Prólogo Pepita Turina Magallánica Universal Carta de mi tiempo al sin tiempo Pepita Turina y su actividad en el IBBY
Resonancias con Multidiálogo de Pepita Turina Pepita Turina, la desconocida de si misma Despedida y espera por Pepita Turina Volver
(Texto escrito después del esparcimiento de sus cenizas en el Estrecho de Magallanes)
Oreste Plath

Ella vivía para la literatura, pero sin publicar como era su capacidad de trabajo, pese a sus siete libros editados.

Me dio dos hijos (mellizos), una niña y un varón que ella supo orientar con su acción formativa.

Silenciosa, introvertida, sólo se liberaba en la propia soledad.

Trabajaba en quietud, no le agradaba que invadieran su silencio.

Cultivaba un saludable apartamiento; seleccionaba el coloquio. No dejaba que se adueñaran de ella, ni ella de nadie. No se sociabilizaba; tenía conciencia de unicidad. Dominaba toda su persona, conducta, actos, gobernaba sus juicios.

Dialogaba con los libros algunas veces; en la conversación ahondaba, profundizaba su pensamiento. En sus apreciaciones era sincera, franca, apasionada de la verdad, Exteriorizaba todos sus sentimientos y siempre tenía bastantes inexpresados. Sus ideas, su conducta, no se ajustaban a la realidad y frivolidad cotidiana.

Apreciaba las vibraciones más sutiles del complejo humano. Se captaba en ella una aptitud tenaz, no una rebeldía negativa, sino temperamental y literariamente constructiva. Tenía sus propias ideas políticas, religiosas y artísticas. Sus impresiones escritas y habladas eran su veracidad; camino poco grato para los que gustan de las respuestas halagadoras. No cultivaba la simpatía por medio de la expresión gratuita, ni buscaba el canje social.

Una operación fue por años una constante emocional que la dominó hasta alterar su equilibrio mental que la llevó al exterminio de su vida por propia voluntad.

La emoción fue más fuerte que la razón.

¿Hasta dónde se puede soportar la angustia, una enfermedad, que aniquila?. En ella fue cada vez más pavorosa y lancinante, la que la llevó a pensar en la muerte, pensamiento que elaboró lentamente, hasta realizarla sin fallas.

Ahora vuelve a la zona voluntariosa, donde el hielo y el viento afilan sus cuchillos, donde la aventura y la desventura solidarizaron. Aquí llegó su padre íntegro y aquí quiso quedar desintegrada.

Vuelve a donde nació, pero no queda tendida, quieta inerte. La dejo entregada a estas aguas, al flujo y reflujo, proximidad y lejanía, para que la lleven y la traigan. Así era ella, cuando hablaba su corazón lo contenía su razón. Vivió en constante remoción, por eso, seguramente, quiso quedar entre dos océanos.

 

 



© Karen P. Müller Turina