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Pepita
Turina
WALT
WHITMAN, COTIDIANO Y ETERNO
*Conferencia
dictada por la escritora Pepita Turina, en el
Salón de Honor de la Universidad de Chile, el
26 de marzo de 1942, con motivo del cincuentenario
de la muerte del gran poeta.
Walt
Whitman, cotidiano y eterno. Anales de la Universidad
de Chile, Año. C. primero y segundo trimestre
4ª Serie, Nº 45-46, año 1942. Prensas de la
Universidad de Chile, 1943 (dice en la portada,
en la página interior dice 1942, pp. 190- 205
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Walt
Whitman, cotidiano y eterno. Anales de la Universidad
de Chile, Año. C. primero y segundo trimestre 4ª Serie,
Nº 45-46, año 1942. Prensas de la Universidad de Chile,
1943 (dice en la portada, en la página interior dice
1942, pp. 190- 205Mirar un reloj. Conjeturar en su
círculo de horas el espacio de una. Considerar en
seguida cierto número de páginas en blanco, 15 a 20.
Computar el espacio y el tiempo. Ajustar a ese espacio
y a ese tiempo la hora que "soporta" un
auditorio para hablarle de un poeta americano (norteamericano)
que se autodenominó: "Walt Whitman, un cosmos".
Diluir esa existencia poderosa en cuenta - gotas de
sesenta minutos
El
hombre vive menos que la encina, menos que el elefante,
menos que la ballena, Y eterniza a la encina, al elefante,
a la ballena cuando construye imágenes.
Walt
Whitman "el fiel de la balanza de los hombres
comunes" —según propia expresión — era un poeta;
un constructor de imágenes.
Cuando
en las postrimerías del mes de marzo de 1892, en la
Universidad de Pensilvania, cuatro doctores hicieron
la autopsia (consentida y deseada de antemano por
el recién fallecido), en la disección, su identidad
física desmoronada quedó catalogada así: un tejido
pulmonar impedido para la respiración por la existencia
de una pleuresía insospechada; dos abscesos tuberculosos
que habían desgarrado el esternón y la quinta costilla;
un gran cálculo que obstruía la vesícula de hiel:
Y entre tan serias afecciones, un cerebro "notable
por la simetría de sus circunvoluciones" y un
corazón intacto.
El
cerebro fue enviado para su conservación a la Sociedad
Americana de Antropología, fundada para el estudio
de los cerebros superiores. Y el cuerpo, amortajado
con su habitual conjunto de paño gris, con camisa
blanca escotada, de gran cuello abierto, que no había
ostentado jamás el adminículo de la corbata, fue conducido
en medio de ceremonias simples y paganas, al gran
reposo horizontal.
Su
tumba se cavó entre tres bloques de granito. La inscripción
constaba escuetamente de tres sílabas: Walt Whitman.
Circundando la piedra compacta, severa, plantas selváticas,
frondosa lozanía de ramaje, expandían la exuberancia
de la libre vida vegetal. Así, en el hemisferio de
esa Norte América activa y próspera, principalmente
en la síntesis de sus prolongadas estadías en Brooklyn
y Nueva York, anticipándose y superando la pericia
de los arquitectos del cemento, del fierro, del cristal,
el poeta había expandido su yo real en pleno aire
y en plena humanidad en el curso de su inmensa inquietud.
Una
revista norteamericana de aquella centuria lanzó entre
sus páginas esta pregunta: " ¿En
cien años más
Walt Whitman será considerado un gran poeta o bien
será olvidado?"
Preguntas
así se hacen generalmente cuando se duda…
Durante
treinta años las principales publicaciones no recibían
sus versos o los devolvían con insultos. La muchedumbre
anónima, como los hombres selectos se demoraron en
reconocerlo o no se conmovieron, ¡por él! cantor del
fluyente afluente cotidiano, predispuesto a lo máximo
del sentido mínimo, poco metafísico. Su modalidad
poética, su tarea magna y lenta crece sin el riego
fulminante de los éxitos. Tras de la primara edición
de su libro solo Emerson responde satisfactoriamente
y lo estimula. Solo en Emerson encuentran rimas sus
versos sin rima. Para los demás tal osadía en repulsiva.
