MultiDiálogo sobre el matrimonio, la familia y sus prismas

Pepita Turina

LA ABUELIDAD

PTurina.—LA ABUELIDAD, es un término que gramaticalmente no existe, pero que debería existir como la maternidad. En Francia, a nivel gubernativo, se bosquejó un proyecto que suprime aquello de separar a los niños de los abuelos, privándolos de la compañía de personas mayores, que tienen mayor número de horas disponibles para estar con ellos. Como a veces, esta separación tiene por causa la estrechez de los departamentos, el gobierno dispuso construirlos de un tamaño suficiente para que puedan vivir sin estorbarse. En ocasiones, los padres nuevos, inexpertos, debían escuchar, a los abuelos cuidadosos, discretos y experimentados. Si la abuelidad es una palabra inexistente en el léxico de los diccionarios, tiene un valor comparable al de la maternidad. Hoy, se ve con frecuencia —en las calles, parques, plazas de juegos infantiles— a muchos abuelos con sus nietos. Y es delicioso verlos. No era así en el pasado. Los abuelos de hoy se parecen poco al recuerdo que se tiene de otros tiempos. Las abuelas de cofia, vestidas de negro, reducidas a una mecedora, han desaparecido. Como la duración de la vida era menor, había menos abuelos. Eran escasísimos los abuelos paseantes y colaboradores en las entretenciones de los niños. Los nietos se hallan con sus abuelos. Como el actual es un mundo permisivo, el tratamiento es más suelto, los tratan de tú, les dicen por su nombre, sin mayor respeto. Hasta la desobediencia se permite. Katrina, mi nieta de ocho años, con sus cuatro abuelos vivos, a quienes visita con frecuencia, comentando con su abuela materna de que en su colegio una compañera de curso no tenía abuela, dijo compungida: ¡Qué pena! ¡No tiene abuela!

AdaMongilio.—En una pequeña escuela primaria de un pueblo cercano a la costa, la maestra pidió a sus alumnos que dibujaran a sus abuelos y luego expusieran lo que de ellos pensaban. Los resultados fueron de lo más curiosos: casi todos dibujaron un anciano o anciana en actitud de hacer un regalo o de jugar con ellos. Las frases que rodeaban los infantiles dibujos respondían a la misma idea: “Mi abuelito me compra helados y chocolates”..., “mis abuelitos me regalan plata...", "mis abuelos nunca me pegan ni me castigan...", "en la casa de mi abuelito puedo hacer lo que quiero...", “los mejores regalos de Navidad los recibí de los Tatas...“ Como que todos coincidieron —por suerte— que los abuelos son buenos y generosos con ellos.

PTurina.—En el amor a los nietos, las preocupaciones son diferentes y deben serlo. Quien acata estas diferencias sabe ser abuelo. Las abuelas “chochas”, las abuelas autoritarias, las que consideran que la forma en que ellos criaron a sus hijos es la mejor, tanto como las tías consentidoras y sentimentaloides, estorban la buena crianza de los niños. “¿Tienen abuela estos niños?” —me preguntó un pediatra alemán, al llevar por primera vez a mis hijos a un control de salud. Y se alegró al oírme decir que no. Para muchas abuelas, los nietos son ángeles caídos del cielo, a quienes hay que cuidar de los roces de la realidad. Si los niños se caen o se enferman, o sufren contratiempos de la vida cotidiana, intervienen en forma desastrosa. Hay problemas que derivan de la licencia perniciosa de tíos y abuelos regaloneadores. O demasiado entrometidos, y olvidan que la pareja es la progenitora de cada nueva familia y que la familia principal es: padres e hijos. En una ocasión en que necesitaba vacunarme, esperaba mi turno en un consultorio, y llegó una madre con su pequeño hijo muy tranquilo y dispuesto a sufrir la experiencia. Pero, llegó la abuela, atribulada, lamentando esa situación. —“¡Pobrecito, pobrecito mío —gimió— lo van a pinchar!” Al oír esto, ante la inminente tortura que con rostro descompuesto le daba a conocer la abuela, el pequeño se puso a gritar y a llorar desesperado y no paró más, ni en la. sala de espera, ni en la de vacunación. Ray Bradbury, prestigioso escritor de ciencia-ficción, ha tomado a la abuela en uno de sus cuentos. La hace figurar como una “abuela eléctrica”, humanoide, minicircuito recargable, marca X. Resulta curioso que el escritor no haya elegido como personaje para reemplazar a la madre, a ningún otro pariente que integra el conjunto familiar. Es la abuela-robot la que desempeña las funciones, y supera a “cuidadoras desatentas, niñeras a las que no se puede confiar botellas de licor y tíos o tías sólo de buenas intenciones… “Un padre que enviuda ha decidido comprar en una fábrica, la reemplazante de la madre, y la adquisición llega, en piezas listas para armar. Los niños ven “nacer” este artefacto eléctrico que se preocupará de ellos hasta su crecimiento. El resultado es óptimo. Bradbury con sus fantasías futuristas, da a la abuela un prestigio inapreciable. En Estados Unidos, funciona un Programa de Abuelos Adoptivos reales, extendido a varios estados. A los senescentes todavía activos en la tercera edad, cuyas ganancias son de bajo nivel se les asigna una cantidad de dinero, se les alimenta y por su participación tienen derecho a exámenes médicos. Qué hacen estos abuelos: dan atención y amor a niñas en situación irregular, de hogares desbaratadas y también con leves retardos mentales. En la paciencia extraordinaria, tolerancia y cariño de estos abuelos, los niños encuentran el apoyo que les falta, y los ancianos se resarcen de una soledad inactiva que por alejamiento de sus propios hijos, por la falta de nietos auténticos y por esas circunstancias ene en la etapa final de la vida se hacen patentes, los salva del aislamiento. La importancia y la utilidad de los abuelos la captan los niños, quienes se entregan confiados y dichosos.

