Ernesto Livacic Gazzano

PEPITA TURINA Y SUS CUENTOS NAVIDEÑOS

Revista Dubrovnik 2-3/2004. MATICA HRVASKA, Dubrovnik pp. 99-104. En idioma croata

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Pepita Turina (1909*-1986) ocupa el primer lugar en la lista de escritoras chilenas de ascendencia croata, felizmente acrecentada con muchos otros nombres en las últimas décadas, y es una de las más interesantes y polifacéticas figuras de las Letras de su país natal.

(* El autor se equivocó en la fecha de su nacimiento es 1907. Nota de Karen Müller Turina)

Visión panorámica d su vida, personalidad y obra

Nació en Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, adonde, como se sabe, arribó una importante corriente de emigración dálmata.

Fue la menor de los diez hijos (2 varones y 8 mujeres) de la familia Turina Turina, o, como ella decía en sus propias palabras, “la última de las hijas del pionero Juan Turina”.

“Mis hermanas mayores” –cuenta- “se enamoraron y se empezaron a casar cuando yo tenía tres años”. Por eso, en medio de su numeroso grupo familiar, se sentía sola, paradójicamente. Ello, sin duda, la llevó a desarrollar muy prontamente su inquieta vida interior, que tan notables frutos produciría en su posterior creación literaria. Por cierto, como era habitual en aquellas generaciones, no había en su hogar un ambiente letrado que favoreciera sus inclinaciones en tal sentido.

Cuando Pepita contaba apenas cinco años, la familia se trasladó a la ciudad de Valdivia (2.400 kilómetros al norte de Punta Arenas), donde vivió durante dos décadas. Solamente en 1976 volvería la escritora a su tierra natal, de la que casi no conservaba recuerdos y que en verdad entonces conoció, como testimonió en emotivas páginas.

En Valdivia concurrió al colegio, adquirió tempranamente hábitos de asidua lectora y a poco andar ensayó las vías de su propia expresión literaria. A los veintiún años había terminado de escribir su primera novela, Un drama de almas, que se publicó en 1934 y de la cual ella misma sería bastante crítica, al señalar “esa prosa tan pobre de adjetivos, en que el entusiasmo narrativo era su único mérito”. Sin embargo, la obra le dio notoriedad en su región adoptiva y le hizo conquistar el corazón de quien sería su primer marido, en un matrimonio del que, en muy breve tiempo, pasó a la viudez.

Poco después, en 1941, ya residente en Santiago, entregó su segunda novela, Zona íntima: la Soltería, “escrita con mayores conocimientos”, según opinaba. Declara haber roto una tercera novela, Una mujer escucha, “que tuve guardada quince años y que me dejó de gustar”. Era muy exigente consigo misma, lo que le otorgaba autoridad para serlo con los demás.

En la capital de Chile, casó con el escritor Oreste Plath (seudónimo de César Octavio Müller Leiva), también viudo y sin hijos. De su unión, que se prolongó por más de cuarenta años, hasta la muerte de Pepita, nacieron, como mellizos, una mujer y un varón: Karen y Carol.

No sólo vivió alegrías, lamentablemente. Poco después de 1950, para  extirparle un tumor auditivo, fue sometida a una operación al cerebro, a resultas de la cual quedó con una parálisis periférica al lado derecho del rostro. Ello acentuó su actitud amarga ante la existencia: “Nunca un defecto físico pudo favorecer mejor un estado de ánimo. Al acostumbrarme a no reír jamás, realicé externamente mi verdad más íntima”, escribió con cruda franqueza.

Con todo, su penosa situación no melló sus inquietudes espirituales. Más bien, diríamos, se concentró más en ellas como compensación de sus limitaciones corporales.

Ya sus funciones como catalogadora de la Biblioteca de la Casa Central de la Universidad de Chile le habían favorecido, ciertamente, continuar cultivando un permanente contacto con los libros y la lectura, ampliando sus intereses –desde el análisis de la psicología femenina en sus novelas- a sesudos temas de alcance universal, sin fronteras de culturas ni tiempos, clima intelectual en el que se gestaron sus libros de madurez, ensayos, literatura de ideas. Su aporte más original dentro de esta modalidad son sus “multidiálogos”, definidos por ella misma como “poca literatura y mucho pensamiento”: MultiDiálogos (1977) y MultiDiálogos sobre el matrimonio, la familia y sus prismas (1985).

Constituyen lo que más apreciaba dentro de sus escritos. Su juicio personal es muy rotundo: “al principio no tenía el léxico suficiente, ni amaba las palabras como las amo hoy, con el enriquecimiento del lenguaje y del pensamiento. Puedo decir que todo lo que publiqué antes de MultiDiálogos, fueron páginas en agraz: antes de sabor y tiempo”.

No obstante, habían sido justamente celebrados sus estudios Walt Whitman, cotidiano y eterno (1942) y Sombras y Entresombras de la Poesía Chilena actual (1952).

Por otra parte, en 1960, en 6 cuentos de Escritores Chileno yugoslavos, no sólo acreditó sus condiciones de antologadora sino que volvió a mostrar sus dotes de cuentista, ya que uno de ellos (La mujer que no quiso ver el sol) era obra de su pluma.

