MultiDiálogo sobre el matrimonio, la familia y sus prismas

Pepita Turina

LA MUJER COMO ESPOSA Y COMO MADRE

PTurina.—LA MUJER COMO ESPOSA Y COMO MADRE, ha disminuido en forma notable. Su destino, que parecía no ser otro, su dicha no está exclusivamente en el hogar. La mujer emancipada de hoy necesita hacer algo extrahogareño. Las mujeres, que antes de casarse se matriculan en las universidades, que estudian un sinnúmero de profesiones, piensan ejercerlas solteras y casadas.

LadyYoung.—Si una mujer desea ser, primero que nada, dueña de casa, está muy bien. Pero tiene que educarse. Me parece correcta la máxima victoriana: “Educa a un hombre y educarás a un individuo; educa a una mujer y educarás a una familia”.

PTurina.—Los movimientos feministas se iniciaron con el propósito de conquistar el derecho de sufragio de la mujer. Conseguido esto, las mujeres casadas quieren liberarse de otras trabas. Y, el trabajo fuera del hogar, labores oficinescas, o de cualquier otra índole, que exigen horarios rígidos para un buen desempeño, producen dificultades y conflictos. Las funciones monolíticas de esposa y madre han sufrido un quiebre inevitable. Su permanencia hogareña era sustentadora de una función quieta. Pero ahora, no sólo ella deja el hogar. Los hijos —hombres y mujeres— desde muy jóvenes buscan libertad para a su vez seguir estudios o desempeñar quehaceres extrahogareños. Y eso, ha producido inestabilidad familiar. La madre ya no es el faro-guía y si ella ha desobedecido las leyes del hogar de otros tiempos, es inevitable someterse a ese cambio derivativo.

BettyFriedan.—Al tratar de imitar la vida de los hombres, las mujeres se han separado de experiencias que son crecedoras. Si las mujeres jóvenes se limitan a los papeles de los hombres ambiciosos, no creo que sea una buena idea. Puede ser terriblemente encarcelante, haciéndolas perder muy buenas cosas de la vida. No pregunten qué es lo que tienen que hacer hombres y mujeres. Si se considera el cuidado de un hijo, entonces. ¡Olvídelo! ¡Olvídelo!

PTurina.—La mujer que sacrifica las relaciones familiares por un perfeccionamiento profesional, por un ansia calculada de ganar prestigio y dinero, pierde sentimientos hogareños, entra en el dramatismo de la fuerte personalidad extrahogareña. Para muchas mujeres de hoy, la vida se les enturbia siendo madres. ¿Cómo hacerlo para que el sentido familiar no se quiebre? La tentación contaminante de la liberación femenina la muerde. Le interesa la sociedad igualitaria y comprende mal la diferencia natural, que existe y debe existir entre el hombre y la mujer. No concibe desempeñarse so-la-men-te en lo que se llamaba “labores del sexo”. ¿Ha perdido su valor femenino? La fisonomía particular de la mujer tiene ciertas obligaciones, y hasta se podría decir ciertas restricciones. La mujer es tan especial, que cuando trabaja fuera del hogar, necesita leyes especiales, antes de la edad de la menopausia. Si espera un hijo, tiene permisos prenatales y postnatales. No puede amamantarlo, ya que los horarios de la lactancia no van con el desempeño de trabajos desligados totalmente de esas exigencias. En Suecia, a la mujer que trabaja se le dan siete meses de permiso. Poco interesa en otros países a los empleadores de mujeres seguir esta norma. No les entusiasma tampoco las disposiciones de aquellos especialistas que defienden la iniciativa de que a la mujer que tiene hijos pequeños se la ocupe por media jornada.

ClydeKlukhohn.—La madre moderna que reduce el contacto con el niño a un mínimo y mantiene con él una relación altamente impersonal, se priva de un tipo de experiencia que es difícil igualar por otras vías. La experiencia de muchas sociedades analfabetas en las cuáles la obligación primordial de la madre es el niño durante los dos primeros años de vida, sugiere que la inversión de su tiempo proporciona a la larga buenos dividendos a la madre.

