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LO
QUE SE LEE
Pepita
Turina
RECUERDOS
DE MI PADRE
EL
MUNDO PEQUEÑO de un habitante de pequeños pueblos
(La Ligua, San Felipe, en las primeras décadas de
este siglo), da la grata sensación de que es escritor,
ya adulto, que los recuerda, los siente, los ha sentido
como algo sorprendente (Editado por Nascimento).
No sólo el padre aparece en las primeras y siguientes
impresiones de la infancia de Hermelo Arabena Williams,
sino los amigos, las profesoras, los sirvientes, las
visitas, los personajes y las cosas; los muebles,
los objetos, los regalos y hasta el repugnante disgusto
de tener que tragar el purgante de la época: el aceite
de ricino.
Son
recuerdos emotivos, bondadosos y esmerados. Las primeras
79 páginas pertenecen a las rememoraciones del autor.
Las restantes corresponden a una antología de los
textos literarios del padre, tanto formales como chistosos.
Y el hijo ha puesto dedicación en dar a conocer poesías,
artículos periodísticos, pensamientos de su progenitor.
Libro
de lenguaje despejado, entre otros méritos, sólo por
el amor filial que representa merece una reverencia.
Hasta
las disposiciones torturantes que "los grandes"
decretaban para los niños, con esa dictadura absoluta
en que no había otro recurso que obedecer, aparecen
aquí en el claroscuro del tiempo, como el amable que
provoca sonrisas. Al recobrar los recuerdos. Hermelo
Arabena Williams cuenta deliciosamente cómo el padre
lo amarraba, a un de las patas de su escritorio, para
que se mantuviera tranquilo a su lado. Y lo consideraba
"un bondadoso censor". Las reprimendas y
los sustos que se inculcaban a los niños, las frases
proverbiales para educar, los obligados estudios de
piano de las niñas, las lágrimas que se lloraban por
las dos cuadra que parecían inacabables para llegar
al colegio, los contactos con la religión católica,
en que había que cumplir con procesiones y ceremonias,
en fin. Los detalles ambientales son de primera. Hay
mezcla de historia política, social, religiosa, mundana.
El pasado embellecido por el tiempo que lo pulió como
un esmeril, alisando las aristas, es el que evoca
Hermelo Arabena Williams. Son páginas de un escritor
que trabajó su pasado en el oro fino del lenguaje
y con el amor entrañable por su padre.
¿HA
ALMORZADO LA GENTE?
BALTAZAR
CASTRO no necesita de presentación alguna, dice la
Editorial del Pacífico, que ha lanzado el libro a
esos lectores ansiosos de regocijarse con estas crónicas
cautivadoras que, aparte de su brevedad, manifiestan
otros aspectos positivos. Conjugando descripciones
realistas, don Balta, como le dicen sus amigos y conocidos,
es dueño de una adecuada perspicacia estilística,
que lo caracteriza.
No hay que seleccionar nada, aunque el autor, al comienzo,
nos prepara diciendo que hay malezas y ripios. Bien
puede que los haya. No se encuentran, porque están
perdidos entre tantos aciertos y revestidos de tanta
gracia que, como la zarzamora, que es maleza, ofrece
conocimiento de su fruto, la más exquisita mermelada.
El autor describe la peculiaridad de un constructor
de ataúdes, que había resulto hacerlos todos del mismo
tamaño, y cuando le toco una finada mucho más pequeña,
le desapareció en el ataúd- En asuntos de cocina,
se capta cómo bien conoce las especialidades criollas.
Al referirse a su infancia escolar, dibuja de cuerpo
entero la figura del profesor de Ciencias, a quien
le apodaba "El Flauta", con tan vivos contornos,
que no se concibe que se le pudiera sobrenombrar de
otra manera. Y al tocar la política, los tijeretazos
son de una sutileza tal, que solamente los lectores
avisados reparan en los cortes que ponen flecos a
la tela más entera.
Los
nombres de las personas son una gloria: Valericio
- de el que dio a la vaca Valericia -, Enésforo Telésforo,
Indalicio, Ceferino, Atilio, Emelino.
Las palabrotas tan justas y bien ubicadas que forman
parte de los relatos, demuestran que sin ellas no
sería veraz. Las palabrotas no se endilgan porque
sí; forman parte importante del lenguaje. Las obscenidades
igualmente.
