Ernesto Livacic Gazzano

          “Dejó Punta Arenas a los cinco años: Escritora Pepita Turina volvió a su tierra natal”, tituló ese día el periódico. (1)

          En efecto, aunque luego residiera por largas décadas en Valdivia -donde comenzó a escribir- y finalmente en Santiago -donde proseguirla haciéndolo-, nunca negó u ocultó su condición de magallánica. Más bien -ya lo apreciaremos-, se enorgullecía de ella. El lapsus en que algunos han incurrido al calificarla como “escritora valdiviana” es por entero ajeno a su propia responsabilidad.

          Es cierto, sí, que, a falta de una temprana experiencia del paisaje vernacular a una edad consciente, sólo entonces, en 1976, descubrió físicamente su terruño con toda su fuerza y toda su belleza, de lo cual dejó hermosa constancia escrita. (2)

          Simultáneamente, con la claridad analítica y la franqueza que la caracterizaban, precisó que era una escritora no regional, en el sentido de no ambientar en Magallanes sus creaciones.

          ¿Implica ello que sea irrelevante su origen en Punta Arenas? Pudo serlo desde el punto de vista de los lugares en que residiera durante la mayor parte de su existencia, pero no así en lo atinente a su sustrato espiritual y a la expresión que le diera en su obra creativa. Ella estaba nítidamente consciente de esa fuerza: “Veinte años viviendo en Valdivia, donde nací literariamente, y cuarenta en Santiago, no me hacen valdiviana ni santiaguina. El lugar donde se nace es como la patria: no hay más que una sola ... Nada ni nadie puede quitamos la condición, por fortuita que sea, de pertenecer al punto geográfico de esta esfera terrestre y celeste que rueda por la magnitud del Cosmos”. (3)

          Las tierras patagónicas se caracterizan por la majestuosidad única de su naturaleza y por el rigor de su clima. Durante mucho tiempo, también por su aislamiento en relación con el resto del país. Es comprensible que, hasta hace cuarenta o cincuenta años, cuando la aviación comenzó a obviar esta última limitación, sus escritores -principalmente los narradores y los dramaturgos- se esmeraran en darlas a conocer a través de sus obras, lo que, por lo demás, ha dejado más recientemente de ser su impronta.

          Pero Magallanes es, no menos, la singular fragua en que se acrisoló un admirable proceso de integración cultural, con significativos aportes de inmigraciones internas y externas. Y ello, paralelamente, favorecido sin duda por el trabajo interior a que invitan sus rigores metereológicos, incentivó en sus hijos cultores de la pluma -sobre todo, en los poetas y en los ensayistas- la exploración de las temáticas universales.

          Se da así la paradoja de que el escritor magallánico pueda serlo lo mismo por su regionalismo que por su universalidad. (4)

          No cabe duda de que el caso de Pepita fue el segundo.

          Con nitidez conceptual, ella atribuía las fuentes de esa perspectiva a dos factores: el provenir de una familia de inmigrantes croatas y el tener el castellano como lengua nativa. Certera interpretación: el aporte de los antiguos yugoslavos fue fundamental en Magallanes, más que en los predios de la lectura o del pensamiento letrado, en su apertura de mente hacia otras culturas -hasta la asimilación- y en su peculiar combinación de lo racional, lo ético, lo sentimental y lo aventurero en su propio comportamiento; por otra parte, como nos recordaría hace poco un catedrático español, la cultura no es otra cosa que “un modo de ver el mundo a través de la lengua”. (5)

          Permítaseme destacar algunas ocasiones y actividades en que Pepita demostró inequívocamente esa fibra cultural y universal de raigambre magallánica:

          -En 1960, “con motivo del sesquicentenario de Chile, para destacar a intelectuales descendientes de los pioneros yugoslavos” (6) su contribución a la narrativa nacional, tomo a su cargo la iniciativa del Instituto Chileno-Yugoslavo de Cultura de elaborar la antología “6 Cuentos de Escritores Chilenoyugoslavos”. De estos, cinco son magallánicos: Zlatko Brncic, Francisco Berzovic, Simón Eterovic, Domingo Tessier y ella misma.

          -En julio de 1980, en Santiago, tuvo participación activa en el I Encuentro Nacional de Escritores de Magallanes.

          Allí, en su ponencia “Contribución de la literatura magallánica al acervo cultural chileno” (7), expresó en parte:

          “Yo diría: ‘Habla del mundo, de la vida, de ti mismo y representarás a tu pueblo’...

Como tantos otros magallánicos, fui trasladada lejos de mi ciudad natal y sé poco de ella... (8)

          Mis intereses no empiezan ni terminan en una zona, ni siquiera en una época. Me acerco con la misma atención a Plotino (del año 200) que a Julio Cortázar (de estos años que se acercan a 2.000). No soy menos magallánica por eso, ni represento menos a mi país.