PTurina.—Si las relaciones matrimoniales han cambiado, la maternidad también. El matrimonio y la maternidad que la mujer creía que eran su destino, y que los demás igualmente lo creían, ya que se la educaba para ser esposa y madre, tienen otros lineamientos. La mujer de antes miraba menos las lejanías, las extensiones, vivía más encerrada, más engrillada por sus cancerberos —padres y maridos—, acostumbrada a obedecer más que a pensar, ha dado paso a una mujer más panorámica, y no sólo sus ojos, sino su sensibilidad toda se ha abierto a lo impensado.

ElizabethBadinter.—El amor maternal es un sentimiento humano y, como cualquier sentimiento es incierto, frágil e imperfecto. Cuando observamos el comportamiento materno y sus cambios históricos, apreciamos que el interés y la devoción por un hijo a veces se hace presente, a veces no. En el siglo XVIII, las madres urbanas francesas se mostraban indiferentes con sus hijos, enviándolos al campo para ser criados por nodrizas. Sólo debido al persistente acoso de intelectuales como Jean Jacques Rousseau, la apática madre del siglo XVIII se convirtió en la madre gallina de los siglos XIX y XX.

PTurina.—Menos emotiva, la mujer de este final del siglo XX no siente que lo principal es el cumplimiento de su misión como madre y su responsabilidad ante la familia. Otras exigencias atendibles la llaman. Hay quienes consideran que esto es artificial e inauténtico y que su incorporación a las actividades productivas sin distinción de edad, condiciones socioeconómicas y grados de cultura, va en desmedro de la familia, y que la resultante no es satisfactoria. Reuniendo datos estadísticos, un buen porcentaje de madres trabaja fuera de casa. Sus desplazamientos le devoran tiempo y energías. Cuidar una familia numerosa es prácticamente imposible. Han pasado los tiempos de estabilidad de sistemas y conocimientos. Las nociones del deber han cambiado de fórmulas.

RobertGould.—El feminismo, la economía, las técnicas anticonceptivas y la generación individualista centrada en el “yo”, han contribuido a la tendencia de que la mujer considere que no es tan normal tener hijos. Todos hacemos elecciones. Si tenemos hijos, estamos perdiendo otras cosas. Si no los tenemos perdiendo otras. En un comienzo nadie quiere ver cambios en los conceptos básicos de la sociedad. Es molesto y desafiante. Pero los cambios tienen lugar. Hubo un tiempo en que una mujer de 27 años que no fuera casada era considerada un fracaso social y sexual. Pero eso ya no es verdad ahora. La gente casada sabe que criar hijos es difícil, agotador y a menudo no del todo recompensante.

PTurina.—La complejidad de la mujer demuestra que no es tan femeninamente maternal, que no tiene una naturaleza tan paciente como se suponía, que sus especiales, primitivas y burguesas, dotes tienen otros derivados, que ya no está tan dispuesta a parir y amamantar, que no es ese solamente su ritmo femenino, y que desde niña, si recibe una educación andrógina juega con la pelota pateándola, y, en vez de llevar un coche con una muñeca adentro, en vez de manipular ollitas y vajilla en cocinas y mesas de juguete, es muy capaz de competir en destrezas consideradas antes exclusivamente masculinas. Diseñadoras de juguetes así lo creen.

LiliPort.—Vamos a pedir a los fabricantes que hagan más juguetes espáciales y científicos para las niñas y más muñecos para los niños: Al dar a los niños juguetes mecánicos o equipos deportivos y a las niñas muñecas y aparatos, domésticos, ya se les está imponiendo unos papeles predeterminados y condicionando el desarrollo intelectual y emocional de los niños. Las niñas no deben estar condicionadas por los juguetes que representan quehaceres domésticos. En general faltan juguetes que estimulen la inteligencia de las niñas.