No se trata de un caso excepcional, pues escribió más de una docena de relatos de esta modalidad, desde el publicado en Valdivia en 1931 (Lo que no pudo ser) hasta el dado a conocer en 1986 (Tres tiempos en la vida de Sergia), que obtuvo mención honorífica en el concurso “Esperante” de la Northeastern Illinois University, Chicago), amén de algunos que parece no salieron a la luz.

En ese mismo año 1986, Pepita Turina puso fin a su compleja existencia. Uno de sus últimos actos en vida fue enviar ejemplares de sus libros para la Primera Feria de Escritores Chileno-croatas.

Los cuento navideños

Dentro de ese corpus de relatos, merecen especial consideración los cuatro “cuentos navideños” que se editan en esta oportunidad, traducidos al croata por el Prof. Jerko Ljubetic.

Representan, sin duda, un sector muy singular en el conjunto de sus obras, marcadas por una visión fuertemente pesimista de la vida: “El miedo y la inseguridad han superado en mí todas las emociones. Y por eso no pude, ni puedo ser alegre. Todas las variaciones psíquicas son en mí posibles, menos la alegría”.

Estos cuentos tienden, felizmente, a desmentir su aserto, sugiriendo que poseía también la capacidad de sentir positivamente y de comunicarlo.

¿Qué explicación cabe?

La niñez ejercía un atractivo especial sobre ella (lo que de algún modo  comparten todos los seres humanos, señaladamente las mujeres y las madres). Así queda en evidencia en el hecho de que fue cofundadora y secretaria de la Sección Chilena de IBBY (Organización Internacional para el Libro Infantil-Juvenil). Dicho sea de paso, su asistencia al X Congreso de esta institución, en 1966, le permitió conocer Zagreb y otras ciudades de Croacia. Confiesa que le habría gustado quedarse por más tiempo allá.

La niñez no sólo ejercía un atractivo especial sobre ella: parece haber dulcificado su mirada al mundo y haber gestado en su alma sueños ideales.

En efecto, los cuentos navideños que dedica a niños y adolescentes no lo son necesariamente en el sentido estrictamente temático. En algunas ocasiones, sí ocurre explícitamente que sucedan en torno al pesebre del Niño Jesús, lo que aparece marcado con particular claridad en Los caballos que cambiaron de color. Pueden serlo también por el ambiente de expectación pascual en que se desenvuelve la acción, y aun por su publicación en el período de preparación de la gran fiesta conmemorativa del nacimiento del Hijo de Dios.

Lo son principalmente, más bien, por su atmósfera de mágica sobrenaturalidad, por la limpia sencillez de sus protagonistas y, sobre todo, por la reafirmación del mensaje de paz, alegría, esperanza y renovación que caracteriza a la Navidad. (Con todo, ha de reconocerse que esto último es objeto de una llamativa excepción en La niña pelirroja, por la actitud interior de su personaje masculino, quien rompe el encanto de la fiesta al estimar “bonita la leyenda” del Niño-Dios, sin creer en Él. Acaso por este motivo, que no lo identifica como tan propiamente navideño, no hay constancia de que el cuento haya sido publicado).

Desde el punto de vista propiamente artístico, son excelentes muestras de su sensibilidad, imaginación y amenidad, y evidencian  un alto nivel de calidad en el manejo del idioma, conjugando pureza, musicalidad, fluidez y dinamismo (que se manifiesta incluso en algunos logrados neologismos).

A través de algunos sucintos párrafos, dedicaremos sucesivamente nuestra atención, uno a uno, a los cuatro textos.

El Árbol de piedra rosa

Apareció en una revista infantil de Santiago en la época prenavideña de 1973, y fue posteriormente reproducido en otros medios tanto en España (1978) como en Chile (hasta 2000).

Su acción ocurre en una isla de Chiloé. Es el único de los cuatro cuentos ambientados en un medio geográfico preciso, pero ello no le resta poeticidad. Por una parte, ese archipiélago se caracteriza por su atmósfera de mitos y leyendas con fuertes signos sobrenaturales. Por otra parte, la locación inicial sirve de base para la expansión espacial en el desenlace del relato, elemento clave para captar su significado.

Un afamado artesano local talla en madera “pesebres navideños con todas las figuras, desde El-Niño Dios hasta los animales, los pastores y los Reyes Magos”. Un día, cercana ya la fiesta, encontró una rama rosada, de una especie hasta entonces nunca vista (lo cual introduce ya el ingrediente de ruptura de la realidad ordinaria), “que se prestaría maravillosamente para tallar niños-dioses”. Sin embargo, no pudo lograrlo, pues su madera era muy dura, lo que lo movió a darle el nombre de piedrarosa. En la noche del 20 de diciembre, uno de los rayos que caen durante una tempestad la abre y la convierte en mil flores hermosísimas, que llegan a cuarenta islas del archipiélago y son recogidas “para adornar las iglesias, las escuelas, los hogares”. El mismo artesano alcanza a tomar algunas, “para integrar los pesebres que repartiría por las islas”.

