Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

 

Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

UN DRAMA DE ALMAS (1934)

CUANDO ELLA VOLVIO

(Teatro irrepresentable)
(1944)

          Una mujer vuelve a su hogar después de un año de abandonar a su hija y a su marido. Una mujer sin nombre que siguió el impulso de un enamoramiento y ahora, ya desvaído y agotado, vuelve a quien ha sido la permanencia durante los siete años de enlace matrimonial. El recibimiento de parte del agraviado marido consistirá en un diálogo implacable, en parlamentos que tratarán “de armonizar las ideas de dos almas definitivamente distantes”. No existe segunda oportunidad, porque el amor sólo conoce la suya, la que siente y vive, la que sufre y sueña, la que perdona porque del leño viejo suele brotar alguna primavera. Pero en el ahora de este regreso, sólo existe el irrevocable ayer, la caricia que ya no se desea y la serena reflexión de quien ya. no puede sentir porque la oportunidad actual no es la del amor, sino la de esa distancia infinita: el desencuentro.

          El hombre ha dejado de ser el marido para adquirir solamente esa dignidad y coherencia que antes no conoció. Tal vez si únicamente consiente con cierta heroicidad de recibo a la infiel, pero ese acto que a los ojos ajenos podrá ser de inmensidad comprensiva, no entregará sino la apariencia de un perdón que ya no necesita sentirse porque ahora sólo, vive indiferencia.

          La mujer llora. La mujer anhela el reencuentro acudiendo al expediente de cierta justificación en la descarga que le proponen los años anteriores, aquellos que ella moteja de mal vividos.

          El diálogo prosigue.

          “Te digo en palabras —expresa el hombre— lo que no puede decirse de otra manera”.

          Aquí la ausencia del amor, de ese amor desbaratado, propicia este diálogo o este monólogo alternado, porque ahora se ha erigido el nunca más, por eso puede entablarse la serenidad de lo que ya no importa. Si así no fuera hubiese existido recriminaciones, promesas, odios disueltos en vínculos de besos. Pero nada de eso ya puede haber.

          —A la hora en que pensamos lo que no puede ser, viene la poesía.

          —Siempre queriendo precisar lo impreciso, descubrir el sentido de lo que se escapa, desconociendo y aún torciendo lo que avanza hacia su línea de reposo.

          —Lo demás es poetizar.

          —Vuelves a lo mismo. Nosotros tenernos la culpa de que ustedes sean así; hacemos los héroes que nada resuelven y que se quedan en hombres.

—Un día me conocerás.

          —Me lo dices ahora, pasados algunos años. Incomprendida. Ignoras que es el amor el que no tiene interés en descubrir nada de lo que queda fuera de él. ¿Por qué yo debería estar más allá de mí mismo?

          El intento de haber sido héroe para satisfacción de los demás, las convenciones de la rutina que también son ajenas y hasta el regreso de la infiel tienen sabor a inexorables, a lo que ya es clausura. La más decidida defensa de la individualidad y del verdadero honor, es decir, de la vivencia de acuerdo a las voces interiores, serán resoluciones para él. Ella habrá de serle un además entre los días.

          “Y desde hoy te digo, a ti, únicamente a ti, que te recibo, que te perdono porque ya no te quiero. Serás la cuidadora... de quien necesita ser cuidada. No de mí, ni siquiera de ti que ya no me importas”.


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© Karen P. Müller Turina