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Comentario
de Cine
Pepita
Turina
EL
RETRATO DE DORIAN GRAY
Diario
La Opinión, Santiago de Chile 1 enero de 1946
Cuanto
hay detrás de una película, el pensamiento de
un esteta como fue Oscar Wilde, y ante los ojos
un elenco de actores inteligentes y apuestos,
entonces, sólo entonces puede resultar
algo así como EL RETRATO DE DORIAN GRAY.
Oscar
Wilde interpretó en Dorian Gray una vida, con
esa realidad reducida a ideas trasladadas a
una obra de arte. A él no le interesaba representar.
en sus novelas al mundo, sino representar
ideas respecto de ese mundo, es decir frases.
Y la realización de este film aprende, entre
frases y figuras apuestas, estos resultados
wildeanos.
La
película, como el libro, no se basa en ninguna
realidad acontecida ni posible; es sólo la exhuberancia
imaginativa en una interpretación del mundo,
en sus elementos integrantes, y no reales, con
una fantasía parlante que es la que desarrolló
Wilde en su vida y en su obra, sabiendo exponer
frases con elementos de juicio un tanto cínico,
un tanto desafiante, ameno e irreverente.
El
exceso de diálogos del cine hablado, diálogos
artísticamente nulos que han enturbiado el trabajo
artístico de tantos actores y actrices de belleza
física extrahumana, aquí se matizan con los
interlocutores. Aquí la sensibilidad del espectador
cinematográfico, corrompida por la exigencia
de parejas apuestas recibe el goce de los ojos
con un refinamiento de figuras, movimientos,
trajes y frases. Aquí, los arquetipos de buena
figura, tan eficaces para sustituir el contexto
interior, entregan una substancia refinada.
Los
diálogos adolecen, eso si, de exceso de rapidez,
tal vez para un mayor acopio de frases en el
menor tiempo posible. Por último, es una película
doblada en castellano, y para los enemigos del
doblaje esto será siempre un defecto serio.
El
actor que interpreta a Dorian Gray es idealmente
buenmozo, y sin embargo parece desvirtuarlo
en lo esencial, porque, tal vez, uno siempre
ha pensado que como Dorian Gray era inglés,
debía representarse por un tipo rubio. Ahora,
en si, el asunto del retrato es desconcertante.
Cuando recién pasa y la juventud se identifica
con la del cuadro, casi diríase que por el colorido,
que por la gracia del artista, lo supera. Pero
después... Si Wilde hubiera podido asistir a
la verificación cinematográfica de su novela,
¿hubiera permitido ese retrato de caso clínico
esa piel pustulosa esos 90 años físicos, para
representar la madurez de un hombre de alma
corrompida? Creo que aquí cabe reprochar un
exceso de desarmonía. Aunque, seguramente, todos
tendríamos un alma peor sí estuviéramos seguros
de que no se nos marcaría exteriormente la más
mínima huella. Dorian Gray, al menos en el cine,
todavía no había. envejecido lo suficiente para
tener un alma tan caduca, y no impresionaba,
siguiendo tan de cerca sus pasos, como que vivía
lo que vivía, sino que más bien era víctima
de alguna fatalidad o de alguna instigación
que lo arrastraba a las acciones bajas y a los
pensamientos viles.
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