Se aprecia la actuación de una fuerza superior a las humanas, que logra lo imposible para éstas, y que quiere favorecer con sus beneficios a los habitantes de muchos lugares (símbolo del mundo entero), para lo cual acoge la colaboración del artesano (representación de nuestra actitud de entrega generosa). Es una hermosa expresión poética que sintetiza los efectos de la irrupción del Niño-Dios en la historia de la Humanidad.

El refugio de las campana

También en 1973 y con publicación en la misma revista que el anterior, fue reeditado en 1986 y 2002, además de recibir mención de honor en un concurso efectuado en Buenos Aires en 1982, cuyo jurado estaba integrado por escritores de muy alto nivel.

Su ambiente es mítico: en medio de un desierto, un pueblo de campanas, cuyo origen y presencia en tal lugar no son de fácil explicación. Un niño que hasta allí llega con su padre, pide, fascinado, permanecer en el lugar. Averiguando, consigue saber que la campana más pequeña fue traída desde un árbol de pascua, y que la de mayor volumen sólo pudo haber sido transportada por una fuerza sobrehumana.

En la noche de Navidad, todas ellas comienzan a sonar, movidas por un viento arcangélico. Desde entonces, el niño no ha querido dormir en la víspera de Pascua, para escucharlas a lo largo de toda su vida en esa fecha del nacimiento de Jesús.

En medio de la sequedad del corazón humano (el desierto), Jesús trae una siempre renovada esperanza de vida (encarnada en la animada música de las campanas), y nos invita a todos (campanas grandes o pequeñas) a asociarnos a ella y a mantenerla durante toda nuestra existencia.

La hermosa alegoría está expresada en un delicado y emotivo lenguaje.

Los caballos que cambiaron de color

Algo posterior a los precedentes (1975), nos propone el motivo de la transformación purificadora que puede realizar en nuestras vidas el nacimiento de Jesús.

Hasta el pesebre del Niño-Dios, guiados por una singular luz, llegan caballos de distintos colores y se convierten en los más blancos, sedosos y brillantes ejemplares que pueda imaginarse.

El relato –maravilloso por su acontecimiento y por su lugar de realización- está hecho desde la perspectiva de un niño que abrigaba el ideal de hallar caballos blancos en una región donde no los había. “Desde entonces ese lugar se llama ‘la región de los caballos blancos’, porque en todo el globo, en ninguna parte, hay caballos más blancos que los que allí viven, que los que allí nacen”.

Jesús ofrece la pureza –signada por la blancura-, y con ella la felicidad, que no encontramos en otro sitio. Y su presente es duradero: “La dicha se presume colmada de permanencia y el niño radiante de alegría”, afirma Juan Antonio Massone al glosar este cuento.

La niña pelirroja

Un adolescente aficionado desde niño al dibujo, apreciaba como su mejor pintura la de una muñeca pelirroja, basada en la que había visto al asistir al ballet “Coppelia”, y soñaba con que ella pudiera cobrar vida.

Con el tiempo, llegó a vivir a una casa vecina a la suya una familia en la que “venía una quinceañera pelirroja”, y surgió entre ambos el primer amor de sus respectivas existencias.

Para la fiesta de Navidad, se intercambiaron regalos. No obstante, se distanciaron al no compartir el profundo significado de esa fecha, en cuya realidad ella creía y él no. Con todo, conservaron siempre sus regalos como recuerdo de la más hermosa época de sus vidas.

No todos nos abrimos por igual a la acogida del mensaje navideño: no lo captamos en su plenitud o encuentra en nosotros un eco meramente sentimental, evocación  del pretérito.

Juicio global

Escritos en la etapa más madura de su trayectoria personal y creativa, estos cuentos de Pepita Turina acreditan la fina capacidad de la escritora para compartir el singular mundo de los niños y adolescentes y para comunicarse con ellos en un lenguaje atrayente y motivador. Nos parece que en ello reside, en importante medida, la base de los valiosos reconocimientos que han merecido en concursos y de la sostenida vigencia  que continúan manteniendo a varias décadas de su elaboración.

Más allá de eso, nos mueven a reflexionar cómo, aun en medio de una pesimista cosmovisión que personalmente se pueda tener, existe en todo ser humano una sed de trascendencia y un anhelo de esperanzas que den su mejor sentido a nuestro paso por el mundo, ese paso que también el Niño Dios quiso dar junto a los mortales.

NOTA: La primera cita de Pepita Turina está tomada de un artículo suyo en “La Prensa Austral”, Punta Arenas, 31 de mayo de 1978. Todas las que le siguen en la sección “Visión panorámica...” proceden de su presentación autobiográfica  en la colección “¿Quién es quién en las Letras chilenas?” (Agrupación Amigos del Libro, Santiago, 1978). La de Juan Antonio Massone, proviene de su libro “Pepita Turina o la vida que nos duele” (Nascimento, Santiago, 1980). Las demás que se insertan en el comentario de los cuentos, fueron directamente reproducidas desde los respectivos textos de estos.

Santiago, septiembre de 2003.

 



 



 

© Karen P. Müller Turina