UN
DRAMA DE ALMAS
(1934)
Novela
"El
sentimiento de soledad que más frecuentemente
acompaña al americano, es el que surge
por las inhibiciones que le impriden expresarse
espontáneamente y que coartándolo,
lo dominan"
Félix
Schwartzmann
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La
autora no gusta de ésta, su primera novela; aún más,
carece de ejemplares. No desea siquiera revisarla,
añadiendo, cercenando sus más evidentes impericias,
o simplemente introduciendo elementos enriquecedores.
No. La obra fue escrita en una etapa que ya no se
desea rescatar ni siquiera en el recuerdo de un mantenimiento
del libro mismo.
Respetamos
su juicio, aunque no su voluntad de silencio para
con esta obra. El presente trabajo nos exige cierta
fidelidad cronológica y no pocas veces discrepante.
El
predominio del personaje en los relatos de Pepita
Turina se anuncia ya en esta primera obra. Cinco son
los nombres que urdirán el tejido argumental: Beatriz,
la protagonista amada y poderosa, mujer perfectamente
casada y que, sin embargo, se transforma en el destino
sellador para su amante derrotado, el vividor vencido
por la magia femenina; Rodolfo Lavalle. Presente también
aunque con menor, importancia; Joaquín Mirianto, esposo
de Beatriz y amigo de Rodolfo; Julia, pariente cercana
de la protagonista, antiguo amor desdeñado por Rodolfo
y, finalmente, esposa de éste. Renée prima del vencido
enamorado, confidente y también adoradora de aquél.
Si
decimos que predomina el personaje no se debe entender
la ausencia de acontecimientos o variaciones, sino
que estos suceden fundamentalmente en la intimidad
del silencio, de la sospecha, de la derrota fatal,
mas sustraída de la evidencia ante los demás. Los
hechos van presentando el rostro sólo a base de parejas,
conviviendo la pasión, e! dolor, el triunfo aparente
o las lágrimas en compañías solas o soledad intensa
del personaje que sufra lo suyo. Por otra parte, la
narradora nos entrega la descripción psicológica o
el monólogo, la conversación o el soliloquio decada
uno de los tipos novelescos. Los hechos siempre están
mencionados en la distancia de una ejecución no presente,
o en la rapidez de una circunstancia que pueda intensificar
su recepción interna de los personajes.
Expuesta
entonces la tónica dominante del relato, habremos
de referirnos al tema fundamental: el amor imposible
de un hombre hacia una mujer. Quizás si por genérico
uno pueda estar advertido contra repeticiones propias
a la clase de conflicto expuesto, aunque es preciso
destacar en algunos pasajes el curioso y no menos
profundo conocimiento del matiz de las almas en trances
afectivos tan trágicos en su desarrollo como en su
desenlace, tal el caso de esta novela.
“Un
drama de almas” es e! rótulo que más le convenía a
esta página, pues tanto Rodolfo como Beatriz, tanto
Joaquín como Julia y aún, la misma Reneé, padecen
sostenida o fugazmente los imperios de la pasión desveladora.
Todos prueban sus embates; ninguno podrá declarar
neutralidad cuando los hechos venidos de la fijación
de un nombre, inicie peligros, asechanzas, dimisiones,
ausencias o febriles temblores en las indómitas vidas
para las voluntades respectivas. El drama consiste
en lo que debe negarse, en la autoinmolación, en el
silencio ocultador de verdades terribles, porque terrible
ha sido la belleza de Beatriz para aquel don Juanvenido
a menos, sobrepasado en su cálculo; herido sin curación,
la existencia turbada de quien, sin quererlo, ha convertido
todo mundo en prohibición y defensa de una dignidad
no siempre convincente para sí misma. Lo mismo podríamos
decir del imposible reino afectivo para Reneé, secreta
enamorada que al fin desenreda sus dolores eligiendo
a Beatriz como culpable de su tragedia; terrible
también el engaño vivido por Julia, mujer detestada
por Rodolfo que vive la burla de éste y luego un matrimonio
sin pasión posible. Así también, aunque menos importante
en su gestión novelesca, las dudas de Joaquín hacia
su esposa.
El
silencio dice más que la apariencia en esta novela.
Él es el que
habrá
de sostener la intensidad de este drama de almas,
y, sólo así, la pasión negadora e imposible del amor
a destiempo, del amor no correspondido, de la interrupción
de serenidades destinadas a ser ajenas en los seres
presentes, hará su verdadero trabajo de magulladura
profunda. El silencio hará luz en la sombra, conciencia
lúcida en la pasión fortuita. En su ámbito de intimidad
insobornable, habrá de producirse la confesión verdadera:
“Ella
estaba preparada para rechazar todo golpe material,
pero no tenía
invulnerable
el corazón.
Una
tristeza infinita la invadió al encontrarse de pronto
desamparada, sola en su inmensa renunciación. Nadie
podía apreciársela; sería eternamente ignorada. Sentía
flaquear su fuerza física por el esfuerzo moral. Ya
no era la Beatriz capaz de vencer obstinaciones rebeldes.
Si alguien le hubiera dicho, en ese momento, una palabra
suave de piedad, o cogido tan sólo un poco de compasión
su cabeza cansada, no pudiendo reprimir su desolación,
habría estallado en sollozos” (1).