Y el pueblo no sospecha su polen en esa poesía del
ambiente inmediato con su sentido piramidal que desafía
a los tiempos.
Pequeños
cuentos y poesías, moralizantes artículos periodísticos
combatiendo principalmente el alcoholismo, fue su
manera tranquila y mediana (casi me atrevería a decir
mediocre) de escritor joven.
Vida
de curso lento, de andar lento, de concepciones lentas.
Porque Walt Whitman tuvo no sólo 20, sino 25, 30,
35 años y todavía no se había revelado WALT WHITMAN.
Como fondo de educación escolar, únicamente la escuela
primaria, como desarrollo de actividades, para el
sustento diario fue tipógrafo, maestro de escuela,
carpintero, periodista, empleado de oficina; actividades
desarrolladas sin entusiasmo.
Materialista
a su modo, nunca se le conoció ambición de riquezas,
ni atracción por las mujeres o por los placeres comunes
y corrientes. Absorbido por su gran idea, se saturaba
de una serie de materias diversa. Se interesaba por
las antiguas y por las nuevas civilizaciones. Asistía
a las conferencias, frecuentaba gabinetes científicos.
Hizo incursiones por la política, perteneció al partido
Democrático y al Republicano, apareció en los estrados
como orador, represento pequeños roles en un círculo
de aficionados al teatro. Entraba a esta serie de
cosas como aprendiz de la vida.
Entre
las quinientas páginas panegíricas de su espléndido
y minucioso libro sobre Walt Whitman dice León Bazalgette:
"Golosamente
asimilaba los alimentos, se plegaba a las materialidades,
respondía con un corazón maravillado a todas las invitaciones
mudas que lo rodeaban. Lo que sorprende y desconcierta
es la universalidad de sus simpatías. Nada en el conjunto
de los gestos humanos lo consideraba indigno de su
atención. Parecía tener de su organismo de atleta
una facultad atlética de absorción. Leía a su manera.
Tenía de preferencia su gabinete de trabajo en el
imperial de los ómnibus de Broadway. La muchedumbre
y el océano eran sus mejores compañeros para el estudio
de los grandes maestros. A pesar de esta preferencia
por la lectura a pleno aire, pasaba muchas horas de
invierno en las bibliotecas de Nueva York. No era
rico y no podía procurarse siempre las obras que deseaba.
Prefería la lectura de diarios y revistas a la de
los libros, aparte de una docena de libros eternos
y culminantes que él había meditado y que terminó
por saber tanto como su corazón. La masa enorme de
artículos de magazine marcados con lápiz y anotados
al margen que se encontraron después de su muerte
denuncian lo devorador que fue, lo ansioso de instruirse
sobre la existencia de las generaciones pasadas y
de asimilar la geografía, los datos científicos o
los hechos de la existencia cotidiana. Todo este saber
entrabas en él como el aire, Los libros y los impresos
entraban simplemente, por una parte no la más vital.
No eran sino confirmaciones accesorias. El método
que practica para condensar sus informaciones eran
tan original como su manera de instruirse. Resultaba
que a los datos extractados de una geografía le anexaba
cartas, artículos de diarios, hojas de papel en blanco
sobre las que consignaba (a medida del transcurrir),
noticias, recogidas por boca de viajeros o navegantes.
Un verdadero magazine de documentos metódicamente
clasificados "sobre todas las comarcas de la
tierra".
"Sobre
todos las comarcas de la tierra". Pero su diámetro
ambulatorio había sido hasta aquí ———hasta 1848— el
límite geométrico de un ciudadano tranquilo y sin
dinero que recorre kilómetros posibles de su isla
natal, aunque ésta haya sido la Isla de Manhattan,
en la que se asienta Nueva York y sus distritos.
En
ese momento preciso de 1848, cuando se encontraba,
como una de tantas veces, sin ocupación, en el entreacto
de una función de teatro conversa con un desconocido
solícito que le habla de fundar un diario en Nueva
Orleans.