PTurina.—Eso de que la mujer tiene instinto maternal, no es tan verdad como se creía. No hay que ver las cosas nuevas con ojos antiguos dicen las nuevas generaciones. El trabajo doméstico, y el  cuidado de los hijos, no constituye sino el menor y menos importante de los deberes de la mujer. Los seres humanos, menos sometidos al dominio del instinto, hace que muchas madres deben desarrollar el instinto maternal, porque de, por sí no lo tienen. Su imagen como madre ha cambiado. Ese automatismo e inconsciencia que viene de lo innato se debilita o desaparece con las nuevas actividades de la mujer. Examinando el  sexo, el control de la natalidad, la familia, el trabajo, aparecen líneas de rebeldía, contra el único destino de madre agobiada por partos muy seguidos y tareas rutinarias de ama de casa. Ser compañera, esposa o madre absolutamente no basta. Estas labores, socialmente y familiarmente necesarias, inducen a situaciones difíciles, en que la mujer puede sufrir por sentirse postergada. No todas aceptan las exigencias de ser madre, sacrificando el ejercicio de otras atribuciones. La significación socio-antropológica de la maternidad pierde vigencia de exclusividad.

ChristianeCollange.—Contrariamente a lo que anuncia el título atractivo del libro.

PTurina.—"Je veux rentrer a la maison" (Quiero retornar a la casa).

ChristianeCollange.—Yo no pretendo dejar de trabajar para recluirme en mi casa como una “mamma” italiana, sino que pretendo exponer las razones de regresar a mi casa con más frecuencia, permanecer más tiempo y disponer de mayor libertad. El trabajo de una mujer sin hijos no plantea ninguna dificultad particular. Desde el punto de vista estrictamente personal, no dudo que la mayoría de las mujeres optarán por ser madres en el hogar antes que obreras en una fábrica o dactilógrafas en una oficina. Si un día todas las mujeres que trabajan decidieran retornar a sus hogares, la economía dejaría de funcionar.

PTurina.—Christiane Collange reconoce, igualmente, que el descalabro sería mayor si todas las mujeres dejaran de entender que la maternidad es un desempeño de máxima importancia. Ante algunas mujeres, por excepción, es necesario rendirse. Maya Plisietskaya, una de las bailarinas clásicas más relevantes renunció a tener hijos, para dedicarse por completo a su arte. Y con su marido, sólo puede estar unos pocos meses al año, ya que él permanece en Moscú y no la acompaña en sus giras artísticas. Ama a los niños y baila para ellos, y su resolución de no tener hijos es inajenable. No acepta fumar ni asistir a fiestas sociales. A Oriana Fallaci, la periodista italiana de preguntas exploradoras, le respondió en una entrevista, y como defensa de su austeridad: —“Apartar a una bailarina de su arte equivale a una blasfemia”. Oriana Fallaci, periodista mundialmente conocida ya no sólo se dedica a hacer reportajes sensacionales, sino que escribe libros, valiente y decidida a mostrar otros aspectos menos periodísticos que rebalsan la noticia diaria, y entre ellos la maternidad. Se rebela ante el hecho de esperar un hijo.

Oriana Fallaci.—La raíz de la esclavitud femenina está en el hecho de quedar embarazada. Para los ginecólogos la mejor madre es la mujer plácida como una vaca, que no se pone problemas, que no se esfuerza en pensar, que acepta permanecer tranquila. Pero lo que sí sé es que no quiere llegar a ser un recipiente que está allí, quieto, limitándose a embotellar la vida. Yo no quiero una vida que nazca de ese modo: lo quiero construir, quiero tomar esa decisión, quiero participar. ¿La condición de dar la vida sería renunciar a pensar? Pero, ¿quién ha dicho, quién ha establecido que una madre debe ser sólo esa especie de vaca obtusa, que está allí esperando que el gusanito salga afuera? Oh, no. Yo no lo admito. Y lo digo en nombre de infinidad de mujeres que aceptan felices, ser madres, pero que rechazan la condición de que, para serlo, deben renunciar a pensar.

PTurina.—Y le dice al hijo, sabiendo que no renunciará a tenerlo.

