CUANDO
ELLA VOLVIO
(Teatro
irrepresentable)
(1944)
Una
mujer vuelve a su hogar después de un año de abandonar
a su hija y a su marido. Una mujer sin nombre que
siguió el impulso de un enamoramiento y ahora, ya
desvaído y agotado, vuelve a quien ha sido la permanencia
durante los siete años de enlace matrimonial. El recibimiento
de parte del agraviado marido consistirá en un diálogo
implacable, en parlamentos que tratarán “de armonizar
las ideas de dos almas definitivamente distantes”.
No existe segunda oportunidad, porque el amor sólo
conoce la suya, la que siente y vive, la que sufre
y sueña, la que perdona porque del leño viejo suele
brotar alguna primavera. Pero en el ahora de este
regreso, sólo existe el irrevocable ayer, la caricia
que ya no se desea y la serena reflexión de quien
ya. no puede sentir porque la oportunidad actual no
es la del amor, sino la de esa distancia infinita:
el desencuentro.
El
hombre ha dejado de ser el marido para adquirir solamente
esa dignidad y coherencia que antes no conoció. Tal
vez si únicamente consiente con cierta heroicidad
de recibo a la infiel, pero ese acto que a los ojos
ajenos podrá ser de inmensidad comprensiva, no entregará
sino la apariencia de un perdón que ya no necesita
sentirse porque ahora sólo, vive indiferencia.
La
mujer llora. La mujer anhela el reencuentro acudiendo
al expediente de cierta justificación en la descarga
que le proponen los años anteriores, aquellos que
ella moteja de mal vividos.
El
diálogo prosigue.
“Te
digo en palabras —expresa el hombre— lo que no puede
decirse de otra manera”.
Aquí
la ausencia del amor, de ese amor desbaratado, propicia
este diálogo o este monólogo alternado, porque ahora
se ha erigido el nunca más, por eso puede entablarse
la serenidad de lo que ya no importa. Si así no fuera
hubiese existido recriminaciones, promesas, odios
disueltos en vínculos de besos. Pero nada de eso ya
puede haber.
—A
la hora en que pensamos lo que no puede ser, viene
la poesía.
—Siempre
queriendo precisar lo impreciso, descubrir el sentido
de lo que se escapa, desconociendo y aún torciendo
lo que avanza hacia su línea de reposo.
—Lo
demás es poetizar.
—Vuelves
a lo mismo. Nosotros tenernos la culpa de que ustedes
sean así; hacemos los héroes que nada resuelven y
que se quedan en hombres.
—Un
día me conocerás.
—Me
lo dices ahora, pasados algunos años. Incomprendida.
Ignoras que es el amor el que no tiene interés en
descubrir nada de lo que queda fuera de él. ¿Por qué
yo debería estar más allá de mí mismo?
El
intento de haber sido héroe para satisfacción de los
demás, las convenciones de la rutina que también son
ajenas y hasta el regreso de la infiel tienen sabor
a inexorables, a lo que ya es clausura. La más decidida
defensa de la individualidad y del verdadero honor,
es decir, de la vivencia de acuerdo a las voces interiores,
serán resoluciones para él. Ella habrá de serle un
además entre los días.
“Y
desde hoy te digo, a ti, únicamente a ti, que te recibo,
que te perdono porque ya no te quiero. Serás la cuidadora...
de quien necesita ser cuidada. No de mí, ni siquiera
de ti que ya no me importas”.
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