En
un mínimo cuarto de hora, Walt Whitman queda contratado
como redactor jefe y recibe inmediatamente mil francos
como sello de verídico contrato y anticipo para sus
gastos de viaje.
Así
de esta manera improvisada, providencial, inesperada,
se le abre el panorama de una lonja desconocida de
su país. Goce inaugural de sus sentidos, se le perfila
como doncella a ojos de enamorado. Expande en este
conocimiento sus significaciones. Siente transitar
sobre su sangre de septentrional el hálito multiplicativo
de otras constelaciones.
Sin
precipitación, con su lentitud características, el
avanza goloso, por jornadas, bordeando los blancos
del gran río Missipí, descubriendo el Estado de Luisiana;
tierra de la caña de azúcar, del algodón, del arroz,
del tabaco, hasta llegar a la sugerente y comercial
ciudad de Nueva Orleans.
Desenvuelve
aquí, plácidamente su labor de periodista ausente
de pasión y de pretensiones, hasta que por ciertas
divergencias de puntos de vista con los propietarios,
abandona la redacción.
Vuelve
a Brooklyn.
Ha
durado sólo tres meses su ausencia.
Vuelve
con su idéntica y parsimoniosa indisciplina que le
impide durar en los empleos.
Nadie
imagina que este temperamento de hombre de bien, sencillo,
de maneras y aspectos simples, pueda ofrecer a su
mundo inmediato, y menos a los no inmediatos, un sentido
poético dinámico y fulgente, un esplendor de lenguaje,
un estilo asoleado, a contrapelo con la burguesía.
A quien se le iba a ocurrir que el prosista incoloro
que combatía la pena de muerte, el alcoholismo, el
maltrato a los esclavos negros, el lujo de las iglesias,
las exigencias de los poderes municipales, que daba
consejos de higiene, preparaba un volumen enigmático
que se convertiría con el tiempo en los cantos de
su edad y de su raza.
Por
eso, cuando un libro de poemas, impreso en gruesos
caracteres sobre un papel ordinario, asoma tímidamente
en las vitrinas de unas pocas librerías y llega a
las redacciones, produce con el asombro más de alguna
burlesca carcajada. Exclusivamente un volumen que
va al encuentro de Emerson recibe un bautismo de comprensión.
El poeta tiene por respuesta una carta enorgullecedora
en que lo menos que se le dice es esto: "Yo os
saludo en el comienzo de una gran carrera. Me he frotado
un poco los ojos para ver si este rayo de sol no era
una ilusión; pero el sentido sólido del libro es una
seria certeza. Y posee el más grande de los méritos
que es el de fortificar y dar coraje. Os felicito
por vuestro pensamiento independiente y bravo. He
encontrado cosas incomparables, incomparablemente
bien dichas, como debe ser."
Mientras
tanto en las redacciones, los periodistas ríen con
inquina del hombre a quien conocen, a quien creen
conocer. Ríen del hijo del carpintero Walter Whitman
y de la holandesa Luisa van Velsor, ríen de su raza
descendiente de lo escogido del pueblo; ejercedores
de trabajos diversos, mezclados a la tierra y al mar,
al aire, a la materia, a las cosas elementales, de
donde no conciben un brote intelectual.
Las
carcajadas se truecan luego en indiferencia. No aparecen
artículos en los periódicos. Tampoco compradores en
las librerías.
El
poeta redacta de su mano algunos artículos elogiosos
y los desliza, cauto, en algunas publicaciones de
amigos.
El
poeta recoge de las librerías su invendible "Briznas
de Hierba", no para replegarse definitivamente.
El
poeta forja nuevos poemas para sumarios a su primer
intento.
El
poeta saca una segunda edición crecida en páginas
y envuelta vanidosamente en una de las frases de la
carta de Emerson impresa en letras doradas.
El
poeta saca una tercera edición. Los poemas han crecido
más; se han ampliado como una existencia humana.
El
poeta desafía; confiado, optimista, sano, leal, indestructible.