HartmutVonHenting.—Hay un “mundo” de la infancia, un “mundo” adolescente, un “mundo” de viejos. Se presentan como mundos incomunicados, hasta incompatibles. Por lo general, se suele hablar de tres generaciones sucesivas, dentro de las cuales se sitúa a toda criatura humana en su individualidad: el infante, los padres y los abuelos. Se pueden conocer personalmente, pues conviven en el tiempo. ¿No hubo acaso familias en todas las épocas históricas, lo mismo que hijos menores, considerados desde siempre criaturas bien distintas de los jóvenes, mozos, señoritos, adolescentes, muchachas, vírgenes, señoritas y más claramente de las personas adultas? Cierto es. Pero la diferencia que se hacía no era la de hoy, y tenía además, otro significado.

PTurina.—La edad de descansar, la edad de eludir deberes, la de no ser molestada ni molestar, la de cultivar los bienes del amor distante, es la de los, suegros y los abuelos. No se trata de renunciar a nada, sino de coger esa ampliación de la familia en que una sangre diferente —la de la nuera o el yerno— riega el linaje. En el amor a los hijos casados, y a los nietos, las responsabilidades son menores, o deben serlo. La aproximación prudente de los padres con los hijos casados, es lo recomendable. En el clan familiar, además de suegros y suegras puede haber madrastras y padrastros, sólo que a la mujer se la utiliza poco para el elogio y mucho para el ataque, la chanza y variadas formas de burla. Al hombre se le siente más distante de la intromisión hogareña. La suegra y la madrastra son las que asumen los papeles más torturadores, y la madrastra ¿quién lo ignora? aparece muy destacada hasta en los cuentos infantiles, sin embargo, una asociación demoledora en cuanto a palabras, a aquel pellejito que se levanta junto a las uñas y une produce dolor y molestias, se le llama padrastro. Los padrastros martirizadores no son inexistentes. Según la prensa actual, en las informaciones policiales, aparece con frecuencia el hecho de que el padrastro desvirga a sus hijastras, tiene con ellas obligadas relaciones sexuales y les hace difícil la vida con su dominación depravada. En asuntos sexuales, es el hombre el que ocupa las primeras filas de ese mal comportamiento. Pero, hay padrastros elogiables.

FrankCalderón.—Truman Capote, el formidable escritor norteamericano que además de haber escrito varios best-sellers es uno de los miembros más distinguidos del “jet set” internacional ¿por qué se llama Capote, por qué tiene ese apellido tan latino? El pocas veces lo menciona. El nombre de su padre era Julian A. Persons, pero cuando su madre se divorció de éste y se casó de nuevo con José García Capote, un cubano importador de textiles radicado en Nueva Orleans, el joven quiso adoptar el nombre de su padrastro como señal de afecto, ya que había sido responsable de su educación. Detalles de ese tipo raras veces se dan a conocer.

PTurina.—En nuestro idioma, el parentesco de madre o padre políticos tiene esos horribles sustantivos: SUEGRA y SUEGRO, y el agregado para ese tipo de integración-familiar: PADRASTRO y MADRASTRA. En francés no es así, tiene designaciones edificantes y merecidas: BEAUX-PERE (bello, hermoso o magnífico padre) para suegro o padrastro y BELLE-MERE (bella madre) para suegra o madrastra. A Pablo Neruda le hubiera gustado llamarla así, ya que nunca dejó de valorar a su bella-madre.

