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Pepita Turina

Noticiario de arte y literatura.

AGRADECIMIENTO Y DEDICATORIA EN LITERATURA.
Diario La Opinión, Santiago de Chile, domingo 24/2/1946, p. 10, col. 1 y 2

          Virginia Woolf contaba como amigos a los escritores que había leído y que la había nutrido de conocimientos y deleites, como Walter Scott, Emily Bronté y muchos otros. También contaba como amigos a quienes por uno u otro aspecto le "ayudaban", según ella, a escribir los libros. Así lo explica en el prólogo de su "Orlando". Y allí agradece también a un entendimiento en ley de inmuebles, a otro que le hizo conocer la lengua china, a otros que le corrigieron enseñándole los idiomas que necesitó, a quien le enseño el arte pictórico y a una serie de investigadores que de diversos modos contribuyeron, unos a darle a conocer bien la música isabelina, otros a entrar en una serie de diversos asuntos, y por último todavía le quedaba por agradecer a su marido y a un desconocido.

          En los libros ingleses y norteamericanos, es frecuente encontrarse con esta clase de agradecimientos dedicados a los colaboradores indirectos. La inducción al conocimiento, la búsqueda, la consulta investigadora no se la deja en el misterio ni en el anonimato, ni en la negación, como sucede aquí, ya que cuando alguien señala fuentes, o se le adivinan, es considerado un simple copiador, un incapaz que ha necesitado afirmarse en otros para realizar su obra. Por el maldadoso prurito de desmerecer, se trata de adivinar lecturas e influencias, consultas y estudios, y lo que en otros países es más meritorio que desmerecedor, aquí significa rebaja en el poder de la creación. Ahora cuando una mujer dedica el libro a  su marido o viceversa, la risa es general; ríen los del gremio tanto como cualquier vecino que considera que tal dedicatoria ridícula y doméstica.

          Aquí se da el caso de que no  sólo novelistas, sino ensayistas, que es peor, eluden citas y fuentes de información, porque cada uno se cree el descubridor de mundos  ya descubiertos. Sin embargo, estos inútiles cuidados no los hacen grandes escritores, tan grandes como una Virginia Woolf, por ejemplo, que confesando todas las ayudas puede igualmente decir, como lo ha dicho: "El ambiente que cada uno necesita para escribir es distinto y que lujo es estar solo". Ella ha confesado que no escribe sino para aquellos sectores "capaces de construir con unas pocas indicaciones dispersas la entera circunferencia y el ámbito de una persona viva, capaces de trasmutar nuestro mero susurro en una inconfundible voz de percibir, aunque describamos o no, una cara precisa, de intuir sin una palabra que los ayude, un pensamiento exacto".

          Ella ha manifestado: "No hay en el tumultuoso pecho del hombre, una pasión más fuerte que la de imponer su creencia a otros. Nada puede secar la raíz de su dicha y llenarlo de ira como saber que otro desprecia lo que él venera".

NOTA: Virginia Woolf 1882-1941. Nombre de Virginia Adelaide Stephen. Escritora inglesa, autora de Las olas, La Señora Dalloway, Al Faro, etc. Tomo el apellido de su marido Leonard Wolf. Su padre fue un crítico literario de gran reputación, Leslie Stephen.

 

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© Karen P. Müller Turina