No
aparece ni interior ni íntimo. Augusto contemplador,
no aparece soñador sino vividor de imágenes, descubridor
del mundo que le rodea y regocijado de su descubrimiento.
Autóctono sin ser folklórico, esencialmente norteamericano,
entrega sus versos desde un aislamiento que posee
en alto grado el sentido de la fraternidad. Tenía
codo a codo una fuerte tendencia a guardar el secreto
de sí mismo. Era comunicativo y cerrado. Y siendo
ególatra tiene un instinto magnánimo, desinteresado
Atento a la realidad social alcanza el sentido de
lo universal. No ha confeccionado cantos impersonales,
pero su persona trasciende a multiplicidad, a multitud.
Él
recupera los acentos de la Biblia hacia formas democráticas.
Acendra sus temas y rectifica el cauce de la poesía
hacia una amplitud que desmorona contornos, que riega
todo lo que estaba lejos de la poesía y no parecía
fértil poéticamente. Amplía. Emancipa. Señala. Su
módulo es el versículo.
He
aquí unos fragmentos del poema denominado "Canto
a mí mismo".
"A
los treinta y siete años de edad, en perfecta salud,
comienzo estos himnos con la esperanza de continuarlos
hasta en la muerte.
He
oído que narraban algunos juglares, historias de comienzo
y de fines.
Yo no hablo del comienzo ni de fin.
Nunca ha habido otros comienzos que los que presenciamos
cada día.
Más juventud ni más vejez que la que hay en la actualidad;
Nunca habrá más perfección qué la de nuestros días,
Ni más cielos ni más infiernos que los que existen
en la actualidad.
Impulsión,
más impulsión, siempre impulsión,
La impulsión es la incesante procreadora del mundo.
Bienvenido
sea cada uno de mis órganos y de mis atributos, y
los
de todo hombre puro y cordial;
Ni una pulgada de mi ser, ni un átomo son viles,
Ninguno de ellos debe serme menos familiar que los
demás.
Veo
detrás de mí el tiempo en que erraba en la niebla
entre verbosos y discutidores;
Ya no derrocho burlas ni objeciones, observo y espero.
Muchas
veces habréis oído decir lo hermoso que es obtener
las ventajas de cada jornada,
Yo os digo que también es hermoso sucumbir, que las
batallas se pierden en la misma intención que son
ganadas.
¿Qué
es un hombre después de todo? ¿Qué soy? ¿Qué sois?
Cuanto refiero a mi mismo, quiero que vos también
os lo atribuyáis,
Si no hubiera equivalencia entre vos y yo, sería inútil
que me leyerais.
Sé
que soy inmortal.
Sé que la órbita que describo no puede ser medida
con el compás de un carpintero.
Sé que no me desvaneceré como el círculo de fuego
que un niño
traza en la noche con un tizón ardiente.
Sé
que soy augusto,
No
torturo mi espíritu para defenderlo ni para que me
comprendan,
Sé
que las leyes elementales jamás piden perdón,
(Después
de todo no me juzgo más soberbio que el nivel en que
se asienta mi casa).
Existo
tal cual soy, eso me basta,
Si
nadie lo sabe, eso tampoco amarga mi satisfacción,
Y
si lo saben todos, igual es mi satisfacción.
Lo
sabe un mundo— el más vasto de los mundos para mí—,
Que
soy yo mismo,
Y
llegaré a mis fines, hoy mismo, o dentro de diez mil
años,
o
despues de diez millones de años.
Puedo
aceptar ahora mi destino con corazón alegre,
o
esperar con igual alegría.
Granítico
es el pedestal en que se apoya mi pie,
Yo
me río de lo que llamáis disolución,
Conozco
la amplitud del tiempo.
Soy
el poeta de la mujer tanto como el poeta del hombre,
Digo
que la grandeza de la mujer no es menor que la grandeza
del hombre,
Digo
que nada hay más grande que la madre de los hombres.
Canto
el himno de la expansión y del orgullo.
Demasiado hemos implorado y bajado la frente.
Muestro que la grandeza no es sino desarrollo.
¿Habéis
sobrepujado a los demás? ¿Sois Presidente?
