Artículos
Pepita
Turina
LA AMISTAD ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER
Diario
El Correo de Valdivia, Chile, viernes 6 de julio de
1934 p. 5 columna 1 a 4
Diario
el Rancagüino, Rancagua, Chile, domingo 26 de noviembre
de 2000, p. 4.
A
mis manos llegó, no hace mucho, una misiva firmada
de un modo ininteligible ¿por un hombre o por una
mujer? que me dice así: ¿La amistad entre el hombre
y la mujer, cree usted que existe? Se la juzga y yo
la juzgo una mujer muy espiritual, alejada de la órbita
de las atracciones carnales, y se ha dicho que la
amistad. bisexual es privilegio de los espíritus superiores.
Por eso, lo que usted diga será mi credo. Pero con
una condición: la de que me responde usted públicamente.
No
temo responder públicamente a su pregunta. He estudiado
con fervor este problema; en mí, en los
que han estado al alcance de mi observación; en la
vida propia y en las vidas ajenas; en la historia
y en la novela; en la realidad de lo ficticio y en
lo ficticio de la realidad… y he llegado a conclusión
de que la amistad neta entre un hombre y una mujer
no existe, ni ha existido jamás...
Usted
sabrá que en el caso de una amistad bisexual neta,
tendría que darse consistencia al espíritu puro. Y
Nietzsche que sabia mucho a dicho que “el espíritu
puro es mentira pura”, que “el espíritu puro” es una
pura estupidez: si hacemos abstracción del sistema
nervioso de la “envo1tura terrestre” nos engañamos
en nuestro cálculo, ¡nada más!... “Y en la envoltura
terrestre”, no lo olvide, nunca las mujeres dejan
de ser mujeres ni los hombres hombres... Se ha visto
siempre, aunque a veces de un modo engañoso y sutil,
en la amiga del varón un dejo de coquetería... y en
el amigo de la mujer un algo de contemplación.
No
crea a los que considerándose seres privilegiados
pregonan su cualidad superior, de poder ser amigos
solamente, en un lapso considerable de años, con una
continuidad ininterrumpida e intima… No les pregunte
si esa intensidad puramente amistosa, ha arrastrado
un poco de barro carnal en su fondo, porque no serán
capaces de confesárselo, porque no le dejarán
penetrar en el recuerdo o en el olvido de muchos instantes
de caídas veniales, que, como los pecado veniales,
no condenan al fuego eterno y podemos pasarlos por
alto en los confesionarios.. Esas venialidades que
no se reconocen, que quizás no se retienen... pueden
no tener importancia, porque no empujan con fuerza
hacia el amor, pero rizan el lago tranquilo de la
amistad, con equívocos reflejos del sexo...
La
amistad entre el hombre y la mujer no existe sino
en el sentido complejo de los seres y de las circunstancias:
en un sentido hondamente superficial...
La amistad bisexual es el juego de los “a veces”
y de las lejanías... No resiste una intimidad verdadera,
ni un contacto diario, ni una verdadera gustación..
Si en el engaño de la comprensión se prende tantas
veces el sexo ¡cómo no se va a enredar en una comprensión
verdadera, que es el eje de las grandes y verdaderas
amistades!
Duele
siempre lo que recibimos por mitades, sabiendo que
hay algo más completo... Y el ser espiritual y superior
aspira a las perfecciones posee, sensibilidades más
agudas y más sutiles que el ser mediocre o puramente
animal. Y desde que la amistad asocia dos seres espiritualísimos,
hay una contemplación de belleza que se detiene en
los detalles, que admira, que ama...
En
las amistades bisexuales duele a ambos — o en ocasiones
especiales a uno solo — que aquella otra atracción
pueda escaparse... Hay gérmenes de amor en toda amistad
espiritual, gérmenes que no fructifican, que se detienen,
acaso porque cada uno no se atreve a confesar “aquello”
que le señalaría como al “inferior”. El hombre cree
que la mujer, su amiga, no le ha mirado nunca con
ojos de amante... Y la mujer cree también eso de su
amigo… Y gozan en sentirse superiores, en crecer y
en querer serlo; gozan en mantenerse así; gozan por
su instinto aplastado por la grandeza de su amistad…
Y esa satisfacción soterra el grito indeclinable de
la potencia sexual. Soterra no apaga, no puede apagar
siempre y por siempre la hoguera en que se cumple
el rito de la juventud y de la vida... Dentro de esas
amistades reside la satisfacción, en creerse superiores,
no en serio... No creo que ser solamente amigo: de
un ser de sexo opuesto signifique superioridad; más
bien creo que falta allí el encanto de la atracción
amorosa, que hay algo de incompleto y, acaso de anormal…
ya que una gran amistad sin cariño no es concebible;
es demasiado fría... Y el cariño ¿no es ya entre un
hombre y una mujer un complejo derivado del amor...?
Y es más probable que somos inferiores cuando no sabemos
hacernos amar... Ser amiga solamente es tan poca cosa
como ser amante solamente... Compadecemos por igual
a la amante a quien le hurtamos la espiritualidad
de su hombre y a la amiga espiritual a quien robamos
el cuerpo de su compañero... La superioridad humana
parece consistir en este caso en que del ser que preferimos
nadie pueda robarnos nada; ni la carne ni el alma,
ni el pensamiento ni el corazón; en llegar a ser el
complemento integral de aquella vida...
Es
verdad que hay una especie de fidelidad en
ciertas amistades… Es verdad que hay en los
seres espiritualmente superiores una fuerza moral,
una conciencia moral que sofoca los impulsos
indelicados... Porque cuando una potente espiritualidad
nos anima hombres y mujeres sabemos ser fieles amigos
y sufrimos si algún intento recóndito vagamente visible
nos empuja hacia otros derroteros... No seriamos jamás
compañeros, equívocos. No duelen las murmuraciones
de las gentes que dudan. No queremos esas dudas…No
deseamos romperle al amigo los lazos de otros afectos,
si los tiene… Somos fieles en todo… No podríamos decir
ni siquiera que somos heroicamente fieles por que
la fuerza espiritual y moral por si sola nos mantiene…Y
entonces somos así y porque queremos serlo…
En
ese sentido somos superiores, pero no olvidamos que
somos humanos, pues al no ser humanos no seríamos
superiormente humanos.
A
pesar de todo consultante de la firma indescifrable,
y acaso por todo eso, la amistad bisexual es atractiva.
La diferenciación entre el temperamento varonil y
femenil abre magníficos paréntesis de descubrimientos
y tiene tonos delicados y profundos… ¡Qué importa
que no podamos ser netamente amigos! ¡Que importa
que haya a veces una mirada amorosa, una palabra demasiado
dulce, un roce turbador, si eso no ha de desvirtuar
enteramente nuestro compañerismo! Si sobre la amistad
desciende a veces el amor y seguimos siendo solamente
amigos, también sobre el amor descienden momentáneos
odios y seguimos amando…
|