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Pepita Turina

"ADMIRO PROFUNDAMENTE A LA JUVENTUD LITERARIA DE AHORA", DICE ARMANDO DONOSO.
(Diario La Nación, Santiago de Chile, domingo 19 de mayo de 1940)

Para una buena entrevista bastan dos minutos. — Chile puede señalar en el presente siglo un movimiento espiritual que nos vindica. —El mundo ignora la producción intelectual de América Latina. — Para mí el mejor crítico debe ser el mejor ensayista y el más completo de los artistas.

 

          Que encuentra peor: ¿entrevistar o ser entrevistado? La pregunta ha estallado ante quién sabe de las dos cosas.

          —Es más terrible ser entrevistado — declara explícitamente.

          —A los entrevistados no se les pide que esté dispuestos a ser dañados en su integridad, pero tampoco hay para que considerarse reo del interrogatorio y convencido de que por sus respuestas la opinión pública los va a condenar.

          Con la cultura y el don de gentes que Armando Donoso posee, da a entender que no encuentra justificación para ser entrevistado, pero por ningún motivo ha de entumecer la acción del periodista. Comprende perfectamente, que las conversaciones sostenidas para un inmediato futuro de publicidad tendrán un destino de biografía novelada. El repórter no es un mecanismo transmisor del pensamiento de otro. Entrevistar, tampoco significa entrever, ver confusamente: significa intepretar. Armando Donoso sabe que la arquitectura de sus frases no tendrá expresión fríamente fotográfica, sino la composición de aspectos que exigen las verdades periodísticas. No se trata de hacer calco de frases. Bajo una obligación así, un taquígrafo cualquiera podría hacer las entrevistas mejores. Alterar no es siempre adulterar.

          Armando Donoso  no hurta respuestas. Se acuerda cuando fue repórter. La primera vez que contó su vida don Crecente Errázuriz, se la contó a él. Allá por el año 25 o 26, persiguiendo a Voronoff, lo encontró a la subida de un tren, y el doctor le dijo:

          —¿Entrevistarme? "Tengo sólo dos minutos disponibles".

          —Y él respondió:

          —"¡Basta!"

          —"Como que va a bastar. Está usted loco"

          Acto continuo le concedió cinco minutos y el resultado fue un precioso reportaje que mereció una carta del celebérrimo.

          —Hablemos un poco de literatura chilena.

          —La literatura chilena de este último cuarto de siglo ofrece el más interesante y variado de los panoramas espirituales: tenemos nuestro "cuento"; es decir, autores de cuentos que han creado algo propio, bien arraigado a la tierra: Lillo, Maluenda, Gana, Santiván, D`Halmar; tenemos también nuestra novela con Barrios, Edwards Bello, Marta Brunet, Santiván, Prado, Espinosa, Eugenio González, Guillermo Labarca y tanto más, y esto es lo principal, nuestra poesía; "bien nuestra", rica original, con Magallanes Moure, Pezoa Véliz, la Mistral, Prado, Huidobro, Cruchaga Santa María, Neruda, Juan Guzmán, de Rokha, Préndez, Omar Cerda, Juan Negro, para no citar a algunos entre los mejores que nos han enriquecido con la expresión de su lirismo. Cito nombres y puntualizo, a trueque de olvidar a muchos, para no incurrir en afirmaciones antojadizas, porque se me ocurre que Chile pude señalar en el presente siglo un movimiento espiritual que nos vindica con creces de  aquella leyenda negra de Chile, país de historiadores y juristas, tontería estampada, a siete mil kilómetros de distancia, por Menéndez y Pelayo, cuyo juicios, a veces, carecían de cabal información.

          —América no enaltece lo suficiente a los suyos.

          —El mundo ignora la producción intelectual de América Latina. Perdonemos esto, si debido al idioma y a la falta de traductores, Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, nos ignoren. Lo que nos duele es la absoluta incomprensión de España, que aunque ha editado libros de América, no se ha interesado jamás por los libros de América. No hemos conmovido a la progenitora España. ¿Cuántos nombres literarios nuestro conoce? ¿Y de estos nombres a cuantos estima? No ha puesto a nuestros escritores a lado de lo suyos, vivificados por una digna consideración.