Es
una bagatela, cada cual debe ir más allá de eso, avanzar
siempre.
Soy
el poeta del bien, pero no rehuso también ser el poeta
del mal.
Mi
actitud no es la de un censor ni la de un reprobador,
Yo
riego las raíces de todo lo que crece.
¿Desenvolvimiento
infinito de las palabras en los tiempos!
La
mía es una palabra moderna: la palabra ¡multitud!
Acepto
la realidad, no la discuto,
Comienzo
y termino impregnándome de materialismo.
Yo
soy Walt Whitman, un cosmos, un hijo de Manhattan,
Turbulento,
carnívoro, sensual, que come, que bebe, que procrea,
(No
un sentimental, no uno de esos seres que se creen
por encima de los hombres y de las mujeres, o apartado
de ellos.)
Yo
no soy modesto ni inmodesto.
Yo
transmito la contraseña de las edades,
enseño
el credo de la democracia;
¡Pongo
por testigo al cielo!
Nada
aceptaré que los demás no puedan aceptar en las mismas
condiciones.
Una
campanilla que azulea en mi ventana me satisface más
que la metafísica de los libros.
Creo
qué una brizna de hierba no es inferior a la jornada
de las estrellas,
Que
la hormiga es tan perfecta como ellas, y un grano
de arena, y el huevo del reyezuelo;
Y
el renacuajo es una obra maestra comparable a las
más grandes,
Y
la zarza trepadora podría ornar el salón de los cielos,
Y
la coyuntura más ínfima de mi mano desafía toda la
mecánica,
Y
la vaca que rumia con la cabeza gacha sobrepuja cualquier
estatua.
Y
un ratón es un milagro capaz de conmover sextillones
de incrédulos.
Podría
ir a vivir con los animales, tanto me place su calma
y su indolencia;
Permanezco
horas enteras contemplándolos.
No
se amargan ni se lamentan por su destino.
No
permanecen despiertos en las tinieblas llorando sus
pecados,
No
se descorazonan con disputas acerca de sus deberes
para con Dios.
Ninguno
se demuestra descontento, la manía de poseer no los
enloquece,
Ninguno
se arrodilla ante otro ni ante ninguno de sus congéneres
muerto hace millares de años.
Ninguno
de ellos vive con respetabilidad, ninguno exhibe su
infortunio a la curiosidad del mundo,
Así
me prueban su parentesco conmigo, y como tal los acepto,
Me
traen testimonios de lo que soy, me demuestran claramente
que poseen los más altos valores.
Sé
perfectamente hasta donde llega mi egolatría,
Sé
lo omnívoros que son mis versos, no dejo por ello
de escribirlos;
Yo
no he hecho mi poema con las palabras de la rutina,
Lo
he hecho como una brusca interrogación, alabanzándome
más allá de las cuestiones, a fin de ponerlas al alcance
de todos
Soy
el vagabundo de un eterno gran viaje (venid a escucharme
todos)
Me
reconoceréis en mi blusa impermeable, en mis recias
botas y en mi bastón, cortado en los bosques,
Ninguno
de mis amigas se arrellana en mi sillón,
No
tengo sillón, ni iglesia, ni filosofía,
No
llevo a nadie al hotel, a la biblioteca ni a la Bolsa,
Conduzco
a todos, hombres y mujeres, a la cumbre de un montículo,
Allí,
enlazando con la mano izquierda el talle de mi acompañante,
Le
muestro, con la diestra, paisajes, continentes, y
la ruta abierta para todos.
Digo
que él alma no es más que el cuerpo,
Digo
que el cuerpo no es más que el alma.
Nada,
ni el mismo Dios es más grande para cual que su propio
ser,
Digo
que quienquiera que anda doscientos metros sin simpatía,
marcha
envuelto en un sudario a sus propios funerales,
Y
yo, vosotros, sin tener un céntimo en el bolsillo
podemos adquirir lo más precioso de la tierra,
Y
mirar u observar una habichuela en su vaina, confunde
la ciencia de todos los tiempos.