Tampoco faltan reflexiones atinadas. He aquí una muestra:
"Dedicar energías a desandar el tiempo ido es
parecido a ir con un tarro de engrudo en otoño, tratando
de pegar al tronquerío las hojas que las ventoleras
desparramaron por caminos y potreros. ¿Para qué? Mejor
sería fijar la atención en las raíces".
Libro chilenísimo. En que los temas económicos, gastronómicos,
laborales, políticos, íntimos y sociales, principalmente
del campo, verdean como el mejor de los pastos.
Baltazar
Castro se llama Baltazar con zeta, como los Reyes
Magos y es un chilenazo mago, que en su conversación,
como en sus escritos, encumbra el lenguaje hasta lo
más certero y ameno.
EL
ÚLTIMO MAR DEL MUNDO
NICOLÁS
MIHOVILOVIC, por sobre tantas clases de los mares
que bañan la prolongada costa de Chile (mares plácidos
y borrascosos, nortinos y sureños), ama el mar de
su región: Magallanes. Dice, en palabras que comienzo:
"Nací cerca del mar. A trescientos metros de
mi cuna rompían las mareas bajas; las altas inundaban
el patio de la casa. Viví 40 años mirando el mar".
En una goleta que parte de Punta Arenas, viajan 19
hombres y en ella, junto con los vaivenes del barco-barquichuelo,
se entretejen las peripecias inherentes a esa clase
de aventuras.
Entre embarques y desembarques, el novelista describe
exactamente el bravo mar del extremo sur de Chile,
"Donde las tormentas se persiguen unas a otras
eternamente" y los hombres que allí se retratan
muestras las razones y las sin razones que llevaron
a yugoslavos, italianos, portugueses, y de diferentes
nacionalidades, en busca de lo que no tenían. ¿ansias
de riqueza? ¿huida de algo?
La preponderancia de ese mar difícil, helado, esta
descrita con fruición: las borrascas, las lluvias,
las neviscas y las nevadas, los vientos huracanados,
junto a él la manera de ser de los hombres que navegan
en esa goleta, para llegar por fin a donde iban, y
volver, no tan ricos como para realizar grandes anhelos
y cambiar, pero ya decididos a insertarse para siempre
en la ciudad de Punta Arenas.
Con pluma apasionada y veraz amor por la región, Mihovilovic
vértebra su acción novelesca. Y el mar-testimonio
le ayuda en su tarea prestándole el rigor del clima,
las circunstancias auténticas que desde niño le tocó
auscultar.
La narrativa magallánica se enriquece más con el
aporte de este libro, editado por Zig-Zag. Al ritmo
del lenguaje resulta fácil comprender cómo el autor
ha manejado su material, para dar realce a lo que
quiere. En el ámbito de sus experiencias, el placer
de contar se refleja en cada detalle. Aunque podría
ser un libro dramático, no lo es. Quien lo ha escrito
no es un hombre de mente torturada.
PARA
NACER HE NACIDO
DESDE EL COMIENZO Pablo Neruda fue un buen escritor.
Y la inmadurez como la madurez le otorgaron el don
inapreciable de su decir, hecho de magia y poder "Sin
mirar hacia ninguna dirección, libremente, inconteniblemente,
se me soltaron los poemas".
De esta corriente no detenida sino por la muerte,
de los rincones, de los olvidados, del gusto añejo
de escritos en prosa, publicados en años distantes
han extraído los recopiladores este sabor a Neruda.
El libro se divide en siete cuadernos. Es muy temprano.
Imagen viajera. Fuego de la amistad, Navegar en el
humo, Reflexiones desde Isla Negra. Lucha por la justicia,
Pablo Neruda habla. En el Fuego de la Amistad repuntan
los amigos, algunos porque tuvo a montones tanto como
importantes como deleznables amigos.
Por el don de la escritura, se trata de acercarnos
a un Pablo Neruda hombre: la amistad tiene exaltación
literaria, los odios se revelan atenuados y justificados,
los desamores no cuentan y tantas otras actitudes
bastantes contradictorias no se insinúan. La depuración
hace que para editar estas páginas se haya escogido
el anverso de una vida y no el reverso. Aquí hallaremos
lo que su viuda y el recopilador quieren.
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