          —¿Y los jóvenes de hoy?

          Admito profundamente a la juventud literaria de ahora. Nace hecha. No mira a sus mayores no los consulta. Tiene su estado de gracia y se verefica en si misma sin temores. Mi generación tenía miedo de publicar un libro; dudaba si era llegada a la hora, si estaba en su punto el estado de madurez y miraba a su alrededor buscando de antemano alguna aprobación. La juventud de hora escribe y publica. Si hubiera facilidad editorial, habría inundación de libros ¿Buenos? ¿Malos? Libros de hoy; valientes hechizos de una juventud despierta, animosa, capaz.

          El último concurso de poesía de la Sociedad de Escritores exigía ser inédito. Y se presentaron sobre sesenta poetas. Sesenta poetas inéditos que se presentan significa por lo menos otros sesenta que no se presentaron. Calculemos un centenar de poetas que ya pueden publicar un libro. Cien poetas mas sobre lo que ya Chile tiene y luce. Se ve de inmediato que el problema editorial es tremendo. Debía haber una sección oficial que comprará un número determinado de ejemplares como se hace en Argentina y México. No sé exactamente la cantidad que el Fisco adquiere en esos países, pero sé que con esa sola adquisición, al editor le interesa imprimir el libro. Los libros van desapareciendo. La edición de Pezoa Véliz que hizo Ernesto Montenegro no se ha la encuentra por ninguna parte. Y con creciente desidia se produce la muerte obligada de libros que no están todavía destinados a morir. Yo, durante muchos años, contribuí a editar varios libros chilenos. Creo que hice una buena obra.

          —¿Y la literatura infantil? Nené Aguirre, Schanke…

          —No me siga nombrando. Me acerco con prevención y anticipada angustia a la literatura infantil. Soy partidario de que el niño juegue y no escriba. El dibujo, la pintura, son formas de arte que en la creación infantil pueden proporcionar alegría. El escrito no. Los libros de los niños me apenan. Esa creación es como obligarse a un dolor anticipado, como forzarse al recogimiento. Y el niño recogido con la literatura floreciendo en sus manos, me da la impresión de un ser físicamente enfermo.

          —Chile tiene también una expresión propia en su arte femenino.

          —Para mí Gabriela Mistral, Rosa Renard, Amanda Labarca y Marta Brunet representan el índice de una cultura interesante que se traduce en obras dignas  de trascender más allá de nuestras fronteras. Si usted oyó el último concierto de Rosita, pude dar fe de mi afirmación.

          —A usted, que ha hecho obra de crítico, le he escamoteado la que pudo ser una pregunta inicial.

          —¡Habría tanto que decir al respecto! Para mí el mejor crítico debe ser el mejor ensayista y el más completo de los artistas. Ha muerto ¡hace tantos años! La crítica de ápices y de gramática, para dar paso a las ideas, a la de conceptos puros. Coloque usted junto a André Gide u Ortega y Gasset al más aventajado de los puristas, de los gramáticos y advertirá su indigencia mental. Un escritor debe manejar su lengua como un recurso natural y nada más, aunque rabien los manes de palmeta. Recuerdo que Alejandro Venegas (nuestro Dr. Valdés Gange) nos decía a menudo en el Liceo: Cervantes fue en su tiempo tan incorrecto como cualquiera escritor de hoy, lo cual no quita que las "autoridades"  del idioma lo hayan canonizado. El lenguaje es cosa viva y se escribe como se habla, con la debida propiedad del caso. Por eso creo que la crítica ratonil, que anda a caza de pequeños errores, es tan tonta como todas las cosa de pedantería. La obra del escritor se venga de la crítica, viendo. Y esta es la única ley. El crítico merece existir si tiene algo propio, algo interesante que decir. Con la digestión de los errores ajenos, no pude alcanzar a interesar a nadie.

 

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