OrianaFallaci.—Apodérate de mi cuerpo, pero no de mi cerebro. No te necesito, no me gustan los niños, me destrozan mi carrera. Pero de todos modos te traeré.

PTurina.—En las discusiones, del Año Internacional de la Mujer (1975), proclamado por la ONU, primaron las posibles soluciones laborales para que la mujer y el hombre reciban sueldos iguales, al realizar trabajos similares, porque la población activa femenina ocupando puestos merecedores de buenas retribuciones, casi nunca, por no decir nunca, recibe una paga justa. En este frente de la emancipación, la mujer como hija, hermana, esposa, madre, abuela, estuvo silenciada. Las reformas, si es que las hubo, no fueron realistas. La conciencia de los lazos familiares apenas se esbozó. Posteriormente, más de una mujer mostró desilusión por los acuerdos que naufragaron, ya que, transcurrido el tiempo, el Año Internacional de la Mujer quedó en una fecha olvidada. ¿Hubo alguna mujer favorecida, fuera de las que pudieron viajar, lucirse en las Asambleas, y redactar papeles y papeles que merecieron ser archivados, sin transformarse en una fuerza viva capaz de mover las injusticias, redactar leyes y dar importancia a las realizaciones, a los acuerdos tomados?

AnkeRiedel-Martiny.—¡El Año de la Mujer! ¿Ha cambiado algo la conciencia pública? La mujer —más que nunca en desventaja—. Como mujer tengo ante el Año Internacional de la Mujer 1975 una actitud análoga a los comerciantes en flores, a los fabricantes de bombones, faldas y electrodomésticos.

PTurina.—Especialistas de la UNESCO han destacado, que la mujer no está siempre en aquellas actividades consideradas como feudos del hombre. Se ha tomado en cuenta que, en la mayoría de los países, el matrimonio aparece como una meta poco compatible con la continuación de los estudios y el ejercicio de una profesión. Así es, pero la mujer ha llegado a comprender y a disfrutar de lo que se encuentra fuera de su casa. Si no desempeña empleos remunerados sale, va al cine, al teatro, se dedica a tomar clases de baile, de pintura, de idiomas, de guitarra, de lo que le atrae. Son bienes posibles en el mundo en que vivimos, traer al hogar novedades de afuera o ir a buscarlas. Antes, las madres les decían a sus hijas: “Si no te casas y no tienes hijos, no sabrás lo que es la vida” ¿Habrá algunas que todavía lo dicen? Curiosa teoría les parecerá a las mujeres médicos, escritoras, ejecutivas, que saben demás lo que es la vida, aunque no se casen ni tengan hijos. Los atributos conquistadores de la mujer eran las virtudes como ama de casa. En la novela de Cervantes “El casamiento engañoso”, la doncella, entre lo más incentivador para su pretendiente le dice: “Se ser mayordomo en casa, moza en la cocina y señora en la sala... No desperdicio nada, y allego mucho... La ropa blanca que tengo… no se sacó de tiendas ni lenceros: estos pulgares y los de mi criada la hilaron… “La mujer de hoy ¿busca el amparo del hombre? El amparo económico no tanto. Otros amparos quizás nunca los encontró. Las precauciones para cuidar a la mujer de conocimientos, de todos modos necesita leyes que “piensan” más allá de la mujer misma, y que ante su biología y su sensibilidad femenina sean curvables, para protegerla de indudables audacias desfavorables. Desempeñar un empleo ¿no cuesta dinero? Exige más vestidos, zapatos, medias, maquillaje, locomoción, pago de empleadas que cuiden el hogar, pago de jardines infantiles para que atiendan a los niños. Hay casadas que pagan a su empleada exactamente lo que ganan en sus empleos. Lo que sí se ha llegado a comprender es que la mujer es más andrógina, y que al estimularla, su ritmo femenino va a otros quehaceres y genera otros sueños.

SimoneDeBeauvoir.—La mujer no nace, se hace.