Digo
que no existe oficio ni empleo en cuyo desempeño el
que se obstina no pueda convenirse en un héroe,
Ni
objeto, por vil y endeble que parezca, que no pueda
trocarse en el eje de la rueda universal.
Y
digo a cualquier hombre, a cualquier mujer: "Que
vuestra alma conserve su serenidad, el dominio de
sí misma ante un millón de universos!"
Y
digo a la humanidad: No seáis curiosos respecto de
Dios.
Yo,
que tengo tantas curiosidades, no tengo ninguna acerca
de El"
Ningún
lujo verbal podría expresar mi tranquilidad en lo
que atañe a Dios y a la muerte.
Nunca
sabréis lo que soy ni lo que significo.
Sin
embargo, para vosotros yo seré la salud,
Punificaré
y fortificaré vuestra sangre.
Si
no podéis alcanzarme en seguida, no os descorazonéis;
Si
no me halláis en un punto, buscadme en otro,
Yo
estoy en algún lado, esperándoos!
Son
más o menos mil palabras de las diecisiete mil y sobrantes
que componen el poema, ese poema que sumado a otros
no menos importantes formaban esa tercera edición
de "Briznas de Hierba".
Su
verbo empieza a adquirir la temperatura del deshielo.
El libro se vende, algo. Entre los escándalos, las
tempestades y las cóleras, entre las voces de los
que gritaban que la audacia de este personaje hirsuto
y vulgar que se había permitido entrar sensacionalmente
en la literatura, debía ser sancionada con el desprecio;
brotaron impensados amigos, admiradores fervientes.
En la ciudad más puritana — Boston — es donde encuentra
las simpatías más comprensivas. Los versificadores
cultos y viajadores, los polígrafos, los educadores,
los cosmopolitas, no podían todavía reconocer el genio
de Whitman. Y, aseguraban, que para distinguirse de
las voces usuales de la literatura, con el prurito
de atraer la atención sobre él, había publicado un
libro en esa forma.
Se
le atribuyeron leyendas denigrantes, entre otras que
era cochero de ómnibus. Esto nació del espíritu servicial
del poeta, que para guardar el puesto de un conductor
enfermo durante un invierno, condujo él un ómnibus
por las calles de Broadway.
Los
insultos, las discusiones, de buena o mala manera,
contribuyen a conjurar la indiferencia.
El
poeta continúa su vida habitual de apariencia holgazana,
sus atisbos de autodidacta multiplicando su contacto
con todas las formas, los objetos y los seres. En
suma; un superanimal humano haciendo gala de su magnífica
salud, de su carácter fuerte, de su humor parejo,
de su flema, de su sensualidad; pleno, primitivo,
expansionante, apasionado de experimentación, con
una inteligencia asombrada de cada átomo, acitateada
por sorpresas, alborozada de cada descubrimiento inédito,
para esculpirlo en su palabra y verlo con visos de
eternidad.
Sus
pasatiempos favoritos eran: observar la muchedumbre,
los espectáculos de la calle, cultivar la amistad
con camaradas intrascendentes, frecuentar la cabina
de los pilotos en los barcos, asistir a los teatros.
Los espectadores le proporcionaban tanto interés como
los actores o como la pieza de representación. Entre
la sala y la escena repartía sus observaciones. La
música llegó a ser " una de sus pasiones elementales".
Absorbió la influencia de las melodías italianas y
su predilección musical más marcada radicó en
el canto. La contralto Marietta Alboni "ejerció
sobre él una influencia soberana y permanente".
¿Para
ella estos versos?
A
UNA CANTANTE
Tomad
esta estrofa,
La
reservaba para algún héroe, orador o general,
Alguien
que hubiera servido la vieja y buena causa,
la
gran idea, el progreso y la libertad de la raza,
Algún
bravo afrontador de déspotas, algún audaz rebelde,
Más
veo que lo que reservaba os corresponde
Tanto
como a cualquiera de ellos.