PabloNeruda.—Mi padre se había casado en segundas nupcias con doña Trinidad Candia Marverde, mi madrastra. Me parece increíble tener que dar este nombre al ángel  tutelar de mi infancia. Era diligente y dulce, tenía sentido de humor campesino, una bondad activa e infatigable.

PTurina.—La llamó MAMADRE. En ella, apenas se abre su entendimiento, el poeta-niño ve la bondad vestida de traje oscuro. Neruda, de un mes de edad, perdió a su madre, y, poeta adulto, escribió —a propósito del segundo apellido de su madrastra:

PabloNeruda.—Yo llevo / tu Marverde en mi sangre, el apellido / del pan que se reparte, / de aquellas / dulces manos / que cortaron del saco de la harina / los calzoncillos de mi infancia.

PTurina.—A los diez años de edad, en el día del cumpleaños de su “mamadre”, en una tarjeta con pájaros y mariposas, escribió:

PabloNeruda.—De un paisaje de áureas regiones / yo escogí / para darle querida mamá / esta humilde postal.

PTurina.—Hay padrastros y madrastras, suegros y suegras, que son una bendición. Otras ... Las madres-arañas, que enredan a los hijos en su tela, son las suegras más conflictivas, y entre ellas sobresalen las madres de los hijos varones, que no aceptan ser sustituidas en el amor del hijo, y tienen el sentimiento de que la nuera es una usurpadora. Ciegas para la diferencia, que hay entre la clase de amor que un hijo profesa por su madre y aquel despertado por la mujer escogida para esposa, agigantan las preferencias, se sienten olvidadas. Los consejeros matrimoniales saben cuántos dramas provoca esta intransigencia, este egoísmo de posesión. Las suegras entrometidas, que quieren imponer sus ideas, que insisten y aconsejan sin cesar, seguras de que sus experiencias son mejores, aunque no calcen ya en gente joven, estorban y provocan conflictos. Hay casos en que los suegros son viejos, porque han tenido hijos cerca de los cuarenta años, y entonces, la diferencia de edad exige cuidados especiales. Otros casos: los suegros están en desmedrada situación económica y es necesario acogerlos, o al revés, a los recién casados no les alcanza el dinero para vivir independientes y los padres los reciben en su casa. Un derivado edificante de los suegros y las suegras es que se transforman en abuelos, desde el momento que los hijos y las hijas procrean, y en esa extensión de la familia, los yernos y las nueras son nada menos que los progenitores de los nietos. El esquema moderno señala más aquellas familias que sólo están  compuestas de padres e hijos. Un porcentaje notoriamente menor se íntegra con otros parientes: tíos y abuelos.

AlyinToffler.—Antes de la revolución  industrial, las formas familiares variaban de un lugar a otro. Pero dondequiera que predominaba la agricultura, la gente tendía a vivir en grandes agrupaciones multigeneracionales, con tíos, tías, parientes políticos, abuelos o primos viviendo todos bajo un mismo techo, trabajando todos juntos como una sociedad económica de producción, desde la familia colectiva de la India, hasta la "zadruga" en los Balcanes, y la “familia extensa”, en la Europa Occidental. Y la familia era inmóvil, enraizada en la tierra. Antes del advenimiento de los medios de comunicación, un niño de la primera ola, creciendo en una aldea sometida a muy lentos cambios, construía su modelo de la realidad con imágenes recibidas de un diminuto puñado de fuentes... el maestro, el cura, el cacique, o el funcionario, y, sobre todo, la familia. La llamada familia nuclear —padre, madre y unos pocos hijos, sin parientes molestos— se convirtió en el “moderno” standard, socialmente aprobado, de todas las sociedades industriales, tanto capitalistas como socialistas. Incluso en el Japón, donde el culto a los antepasados otorgaba a los ancianos un papel excepcionalmente importante, la gran familia multigerieracional, estrechamente unida empezó a derrumbarse.

