Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

 

Pepita TURINA
o
la vida que nos duele

Juan Antonio Massone

UN DRAMA DE ALMAS
(1934)

Novela

"El sentimiento de soledad que más frecuentemente acompaña al americano, es el que surge por las inhibiciones que le impriden expresarse espontáneamente y que coartándolo, lo dominan"

Félix Schwartzmann

 

 

 

 

 

La autora no gusta de ésta, su primera novela; aún más, carece de ejemplares. No desea siquiera revisarla, añadiendo, cercenando sus más evidentes impericias, o simplemente introduciendo elementos enriquecedores. No. La obra fue escrita en una etapa que ya no se desea rescatar ni siquiera en el recuerdo de un mantenimiento del libro mismo.

Respetamos su juicio, aunque no su voluntad de silencio para con esta obra. El presente trabajo nos exige cierta fidelidad cronológica y no pocas veces discrepante.

El predominio del personaje en los relatos de Pepita Turina se anuncia ya en esta primera obra. Cinco son los nombres que urdirán el tejido argumental: Beatriz, la protagonista amada y poderosa, mujer perfectamente casada y que, sin embargo, se transforma en el destino sellador para su amante derrotado, el vividor vencido por la magia femenina; Rodolfo Lavalle. Presente también aunque con menor, importancia; Joaquín Mirianto, esposo de Beatriz y amigo de Rodolfo; Julia, pariente cercana de la protagonista, antiguo amor desdeñado por Rodolfo y, finalmente, esposa de éste. Renée prima del vencido enamorado, confidente y también adoradora de aquél.

Si decimos que predomina el personaje no se debe entender la ausencia de acontecimientos o variaciones, sino que estos suceden fundamentalmente en la intimidad del silencio, de la sospecha, de la derrota fatal, mas sustraída de la evidencia ante los demás. Los hechos van presentando el rostro sólo a base de parejas, conviviendo la pasión, e! dolor, el triunfo aparente o las lágrimas en compañías solas o soledad intensa del personaje que sufra lo suyo. Por otra parte, la narradora nos entrega la descripción psicológica o el monólogo, la conversación o el soliloquio decada uno de los tipos novelescos. Los hechos siempre están mencionados en la distancia de una ejecución no presente, o en la rapidez de una circunstancia que pueda intensificar su recepción interna de los personajes.

Expuesta entonces la tónica dominante del relato, habremos de referirnos al tema fundamental: el amor imposible de un hombre hacia una mujer. Quizás si por genérico uno pueda estar advertido contra repeticiones propias a la clase de conflicto expuesto, aunque es preciso destacar en algunos pasajes el curioso y no menos profundo conocimiento del matiz de las almas en trances afectivos tan trágicos en su desarrollo como en su desenlace, tal el caso de esta novela.

“Un drama de almas” es e! rótulo que más le convenía a esta página, pues tanto Rodolfo como Beatriz, tanto Joaquín como Julia y aún, la misma Reneé, padecen sostenida o fugazmente los imperios de la pasión desveladora. Todos prueban sus embates; ninguno podrá declarar neutralidad cuando los hechos venidos de la fijación de un nombre, inicie peligros, asechanzas, dimisiones, ausencias o febriles temblores en las indómitas vidas para las voluntades respectivas. El drama consiste en lo que debe negarse, en la autoinmolación, en el silencio ocultador de verdades terribles, porque terrible ha sido la belleza de Beatriz para aquel don Juanvenido a menos, sobrepasado en su cálculo; herido sin curación, la existencia turbada de quien, sin quererlo, ha convertido todo mundo en prohibición y defensa de una dignidad no siempre convincente para sí misma. Lo mismo podríamos decir del imposible reino afectivo para Reneé, secreta enamorada que al fin desenreda sus dolores eligiendo a  Beatriz como culpable de su tragedia; terrible también el engaño vivido por Julia, mujer detestada por Rodolfo que vive la burla de éste y luego un matrimonio sin pasión posible. Así también, aunque menos importante en su gestión novelesca, las dudas de Joaquín hacia su esposa.

El silencio dice más que la apariencia en esta novela. Él es el que

habrá de sostener la intensidad de este drama de almas, y, sólo así, la pasión negadora e imposible del amor a destiempo, del amor no correspondido, de la interrupción de serenidades destinadas a ser ajenas en los seres presentes, hará su verdadero trabajo de magulladura profunda. El silencio hará luz en la sombra, conciencia lúcida en la pasión fortuita. En su ámbito de intimidad insobornable, habrá de producirse la confesión verdadera:

“Ella estaba preparada para rechazar todo golpe material, pero no tenía

invulnerable el corazón.

Una tristeza infinita la invadió al encontrarse de pronto desamparada, sola en su inmensa renunciación. Nadie podía apreciársela; sería eternamente ignorada. Sentía flaquear su fuerza física por el esfuerzo moral. Ya no era la Beatriz capaz de vencer obstinaciones rebeldes. Si alguien le hubiera dicho, en ese momento, una palabra suave de piedad, o cogido tan sólo un poco de compasión su cabeza cansada, no pudiendo reprimir su desolación, habría estallado en sollozos” (1).