Es
de suponer que el amor fué para él tan importante
como todo; como una hoja de árbol, como un hacha,
como una hormiga. León Bazalgette, panegirista dispuesto
a creer más que a dudar, hace alusiones al hecho de
una aventura amorosa en Luisiana y hasta se refiere
al hecho de una presunta paternidad. Para no restarle
perfectibilidad le adjudica, sin pruebas fehacientes,
la verificación de dos fases esenciales en la vida
de un varón normal: la mujer, el hijo. Pero, hay respecto
de eso, como una falta de curiosidad de sus íntimos
y un religioso respeto de sus biógrafos que provoca
conjeturas. Y lo peor; conjeturas en contra de Walt
Whitman. Existen aseveraciones de homosexualidad.
Pero, sigamos mejor guardando respecto de tal aseveración
ese religioso respeto de sus biógrafos y esa falta
de curiosidad de sus íntimos...
Fraternizaba
con aquellos que no eran intelectuales ni burgueses.
Se acomodaba mejor al lado de los cocheros en los
ómnibus que en las estancias confortables de las gentes
de salón. Su afectuosa camaradería podía parecer o
juzgarse a veces hasta inmoral, por su acercamiento
a seres desechados por la sociedad como algunos criminales
o delincuentes.
Observador
introspectivo, interlocutor de una muchedumbre anónima,
el trato regocijado y permanente con las existencias
comunes produjo la riqueza de este inculto que no
había hecho más estudios escolares que los de la escuela
primaria. El era menos raciocinante, razonador, que
perspicaz y adivinatorio. Se asegura que hasta poseía
un olfato tan sutil que le permitía percibir por medio
de él las horas del día.
Le
fascinaba el movimiento oceánico de las calles céntricas
de las grandes ciudades; sus millares de vehículos
y rostros, el espectáculo de sus peatones anónimos
y también el de las notabilidades del momento. (Entre
sus poemas figura un extenso "Canto a la vía
pública".)
Walt
Whitman vio así por primera vez al Presidente Lincoln,
bloqueado por la muchedumbre. Walt Whitman se encontró
así en la calle, una y cien veces con su admirado
presidente, hasta que de tantos encuentros llegaron
a saludarse cordialmente cuando se cruzaban en las
avenidas. Al estallar la guerra que se llamó de Secesión,
el poeta se plegó a las fuerzas del. Norte, a las
fuerzas de su admirado presidente, a las fuerzas finalmente
victoriosas que abolieron la esclavitud.
En
esa guerra que duró cuatro años (del 1861 al 1864),
Walt Whitman principalmente prestó sus servicios como
enfermero voluntario; Se granjeó el reconocimiento
de enfermos y médicos. El escribió: "El
efluvio magnético de las simpatías y de la amistad
hacen más bien que todas las medicinas del mundo."
Su
resistencia física, hasta entonces envidiable, recibe
aquí la marca de las limitaciones humanas. Aparentemente
sereno, su sensibilidad se agrieta de angustias. Sus
poros absorben la corrupción ponzoñosa del ambiente.
Pero
todavía le restan muchos años de vida, con otras experiencias,
con nuevas series sucesivas de hechos, de variantes.
Efectúa un viaje al Oeste. Va a Camden. Otro amigo
lo invita al Canadá. Durante un tiempo se despide
de sus errancias y de su pobreza desempeñándose como
burócrata en Washigton, en un empleo del Ministerio
del Interior. Este empleo lo pierde por un denuncio
y una comprobación del Ministro de que su subordinado
es un poeta autor de un "libro abominable",
capaz de publicar himnos al amor físico, capaz de
horrorizar a las gentes respetables.
Es
de preguntarse si cabe la designación de inmoral para
lo que no es corruptor. Cómo puede ser inmoral un
poeta cuya manera habitual de ser ha estado regida
por indudables fórmulas de puritanismo, viviendo casi
siempre con parientes modestos, usando una vestimenta
que el menos exigente hubiera calificado de pobre,
mantenedor de su vieja madre y de un hermano idiota,
saboreador de comidas simples y sustanciosas, preconizador
del baño, de la vida natural higiénica, enemigo del
tabaco y del licor, sin mayor inquietud de viajes,
ni efervescencias amorosas y que se expande poéticamente
sin hundirse en psicologías, con la sencillez de lo
objetivo, el vigor del liberado, lo acendrado del
ególatra, y que siendo la antítesis poética de Edgard
Allan Poe (su contemporáneo por quien durante largos
años tuvo antipatía) asistiendo a un homenaje póstumo
quiso decir y dijo: "Yo desearía y deseo todavía
para la poesía los rayos del claro sol, el soplo del
aire fresco, la fuerza y la pujanza de la salud, no
el delirio, menos el sentido de las más borrascosas
pasiones, siempre como fondo las moralidades eternas."