PTurina.—No pensemos ni por un momento que esto es irrefutable. El laboratorio químico que es nuestro cuerpo no genera las mismas emociones, ansias, ni comportamientos, en un ser que tiene ovarios, matriz, mamas, que en quien no los tiene. Las sustancias que frenan o aumentan los circuitos nerviosos responsables de ser lo que se es, determinan los límites de la virilidad y la femineidad. El día que la mujer produzca semen y el hombre menstrúe será posible ratificar que la mujer no nace, sino que se hace. Margaret Mead, en “Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas”, sostiene qué las diferencias entre hombres y mujeres son producidas por la cultura. La crítica hecha por un colega antropólogo es un correctivo sensato. Le dice a la autora: ¿Sabe usted de alguna cultura en la que sean los hombres los que tengan los niños?

KonradLorenz.—El peligro que amenaza a la humanidad actualmente proviene de su incapacidad para orientar juiciosamente el acontecer social.

PTurina.—Se sigue discutiendo si la mujer debe trabajar o no. La diferencia es que, hablando de igualdad entre hombres y mujeres, de emancipación, la mujer se atreve a ser elocuente y desligarse de aquellos deberes que antes solían ser obligatorios. Teniendo las cuerdas vocales un 30% más cortas que la de los varones, ha alzado su voz, ha conseguido ciertos logros, ha enseñado que si el amor materno es menos innato de lo que siempre se ha creído, el amor y el cuidado paternos no deben excluirse.

ElizabethBadinter.—Mi padre fue un “progenitor maternal”, que cuidó de mis tres hijos, y mi marido, Robert Badinter, uno de los ministros de Miterrand, comparte conmigo los trabajos domésticos, asistiendo a los niños cada vez que yo necesito cumplir con otros requerimientos.

PTurina.—Los animales están dotados de un instinto de protección y cuidados hacia su prole con perfección intuitiva. La dedicación, el cuidado que prestan a sus hijos es admirable, sin desviaciones, sin complejidades físicas ni psíquicas. Para la hembra-animal el hijo significa el alcance de su condición plena. El momento justo del cuidado y del abandono se presenta medido. Saben estar con los hijos y desprenderse en el momento justo. El hijo no estorba mientras no debe estorbar, y jamás se usan con él métodos crueles. En lo instintivo las respuestas están fijadas, y los animales no son capaces de reaccionar en forma nueva ante situaciones no previstas, pero la mujer pertenece a la compleja raza humana dueña de reacciones no instintivas, en que inciden otras especialidades. El hombre y la mujer sólo hasta cierto punto son seres instintivos. El animal nunca come demás, ni tiene relaciones sexuales exageradas ni viciosas, o se priva de ellas por religión, por elecciones o rechazos neuróticos. Jamás la hembra-animal es una madre deficiente. No se equivoca, “sabe” y no tiene que aprender lo que le dicta su especie. Las necesidades neuróticas son antinaturales. Instinto, del latín significa “estímulo”, “acicate”. Es lo natural, lo espontáneo, lo irreflexivo, lo primitivo. Los instintos se heredan y tienen las cualidades de la especie. El instinto dispone, impulsa a hacer todo lo que hay que hacer en cuanto a alimentación, sexo, cuidado de los hijos. En la pareja humana los instintos se pueden afinar a límites excepcionales. Nuestros instintos están mezclados a los hábitos de la civilización. La diferencia entre hábito e instinto es que los hábitos no son innatos, sino adquiridos. Y al ser humano le es imposible vivir sin hábitos; se los exige su ambiente, la higiene, el modo de comer, de vestirse, el comportamiento en  general. Nuestra civilización es un tejido de  hábitos, y un hábito bien adquirido tiene hasta aureolas de inteligencia. El ser humano, dominador de los instintos, al domesticar animales los obliga a desarrollar hábitos de convivencia (que el perro orine dónde y cómo se le manda) o hábitos útiles al comercio (gallinas que no caminan, encerradas en los pequeños espacios y hacinamiento de los criaderos). Así la mujer; distanciada cada día más de esas dotes consideradas naturales y lógicas, se aparta de ese destino y dictamina que dedicarse solamente a ser una diligente esposa y madre, anquilosa. ¿Y el deseo sexual? Siempre, o casi siempre descuella más en el hombre. La mujer puede vivir al lado de su pareja con menos ansias sexuales. Muchas quisieran que el marido las busque, las necesite por otras razones.