…"Los escritores hijos de yugoslavos tenemos a Yugoslavia en la sangre, en la herencia, en nuestra composición sanguínea, en el color de nuestra piel, de nuestros ojos, pero eso no es integralmente nuestro Yo. Para nosotros, nuestra razón de ser es el idioma que hablamos y en el que escribimos.Para nuestros padres yugoslavos Chile fue su patria de adopción, para nosotros la cuna de nuestro idioma. Y con el desde cualquier parte de la tierra somos chilenos, somos magallánicos”.

-En 1982, “con entusiasmo y sentido de integración” (9), concurrió al Segundo Encuentro Nacional de Escritores de Magallanes, celebrado en Punta Arenas.

Una revista capitalina ilustró su crónica de este evento con una elocuente

-simbólica, diríamos- fotografia en que Pepita, del brazo de su marido -Oreste Plath-, encabeza la marcha de un grupo de escritores que desafian la lluvia y el viento en su visita al Instituto de la Patagonia. (10).

Entrevistada por la prensa local, declaró con cálida y expresiva espontaneidad:

“Los escritores hijos de yugoslavos, cuyos padres, pioneros que ayudaron a engrandecer fuera de la intelectualidad su tierra de adopción, como yo, Nicolás Mihovilovic, Domingo Tessier, Francisco Brzovic, ahora nos sentimos valorizados en un aspecto diferente y tenemos que estar agradecidos de poder participar en un encuentro de escritores magallánicos.

... Al reunimos en Punta Arenas, no sólo nos conoceremos más por cercanía... No sólo podremos resolver algunos de nuestros problemas, sino que tendremos el agrado de llegar a un primer plano, de integramos a los valores magallánicos de otra índole, y de sentimos bien acogidos por los habitantes de la tierra que nos vio nacer, y que, más de uno, vivimos lejos de ella”. (11)

-Para la Feria de Escritores Chileno-Yugoslavos, realizada en Santiago entre el 7 y el 9 de marzo de 1986 por feliz iniciativa del entonces presidente del Instituto Chileno Yugoslavo de Cultura, Domingo Tessier (Mihovilovic), Pepita aportó varios de sus libros. Me imagino que el envío de los mismos constituyó uno de sus últimos actos en vida. ya que nos dejó cuatro días antes de su inauguración, en la que, por cierto, le brindamos nuestro sentido homenaje.

          No fue el único. Ese 1986 fue un año aciago para los autores chilenos de origen croata. Además de Pepita, partieron al más allá Vicente Boric, magallánico, y Amalia Rendic, antofagastina, que habían concurrido asimismo con sus obras a la Feria. Se ofreció por todos ellos una Misa de Réquiem celebrada en el Templo de la Gratitud Nacional por el sacerdote salesiano y escritor magallánico Simón Kuzmanic, quien en su homilía recordó de modo documentado y emotivo a los tres escritores desaparecidos.

          Así, del otro lado de la muerte, Pepita seguía -sigue- presente bajo el doble signo de la gratitud y de lo magallánico, en ella universal por fuerza del ancestro y del idioma.

"Esa pervivencia en el espíritu alcanzó su clímax al ser solemnemente esparcidas sus cenizas mortales en las aguas del Estrecho -última voluntad suya que ratifica definitivamente su sentimiento de pertenencia magallánica-. Aquel día de noviembre de 1990, retornó a su región natal, esta vez para siempre".

 

 

 

(1) Diario La Prensa Austral, Punta Arenas, Chile 29 de enero de 1976, pág. 5.
(2) Pepita Turina, ¿Quién soy?, Agrupación Amigos del Libro, Santiago, Chile 1978, págs. 22 - 23.
(3) Id., pág. 23.
(4) He desarrollado más latamente este punto de vista en mi ponencia LITERATURA, UN CAMINO PARA DESCUBRIR MAGALLANES, presentada al Primer Encuentro Nacional de Escritores de Magallanes y reproducida en la revista Mapocho, Nº  28, Santiago, Chile, 1980, págs. 115 - 119.
(5) Amando de Miguel, EL ESPIRITU DE SANCHO PANZA. EL CARACTER ESPAÑOL A TRAVES DE LOS REFRANES, Espasa-Calpe, SA., Madrid, España 2000, pág. 239.
(6) Pepita Turina, ob. cit., pág. 34.
(7) El texto de la ponencia fue reproducido por Carlos Vega Letelier en PANORAMA DE LITERATURA REGIONAL, Capitulo Nº  12, TRES ESCRITORAS SINGULARES: OLGA ACEVEDO, PEPITA TURINA Y MARTA BRUNET, en revista Impactos, Nº 50, Punta Arenas, Chile 6 de noviembre de 1993, pág. 8.
(8) Obsérvese el expresivo empleo de la forma pasiva “fui trasladada”, denotativa de involuntariedad.
(9) Diario El Magallanes, Punta Arenas, Chile 31 de octubre de 1982, Suplemento, pág. 2.
(10) Revista Hoy, Nº 277, Santiago, Chile 10 al 16 de noviembre de 1982.
(11) Diario El Magallanes, Punta Arenas, Chile 31 de octubre de 1982, Suplemento, pág. 2.
   

 



© Karen P. Müller Turina