No queda más que una razón: inmoral solamente porque
en sus fórmulas poéticas no cupo la mojigatería sexual,
porque se otorgó la licencia de sus aptitudes para
escribir los Cantos Adánicos, porque, descriptivo
entusiasta y penetrante, con los sentidos no adulterados
por la cultura, su mensaje de alta poesía, henchido
de vida, abarcador de temas plenipotentes, volcado
hacia la naturaleza, modificó la transmutación de
los valores vitales o experimentales, redescubriendo
el mundo en una significación de ingenuo asombro y
de lenguaje libre.
Y
llega el tiempo de entrar en la categoría de los vencidos
invencibles. Veinte años de parálisis lo obligan a
corregir el rumbo de sus errancias andariegas, a desplegarse
en el ámbito de una silla, de una hamaca, o en un
rincón de jardín o entre las tan huidas cuatro paredes.
Vienen
amigos a visitarle. Buen escuchador, no derrocha palabras
de banal sociabilidad. Uno de sus gustos es recitar
hacer audibles los versos, con su agradable voz baritonal.
Vienen niños a verle, a estar largas horas con él,
entretenidos por sus relatos seductores. Su figura
de atleta inmovilizado trasciende al mismo optimismo
pletórico de siempre. "Briznas de Hierba",
el libro en perpetuó y lustral ascenso alcanza
la décima edición. Las dimensiones del sueño poético
de su vida fluctúan entre diez y doce mil versos.
Cuando la muerte llega, recoge un cuerpo de setenta
y tres años trasminado de plenitud y de inmortalidad,
no la inmortalidad que él hubiera querido, porque
su poesía no se ha hecho mayormente accesible a las
muchedumbres.
Walt
Whitman poeta del pasado y del porvenir, mundializado
y no popular, dominando colosalmente a todos los poetas
del continente americano, ha sido menos trajinado
e intensamente más traspasable que Poe, que Nervo,
que Darío. Su estilo, que no aparece torturado a fuerza
de rebuscas, de erudiciones, da la impresión de fluir,
pero es el resultado de una labor paciente.
Me
atrevo a decir — como punto final —- un poeta que
no será desestimado, pero que tampoco llegó a donde
soñó llegar; a la plurimundialidad.
Repito
lo que dije al comienzo: "El pueblo no sospecha
su polen en esa poesía piramidal que desafía a los
tiempos".
Y
repito uno de sus versos del "Canto a mí mismo",
que señalan su optimismo hacia él ¡quién sabe!
del futuro:
"Y
llegaré a mis fines hoy mismo, o dentro de diez mil
años, o después de diez millones de años".
Van
transcurridos sólo cincuenta.
Una
de las tantas veces que he recorrido las páginas de
"Briznas de Hierba" me he encontrado
con este fragmento de poema que me ha dejado pensativa
y avergonzada:
"Cuando
hube leído la célebre biografía
cerré
el libro y me dije: ¿Es esto lo que el autor llama
una vida de hombre?
¿Alguien
escribirá así mi vida después que yo haya muerto y
desaparecido?
Como
si hubiera alguien que realmente supiera algo de mi
vida.
Pero,
en otras páginas, él mismo me salva.
Nunca
sabréis lo que soy ni lo que significo.
Sin
embargo, para vosotros yo seré la salud,.
Purificaré
y fortificaré vuestra sangre.
Si
no podéis aleanzarme en seguida no os descorazonéis;
Si
no me halláis en un punto buscadme en otro,
Yo
estoy en algún lado, esperándoos".
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