OsvaldoQuijada.—Las mujeres son más maternales que eróticas. La vida conyugal íntima las tiene sin cuidado o las disgusta, aunque aman a sus maridos. Resulta más realizada cuando proporciona placer a su pareja que cuando lo comparte. Lo digo porque así me lo han manifestado centenares de pacientes cuando me confiesan sus problemas.

PTurina.—Cuando los hombres dialogan intimidades, al referirse a la mujer —esposa o amante— insisten en aquello de si es buena o no para el lecho. Las otras condiciones se anulan, desaparecen. Cuando las mujeres hablan sobre sus maridos, o sus amantes, él es bueno si acompaña, si tiene buen carácter, si pasea con ella, si reconoce otros méritos. El hombre piensa en la mujer, desde que la empieza a conquistar, cuánto goce sexual le va a dar. La mujer piensa si en verdad se va a casar con ella, si va a ser el padre de sus hijos. Compilando estadísticas se aprecia que las mujeres son más entusiastas que los hombres para casarse  que se esfuerzan en conseguir un marido, mientras que ellos, más inclinados a huir del yugo matrimonial, son los que reciben mayores ventajas estando casados. Al hombre, la palabra cónyuge le da la impresión que viene de yugo, y no es así. Su sinónimo es consorte, que viene de con-suerte. La sociedad conyugal es un consorcio que une a los que viven juntos, o participan de una misma suerte. Y si el matrimonio fuera un yugo, hay que reconocer que no es el único. Yugos son nuestras costumbres, hábitos, educación. Y la edad  misma es un yugo. En la infancia estamos enyugados a nuestros padres, en las demás edades, por las exigencias que rigen para nuestro “status” social, para la política, el desempeño de nuestras profesiones o actividades de cualquier índole que sean. Nos enyuga el trabajo, el dinero, el Estado, las creencias todas; lo que desde todos los tiempos se ha dispuesto que sea norma humana. La vida es falta de libertad, en muchos aspectos. Vivir humanamente es portarse bien y responder a exigencias de orden. El “yo hago lo que quiero” sólo puede decirlo quien no ama, y es capaz de atropellar las leyes escritas y no escritas. Las vanas licencias de la soltería, ese alegato de “vivir”, equivocando el “vivir” con el divertirse de bien poco sirve. Los límites fulgurantes de las “novedades” que se buscan cada día, al borrarse forman un vacío, como cuando se apagan los fuegos artificiales, por hermosos que sean. El matrimonio y la progenie, son estados que llenan esa necesidad humana de tener “alguien por quién vivir”. En la mujer esto es importantísimo. Es en el matrimonio donde la esposa se hace potencia y rehace vida.

PhillipsMacGinley.—Dígase lo que se diga, es a la esposa a quien incumbe hacer que el matrimonio resulte bien.

PTurina.—A la mujer, el matrimonio le da un sentimiento de seguridad, la satisfacción de encontrarse en un mundo propio a su naturaleza. Le gusta estar rodeada por elementos protectores fijos, aunque sean restringidos y aprisionantes. La palabra obediencia tiene un sinónimo extragramatical: m u j e r. La mujer obediente es más obediente que el hombre. Una mujer desobediente es más obediente que un hombre negado a obedecer. El amor es amarra y obediencia. Gran dicha es la amarra voluntaria y una cierta falta de libertad. Gran dicha es saber que alguien espera que volvamos y tenemos que fijarnos en el reloj para no hacer sufrir, y que no es, posible atrasarse sin que a nadie le importe, tener a quién avisarle de nuestras posibles demoras, o presentar pruebas de por qué se tiene que salir. Se dan casos de madres masculinas y padres femeninos. Sólo que la relación madre-hijo, que se establece antes de que el hijo nazca, no deja de ser absorbente y modera la agresividad, propia del varón que, descargándola, en la lucha por la vida cumple su rol esencial. Tal vez sea natural que los hombres deseen relaciones sexuales extramaritales, y que no sólo las desean sino que las realizan. Tal vez sea natural que la mujer desea parecidas evasiones. ¿Sólo existe un hombre para cada mujer? La reacción química de una atracción sexual puede producirse aparte del amor. Los especialistas que escuchan confesiones de hombres y mujeres, saben que ella o él se sienten alguna vez atraídos por alguien que no sea su cónyuge.

