Ensayos

Pepita Turina

 

SOMBRAS Y ENTRESOMBRAS DE LA POESÍA CHILENA
Editorial. Barlovento, Santiago de Chile 1952, pp. 74.

 

La delicadeza y armonía de MARÍA SILVA OSSA

          MARÍA SILVA OSSA está convencida de que la poesía es innata y que hasta el niño es poeta. Casi no hay persona que en su juventud haya desechado la idea de perpetuar sus emociones en un trozo de papel.

            María Silva Ossa comenzó a escribir desde muy joven. La vibración artística de su hogar influyó muy de veras en la realización de sus sueños de escritora; sentía casi una obligación moral de creación, y cuando algo realizaba quedaba tan satisfecha como si en ese pequeño esfuerzo hubiera contribuido, en algo, a formar la inmensa belleza del mundo, Más tarde se casó con un poeta (Carlos René Correa), a quien debe la publicación de sus tres libros.

          Sus primeros poemas —no lo niega— recibieron la influencia de García Lorca y de Neruda. Veía en ambos, a pesar de su diversidad, la misma exactitud de lenguaje, el encuentro con la imagen precisa, con la palabra justa. Por ese motivo fueron durante un tiempo sus poetas favoritos. Ahora los comprende demasiado, por lo que dejan de parecerle originales.

          El hábito hace perder la capacidad de impresionarnos, y nacen los impulsos, las apetencias, las necesidades de otra cosa, o la tranquilidad de abandonar lo que nos parecía imprescindible.

          La poesía se ha nutrido y prosperado sobre las sustancias antecesoras, pero en el campo de lo psíquico la ordenación íntima jamás deja de ser original. No hay nadie que se parezca "totalmente" "a otro", como no hay otro que tenga "exactamente" nuestro cuerpo, nuestro rostro ni nuestra vida interior.

          En sus trastornos emotivos, en la experiencia no racional de la poesía, María Silva Ossa alcanza un grado de penetración esencial y primordial. Herida de poesía, como el músico de música, siente en permanencia dentro de sí la poesía y ha tenido desde el comienzo un tono suave y nunca tocado de vulgaridad. Como al leer la prosa de la australiana Katherine Mansfield resulta delicada y armoniosa y parece que dejara poca huella. Sin embargo no es fácilmente olvidable. Tiene una preeminencia de miniaturista y en ese oficio de escribir que es en ella una fuerza combinada entre el medio y su persona, usa un estilo sin ninguna retórica sabia; se manifiesta en lo que tiene de más puro en el equilibrio de los elementos que admite su emoción.

          Por ejemplo, su hermano muerto le sugiere decir en "Hermano Ausente"

"Los labios del viento cantarán
Sin luna tu calavera
por el aire irá:
Vendimia habrá en tu rostro
que destrozó su alud.
Entre el pulso de las horas
morirá la luz.
Cansada tu mano suave
sobre el campo irá,
tronchando sementeras
sin segar.
Dulce breviario hiriente
del ruido sin fin;
eterno roce de hierros
que no quieren ir.
Sueño infinito al acecho
de tierras sin heredad.
Como cardo echado al viento estás".

          El mundo es complicado o sencillo según la técnica que empleemos para estudiarlo.

          El arte es como el oro que una suerte casual descubre y goza, y al mismo tiempo es un oro de joyería que necesita la paciencia ilimitada del artesano.

          La conducta del artista está determinada por sus percepciones y expresiones.

          El hombre y la mujer reaccionan a lo que captan.

          Nada es lo que parece ser. Las percepciones humanas son complejas y con grandes cantidades en abstracto, Cada uno ve en cierto modo lo que quiere ver, El músico transforma a melodía sus percepciones, el numerólogo a números, el filósofo a filosofía.

          A través de la naturaleza combinada de los impulsos, hemos de reconocer el valor de cada uno y el del arte actual.

          Algunas veces creemos estar iluminados para las respuestas definitivas, No es cierto. Las respuestas de la experiencia son intermitentes, Y nunca estamos iluminados para las respuestas definitivas a las interrogaciones.

          Quizás mañana yo no hubiera elegido a estos siete poetas como pretexto para la eficacia germinativa de mi presente, Ese presente que no existe, porque cuando terminamos de decir una palabra ya pertenece al pasado, Y el pasado es recuerdo, actitud mental en los surcos y entresurcos que ha formado lo puesto a nuestro alcance,

          Y aquí pongo punto final a lo que no tiene término; ese punto final que me da la gramática, pero no la expresión de los hombres.

 


1. Introducción - 2. La intelectualidad y la filosofía de Humberto Díaz Casanueva - 3. El sentido espiritual de Rosamel del Valle - 4. La angustia metafísica de Antonio de Undurraga - 5. La espontaneidad de Juvencio Valle - 6. La fantasía marina de Jacobo Danke - 7. La intuición de Chela Reyes - 8. La delicadeza y armonía de María Silva Ossa - Index

 



 

© Karen P. Müller Turina