I
Oiga
usted doña Pepita
pepita de la naranja:
si usted no fuera tan larga
le pondría yo una franja,
le pondría yo una franja
del hombro a la caderita.
Que si usted naciera fea
No sería tan bonita.
II
Si
yo le digo que sí
haga usted lo que se pueda,
cogollito de limenso,
respóndame usted que sí
y le diré lo que pienso.
Pensando estoy con usted
colita del alma mía.
III
Los
ojos que ella traía
eran verdes y eran grandes;
y cuando un beso me dio
yo un segundo pedía.
Uno sin otro no vale,
no sirve un beso sin otro,
como una cuca de un pie
que se cae un poroto
querida, yo te apuntara
si tu dieras en el clavo:
la distancia de una vara
juntalá para besarte.
IV
Verde
el pasto y la esperanza
verde el limón no maduró,
verde lo que no se alcanza
y verde por la mañana
y por la mañana verde,
que en llegando la noche
en la obscuridad se pierde.
V
Alto
aquí verso de amore
que ya todo ha concluido.
no tengo más que estas flores
para enviártelas, lejana,
lejana en la lejanía,
carita de luna blanca
gustosa como la leche:
que lo sepa todo el mundo
que ya no tengo pesares
y que pesares no tengo
VI
Y
si un cogollo al final
es necesario ponerle,
escúchame usted sin mal
pensamiento: mirándome
en tu mirada, sureña,
me veo en tus grandes ojos;
que si te quedas me alegro
y si te arrancas me enojo
VII
Cogollo
tras un cogollo
No llega nunca la rima.
VIII
Pues
ya escucho doña Pepa
la bulla en el matorral.
Si usted no se siente bien
yo no me siento muy mal.
Y si la ausencia es la queja,
pepita de la naranja,
no olvide que amigo fiel
no entrega nunca la oreja
y que no cambia de nombre:
se llama siempre Miguel.
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