integrar toda clase de conjuntos. Es un trabajo más variado que el de una oficina. Para mí super interesante, ya que contiene actuaciones histriónicas.


Del ser y no ser de la: palabra - Las verdades ocultas - Cuentos- Lo que no pudo ser - La niña que quiso ir al horizonte - No hay para que soñar - El hombre se acuerda del niño - La ciudad llama - Una mañana - Cuando ella volvió - Seis cuentos de escritores chilenos-yugoslavos - La mujer que no quiso ver el Sol - El árbol de piedrarosa - Los caballos que cambiaron de color - Novela: Un drama de almas - Zona íntima: la soltería - La vida que nos duele - Ensayos: Walt Whitman,cotidiano y eterno - Sombras y entresombras de la poesía chilena actual - MultiDiálogos - ¿Quién soy? - Referencias críticas sobre las obras de Pepita Turina

 



 

© Karen P. Müller Turina