PTurina.—En 1979, en la Universidad de Chile, se hizo un enfoque psicoantropológico sobre la familia tradicional y la familia nuclear. Fue un seminario-taller, haciendo hincapié en la familia chilena y tratando de dar respuesta a cuál es la mejor forma de matrimonio para Chile. ¿Familia chilena, matrimonio para Chile? La familia, el domicilio, el barrio, la ciudad, el terruño, formaban el ambiente y daban la certeza de que pertenecíamos a los usos, las costumbres, el idioma, la nacionalidad, la patria que nos configuraba. No obstante, todas, esas características tienen hoy una marca inevitable de é-po-ca, regida más que nunca por las comunicaciones de una rapidez y un alcance no soñados, que, junto con la prensa, la radio y la televisión, se introducen cambiando la estructura familiar. Leyendo a Toffler, en su libro “La Tercera Ola”, que no habla de familias chilenas, sus páginas responden exactamente a lo que así fue y a lo que ha dejado de ser.

CarlGustavJung.—El hombre llega al mundo física y espiritualmente, con la disposición individual y en primer lugar traba conocimiento con el ambiente paterno y su espíritu con el que, a causa de su individualidad, sólo condicionalmente coincide. Pero el espíritu familiar por su parte está en gran medida influido por el "espíritu de la época". Los niños responden mucho menos ante lo que los adultos dicen que ante los imponderables del ambiente.

PTurina.—Ese pequeño mundo que reflejaba algunos aspectos de la cultura, del ambiente, de la nacionalidad, de la clase social a la que se pertenecía, ha cambiado enormemente. La etapa en que los padres y los demás parientes influían de manera dominante, se ha volcado, se ha ampliado. Los mecanismos económicos, tratan de hacer comprar sus productos. Esto deriva en gastos. El automóvil, el refrigerador, el televisor, integran las necesidades del hogar. Se han hecho hasta chistes de esas necesidades. Una mujer se quejaba de su pobreza, diciendo: “No tengo medios para comprarle una cuna a mi hijo”. —“Y en qué duerme esa criatura?” —se le preguntó. Y su respuesta fue: —“En la caja en que vino el televisor?’.

MónicaSperr.—Los jóvenes, con un narcisismo sin precedentes, y con una crueldad tiránica, imponen a sus padres un estilo de vida y unas valoraciones: los padres deben someterse, sin salvar nada de lo que se pierde, o, aceptar que se les deje brutalmente a un lado. La consigna del cantante Boby Dylan, "no te fíes de nadie que tenga más de treinta años", se convirtió no sólo en un rebelde grito de guerra de toda una generación infantil y adolescente, sino en la prueba que la doma ha concluido felizmente, porque al oírla, los padres... en vez de indignarse se muestran dóciles... Los jóvenes decretan lo que es “in” o lo que está “out”. Los jóvenes han crecido con una información más rica que la llegada a sus padres. Desde niños, a través de la pequeña pantalla vieron cómo es el mundo. Al living les llega el ruido de las calles; les sirven las catástrofes a domicilio, las guerras como teatro y la angustia humana como spot publicitario. Poco pueden decir los padres a sus hijos que éstos ya no sepan por la televisión. Los niños se ríen de las antiguas sentencias y de los viejos cuentos. Más divertidas son las películas policiales y los dibujos animados. La televisión excita, asusta, entretiene, complace, informa, alegra, indigna, descarga, instruye y engaña. ¿Para qué necesitan padres?

PTurina.—Enorme distancia hay entre la tiranía de aquellos padres que era sin apelación, por absurdas que fueran sus disposiciones, sus prohibiciones, como no dejar ir al cine donde se proyectaban las ingenuidades de Perla White, Lillian Gish y Mary Pickford, porque ver esas películas era lo mismo que ir a una casa de tolerancia, o decir a sus hijos, que no hablaran porque “los niños no tienen nada que decir”, a lo que ahora hasta los mejores hijos dicen tranquilamente a sus padres que desean opinar: "muera en la rueda", “muera pollo”, “mejor que no diga nada”. Desaparecidos los símbolos de que los padres eran autoridades inalcanzables, se ha producido el vacío de autoridad, cuyo derivado es la desintegración de la familia. Desde los traumas producidos por restricciones familiares se ha pasado al otro extremo. Los padres han perdido el derecho de prohibir o de aconsejar.

C.Trimbos.—La juventud actual que ha crecido sin el control estricto de los padres (“Con las riendas sueltas”) se ha salido de madre como un río torrentoso. No porque esto sea connatural a la juventud (como creen los partidarios de la disciplina represiva) sino porque la madre del río no estaba calculada para esta violencia súbita. Los padres que quisieron educar “a la moderna” sólo, sabían cabalgar con, las riendas cortas y las soltaron a destiempo sobre todo porque ellos mismos sé sentían inseguros y no podían orientarse bien de acuerdo con los valores tradicionales.