MargaretMead.—Nos hallamos en medio de una profunda revolución mundial en las relaciones sexuales, pero la mayoría de la gente habla de promiscuidad y procacidad. Sin embargo, éstas no constituyen el meollo de la cuestión. Las oscilaciones entre los extremos del puritanismo y la licencia son más viejas que Matusalén. El cambio actual es una realidad muy diferente: al reconocer la explosión demográfica, la sociedad tendrá ya que dejar de dar importancia primordial a la función reproductiva de la mujer. Comprendido esto, se libera a la mujer para que actúe como persona, y resulta entonces de importancia secundaria que la liberemos para copular más a menudo y con un mayor número de hombres. Se trata de un cambio trascendental como el descubrimiento de la energía nuclear, y creó que se impondrá.

PTurina.—Los inconformistas que consideran que el matrimonio es un símbolo decadente de la civilización burguesa,  que usan la frase hecha de que “el matrimonio mata el amor” y añaden que la mujer no llega virgen al matrimonio, tienen que acercarse a otras comprobaciones para reconocer que no es así.

BárbaraLange (Tokio DPA).—En Japón reina de nuevo la época de las bodas. Entre octubre y diciembre de 1984 habrán contraído matrimonio unas 250 mil parejas que no regatearán en gastos para tan fausto acontecimiento. Para la fiesta —ojalá única en la vida—, los novios gastan en promedio unos 2,7 millones de yenes (algo más de 10 mil dólares). Alrededor de 70 invitados, cuidadosamente elegidos, son rogados para acudir a una “sala de bodas” o a un renombrado hotel para asistir a una ceremonia japonés-occidental, que podría ser incluida sin desdoro en cualquier filme de Hollywood. En algunas “salas de bodas” —sólo en Tokio hay 300— pueden celebrarse seis casamientos simultáneamente.

PTurina.—Todavía la mujer desea casarse con vestido blanco, y hacer el consabido viaje de novios. Se siguen deseando regalos. El matrimonio, un vínculo que da un lugar honesto en la sociedad, no ha dejado de ser lo que fue siempre. ¿Cuántos millones de mujeres en el mundo, ante la pantalla del televisor, se emocionaron en 1982, viendo la boda de lady Diana con el príncipe Carlos de Gran Bretaña? Y el año en que un Rockefeller se casó en Norteamérica con una empleada de su casa, cientos de cartas ofreciéndose de empleada llegaron a ese hogar. Y cuando el actor Yul Brunner se casó con una arsenalera chilena, las matrículas para ser arsenaleras crecieron. Y ser azafatas de avión es un sueño, porque ¿no es en las nubes donde se encuentran los ideales, donde viajan personalidades, millonarios y celebridades? Y por último, el hombre que quiere sentirse durablemente acompañado, que quiere perpetuarse, no busca el amor fácil, siembra en la mujer que ama, instituye la familia.

MiguelHernández.—No te quiero a ti sola: te quiero en tu ascendencia / y en cuanto de tu vientre descenderá mañana. / Porque la especie humana me ha dado por herencia, / la familia del hijo será la especie humana.

PTurina.—Desmond Morris, el zoólogo británico, hace ver que los cosmonautas llevan todavía el retrato de su mujer y de sus hijos cuando vuelan a la luna.


Index - El matrimonio - La mujer como esposa y como madre - La familia - La abuelidad - Las resquebrajaduras del matrimonio - El contrato de cohabitación y vigencia del matrimonio

 



 

© Karen P. Müller Turina