La
mujer fuerte que ve en el límite su capacidad y poder
de renunciamiento; la inspiradora que va sintiendo
la invasión de los efectos de su magia que ha procreado
efectos que desdicen a un estado de satisfacción serena
u orgullosa de su propio fulgor. Beatriz asume el
deber en todas las zonas donde éste debe enseñorearse,
en su entorno existe el asedio que deberá huir o hallar
una salida que la liberte de su labio y ojo, que la
deje sin sospecha ante su marido, que le devuelva
la porción de sí que le ha sido sustraída por la intromisión
insistente y obsesiva de ese amante soportado con
prudencia y piedad. En verdad, es ella quien deberá
soportar su destino de eje para todos los demás, porque
cada uno de los otros dispone de la posibilidad de
ser acogido en su comprensión o en sudesesperada involuntariedad
para lo que ha sido escogida. Por eso es que cada
vez que la autora nos la muestra en su interior, sus
soliloquios o parlamentos llevan una furia y un rumor
difíciles de obviar para quien lee.
“Esta
es nuestra despedida. Dígame ahora todo lo que quiera,
yo se lo diré también todo, y después de esta mutua
confesión usted se alejará completamente y para siempre
de mí. Puede partir a otras tierras, el mundo es vasto,
y si cree que en ningún horizonte encontrará el olvido,
tiene el refugio de la muerte. Lo que yo necesito
es la cesación de su amor, de su pensamiento. Me son
indiferentes los medios que usted buscará para librarme
de su presencia. En Joaquín ha nacido la sospecha.
Eso es el derrumbe de nuestra serena vida conyugal.
Y quiero evitarle a él ese dolor. No me importa su
dolor, Rodolfo. Me importa el mío y el de Joaquín.
Su dolor, su capricho, su amor, su insistencia no
tienen razón de ser. Usted sobra en el círculo de
mis amigos porque aspira a concesiones de amante y
no pertenece al círculo de mis enemigos porque se
ha sacrificado por mí.
—Yo
no seré nunca suya —continuó— ni por violencia, ni
por dinero, ni por amor. —¡Nunca! —Escúcheme bien,
Rodolfo. Su amor será pronto una comidilla en nuestro
mundo. Día a día alguien lo descubre, pronto dejará
de ser un secreto y rodarán nuestro nombres unidos
y enlodados igualmente. Nadie creerá, nadie podrá
ni siquiera sospechar la verdad de esto que ha sido
únicamente el cilicio de nuestras existencias. En
su mundo creen conocerle demasiado. Saben que las
mujeres no se le han resistido. Si usted quiere perderme
tiene el camino libre para perderme. ante los demás,
pero su satisfacción de amor no encontrará jamás el
camino. No lo encontrará porque no existe, porque
yo no se lo ofreceré jamás. No estoy dispuesta a convertirme
en concubina de nadie, no me atrevería a pisar el
umbral de mi hogar, después de haber traspasado umbrales
donde consumé un adulterio. Y no trate de ofrecerme
desde hoy un amor espiritual que le permita acercarse
a mí sin exigencias. No le vale ya ese amor. La sospecha
ha cruzado en las almas cercanas. Y hasta un don espiritual
es un robo a la afectividad debida al esposo. Usted
debe hacer algo para desviar la sospecha; debe salvarme,
debe reivindicarme, debe eliminar las sombras. Yo
no sé lo que usted pueda hacer, sólo sé que debe hacer
algo: librarme de su asedio primeramente” (2).
Elocuentes
palabras que pueden prescindir de cualquier añadidura
nuestra. Mas no por su sentido rotundo —característica
esencial de todos los protagonistas de nuestra autora—,
dejará de repararse su tono de cierta tragicidad,
aunque sea en la firmeza de la negativa. Por lo demás,
todo ello no habrá de excusarla de la acusación de
Reneé, al hacerle presente la infelicidad sin reparación
de Rodolfo: “Robar es un delito y el que roba nuestra
tranquilidad, aunque sea con amor es un delincuente”
(3).
Cada
personaje se dirigirá a los demás con el peso de la
propia alma, encadenada siempre a connotaciones espirituales
compulsivas o violentas. La muerte final del amante
herido, no hace sino poner sellos a quien no pudo
con el afecto desdeñado, con una vida derrotada porque
vencida fue su posibilidad de alegría y de proyecto.
“Un
drama de almas” es la introspección del imposible.
Para uno, el ser amado; para otra, el corresponderle.
En alguna, alcanzar sólo la confidencia, nunca la
pasión; en otra, ser la novia burlada y la esposa
al margen. Pero todos con el mismo destino: no ser
para otro el que se desea o el que anhelan ser. Los
personajes corresponderán a la ausencia de cualquier
imperio para hacer una existencia enriquecida por
el “otro” que ‘es intensidad e imperio inexorable.
Las almas viven el drama de morir ante quien les llama
en el deseo de la ocasión como del cambio de ruta.
No, no, no es’ el encuentro.
Citas
(1)
Pág. 63. Un drama de almas.
(2)
Págs. 103-104. Un drama de almas
(3)
Pág. 112. Un drama de almas
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