PTurina.—La emancipación demasiado temprana de los hijos da para discusiones y reflexiones. ¿Qué clase de padres prefieren los hijos? Desde ya su preferencia es ambivalente. Esto no se tomaba en cuenta en siglos anteriores. El padre era la autoridad total. Nuestros padres eran más injustos, y continuaban las normas que sus padres aplicaron para ellos. Daban una educación similar a la que ellos habían recibido. Los oficios, las profesiones armonizaban con la tradición o con la clase social a la que se pertenecía. Las excepciones producían extrañeza o prohibiciones autoritarias. Hoy es corriente que los padres pertenezcan a un ambiente y los hijos, a otro. Los padres apaciguados no contribuyen a la educación de sus hijos. El desarrollo de la personalidad se hace cada día más polémica. Las recreaciones y las obligaciones dentro y fuera del hogar han cambiado. Nuestros padres restringían las libertades y sin embargo se era menos violento. Las consecuencias de la educación antiautoritaria es que los jóvenes decretan desde niños hasta la hora de acostarse para dormir. Antes, nadie estaba expuesto al terror de lo que pueden hacer los jóvenes.

MargaretMead.—Reina hoy una enorme confusión sobre los cambios sociales. Ello no es de extrañar porque los cambios son ahora más rápidos que en ningún otro período de la humanidad. Los jóvenes se han visto confrontados por los cambios, pero al mismo tiempo carecen de todo sentido de la historia y nadie ha podido explicarles lo que ha sucedido

PTurina.—La obediencia que regía de los hijos a los padres, agrietada, ha producido  una juventud irreverente. Antes, los hijos temblaban ante sus padres, ahora los padres tiemblan ante sus hijos. La jerarquía familiar desaparecida produce una dominación de personas inmaduras, cuyo comportamiento es poco edificante. En el mundo permisivo de hoy no son los padres los que disponen el vestuario de sus hijos. Ha nacido la moda juvenil y son ellos, los consumidores, muchas veces en desacuerdo con sus mayores que quisieran ver a sus  hijos vestidos de otra, manera, o por lo menos más correctos. Ha nacido el lenguaje juvenil, rompedor de normas. Lo incorrecto es hoy más joven. Hace 50 años no se concebía que los escolares no volvieran a la casa al salir de clases, que se quedaran callejeando, que practicaran el amor y fumaran en lugares públicos, vestidos de uniforme escolar. Los horarios de comida han perdido estrictez. Cada uno llega a la hora que quiere. Esto demuestra que la vida hogareña está desajustada. Indisciplinados y desafiantes los adolescentes llegan al desparpajo sexual, al alcohol, a las drogas. El ruido, ensordecedor de las motocicletas, la música estridente, la proliferación de discoteques, el callejeo, a toda hora, es dominio de la juventud. Consultada en un periódico de Estados Unidos, donde la escritora Abigail Van Buren tiene una sección de respuestas, un adolescente le escribió: “Mi madre siempre me está riñendo por algo: ¡que si no cuelgo la ropa, que si no me siento derecho, que si hablo demasiado rápido, que baje el volumen de la televisión! ¿Qué puede hacer un pobre, indefenso joven de diecisiete años?”. Y Abby le contestó: “Cuelga la ropa, siéntate derecho, habla más despacio y baja el volumen de la televisión”.

MiguelDeUnamuno.—Todo eso de que uno vive en sus hijos o en sus obras, o en el Universo, son vagas elucubraciones con que sólo se satisfacen los que padecen de estupidez afectiva.

PTurina.—Abundan los hijos denigradores de sus padres. En una película alemana, exhibida en el Goethe Institut de Santiago, apareció la siguiente escena: una quinceañera filmaba, en el jardín de su casa, a sus padres, desde variados ángulos. Cualquiera podía pensar que era una preocupación cariñosa filmarlos, pero, en, ese momento la vino a buscar un amigo de su edad que le preguntó extrañado: “Para qué gastas tanta; película en tus padres?” Y ella respondió: “Filmo a los últimos dinosaurios”.

Gandhi.—Unas pocas gotas sucias no ensucian el océano.

PTurina.—Sí lo ensucian. En el caso de los hijos mal agradecidos, detestables y dominantes, contando el porcentaje de “gotas” de cada país, de cada continente esa cantidad contamina el ambiente familiar y social.


Index - El matrimonio - La mujer como esposa y como madre - La familia - La abuelidad - Las resquebrajaduras del matrimonio - El contrato de cohabitación y vigencia del matrimonio

 



 

© Karen P. Müller Turina