La mujer fuerte que ve en el límite su capacidad y poder de renunciamiento; la inspiradora que va sintiendo la invasión de los efectos de su magia que ha procreado efectos que desdicen a un estado de satisfacción serena u orgullosa de su propio fulgor. Beatriz asume el deber en todas las zonas donde éste debe enseñorearse, en su entorno existe el asedio que deberá huir o hallar una salida que la liberte de su labio y ojo, que la deje sin sospecha ante su marido, que le devuelva la porción de sí que le ha sido sustraída por la intromisión insistente y obsesiva de ese amante soportado con prudencia y piedad. En verdad, es ella quien deberá soportar su destino de eje para todos los demás, porque cada uno de los otros dispone de la posibilidad de ser acogido en su comprensión o en sudesesperada involuntariedad para lo que ha sido escogida. Por eso es que cada vez que la autora nos la muestra en su interior, sus soliloquios o parlamentos llevan una furia y un rumor difíciles de obviar para quien lee.

“Esta es nuestra despedida. Dígame ahora todo lo que quiera, yo se lo diré también todo, y después de esta mutua confesión usted se alejará completamente y para siempre de mí. Puede partir a otras tierras, el mundo es vasto, y si cree que en ningún horizonte encontrará el olvido, tiene el refugio de la muerte. Lo que yo necesito es la cesación de su amor, de su pensamiento. Me son indiferentes los medios que usted buscará para librarme de su presencia. En Joaquín ha nacido la sospecha. Eso es el derrumbe de nuestra serena vida conyugal. Y quiero evitarle a él ese dolor. No me importa su dolor, Rodolfo. Me importa el mío y el de Joaquín. Su dolor, su capricho, su amor, su insistencia no tienen razón de ser. Usted sobra en el círculo de mis amigos porque aspira a concesiones de amante y no pertenece al círculo de mis enemigos porque se ha sacrificado por mí.

—Yo no seré nunca suya —continuó— ni por violencia, ni por dinero, ni por amor. —¡Nunca! —Escúcheme bien, Rodolfo. Su amor será pronto una comidilla en nuestro mundo. Día a día alguien lo descubre, pronto dejará de ser un secreto y rodarán nuestro nombres unidos y enlodados igualmente. Nadie creerá, nadie podrá ni siquiera sospechar la verdad de esto que ha sido únicamente el cilicio de nuestras existencias. En su mundo creen conocerle demasiado. Saben que las mujeres no se le han resistido. Si usted quiere perderme tiene el camino libre para perderme. ante los demás, pero su satisfacción de amor no encontrará jamás el camino. No lo encontrará porque no existe, porque yo no se lo ofreceré jamás. No estoy dispuesta a convertirme en concubina de nadie, no me atrevería a pisar el umbral de mi hogar, después de haber traspasado umbrales donde consumé un adulterio. Y no trate de ofrecerme desde hoy un amor espiritual que le permita acercarse a mí sin exigencias. No le vale ya ese amor. La sospecha ha cruzado en las almas cercanas. Y hasta un don espiritual es un robo a la afectividad debida al esposo. Usted debe hacer algo para desviar la sospecha; debe salvarme, debe reivindicarme, debe eliminar las sombras. Yo no sé lo que usted pueda hacer, sólo sé que debe hacer algo: librarme de su asedio primeramente” (2).

Elocuentes palabras que pueden prescindir de cualquier añadidura nuestra. Mas no por su sentido rotundo —característica esencial de todos los protagonistas de nuestra autora—, dejará de repararse su tono de cierta tragicidad, aunque sea en la firmeza de la negativa. Por lo demás, todo ello no habrá de excusarla de la acusación de Reneé, al hacerle presente la infelicidad sin reparación de Rodolfo: “Robar es un delito y el que roba nuestra tranquilidad, aunque sea con amor es un delincuente” (3).

Cada personaje se dirigirá a los demás con el peso de la propia alma, encadenada siempre a connotaciones espirituales compulsivas o violentas. La muerte final del amante herido, no hace sino poner sellos a quien no pudo con el afecto desdeñado, con una vida derrotada porque vencida fue su posibilidad de alegría y de proyecto.

“Un drama de almas” es la introspección del imposible. Para uno, el ser amado; para otra, el corresponderle. En alguna, alcanzar sólo la confidencia, nunca la pasión; en otra, ser la novia burlada y la esposa al margen. Pero todos con el mismo destino: no ser para otro el que se desea o el que anhelan ser. Los personajes corresponderán a la ausencia de cualquier imperio para hacer una existencia enriquecida por el “otro” que ‘es intensidad e imperio inexorable. Las almas viven el drama de morir ante quien les llama en el deseo de la ocasión como del cambio de ruta. No, no, no es’ el encuentro.

Citas

(1) Pág. 63. Un drama de almas.

(2) Págs. 103-104. Un drama de almas

(3) Pág. 112. Un drama de almas


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© Karen P. Müller Turina