Juan
Antonio Massone
DIÁLOGO
INÉDITO
NOTA
INTRODUCTORIA
La
obra inédita de Pepita Turina es abundante y
su interés queda fuera de dudas. Además de sus
dos libros de multiDiálogos publicados en 1978
y 1985, respectivamente, nuestra escritora preparaba
otros que rotuló como “MultiDiálogos punzantes”,
los que, ciertamente, asumen temas controversiales.
La
selección que proponemos es la primera que se
realiza después de su fallecimiento. Para su
confección, nos hemos valido del material proporcionado
por Oreste Plath. Asimismo, él “Dialogó reanudado”
con que antecedemos los textos de la ensayista,
procede de la ordenación de algunas opiniones
inéditas que obraban en mi poder, como también
de otras contenidas entre sus carpetas de escritos,
también inéditos.
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J.A.Massone.—
Pepita Ud. es persona que se atreve a enfrentar su
persona sin maquillajes atenuantes. Imagino que esto
le habrá traído más de un conflicto con los demás,
empezando por su familia...
PTurina.—
¿Mis conflictos han sido de esposa o de madre? No
sé. Tan unidas que están las dos cosas. Cuando siento
cansancio del marido, también lo siento de los hijos.
Cuando lloro, oculto mis lágrimas de él y de ellos.
J.A.Massone.—
A pesar de ello, su matrimonio con Oreste Plath ha
conocido la permanencia.
PTurina.—
Yo no me casé por la Iglesia, y me he casado dos veces,
por viudez y no por dinero. Mi primer matrimonio lo
disolvió la muerte; el segundo, ha sido indisoluble.
No es la Iglesia la que me ha dado esa indisolubilidad.
Hay una ley moral que da más protección que es la
familia.
No
busco dichas inexistentes. Problemas ha habido muchos,
superables eso sí, por eso, el matrimonio no se quebró.
Los celos no los conozco.
J.A.Massone.—
Ud. ha dicho una tremenda verdad al expresar: “También
somos lo que no queremos ser”, En el terreno de las
admiraciones y abominaciones suele hacerse patente
esa discordia que nos define también.
PTurina.—
En mi caso, la cualidad que más admiro es la bondad.
Y no la tengo. Soy capaz de ser bondadosa con los
buenos solamente, pero con los malvados, o con los
que me dañan, no, Y eso no es ser bondadosa.
Tampoco
soy modesta. Me he preguntado seguidamente si la modestia
existe y considero que no. La modestia es una gran
mentira. El modesto tiene la vanidad de ser modesto.
A
nadie envidio y de mucho me indigno. De algo que no
he podido librarme jamás es de la indignación. Parece
que nací con ella...
J.A.Massone.—
¿Cuál le parece ser su posible dicha?
PTurina.—
Recibir sin haber hecho presente el deseo. Y recibir
algo que secretamente he deseado, tratando de ocultarlo
hasta de mi misma.
J.A.Massone.—
Su actitud indagadora es multitemática, aunque es
evidente que la ha volcado con mayor énfasis en los
aspectos de la personalidad. ¿Le hubiera gustado ser
psicóloga?
PTurina.—
No pretendí ni me atrae ser psicóloga. No siento precedentes
en torno a mis observaciones. No persigo almas ni
seres para descubrirlos. Espero y de lo que llega
hago la meditación. La experiencia buscada, succionada,
no es de mi interés. La espontaneidad es mi guía.
La
percepción empezó mucho antes de que existiera la
psicología. La percepción sensorial y extrasensorial
es un hecho. Los parapsicólogos tienen esta última
más desarrrollada. En los demás, la percepción es
la suma de captaciones.
La
perceptibilidad es una captación que transforma las
impresiones, dando un conocimiento claro que se forma
en la conciencia. Cuando nos damos cuenta de lo que
recibimos, que conocemos, comprendemos, recogemos,
sentimos y notamos; somos perceptólogos. Y la perceptólogia
capta todo eso. No resuelve los problemas de nadie;
los capta.
J.A.Massone.—
Uno de las idolatrías más constantes es la juventud.
Quizás el culto que se le profesa tenga algo de compensatoria
valoración por tantas muertes: violencias, inseguridad
muy penosas y reiterados fracasos. ¿ Qué dice al respecto?
PTurina.—
El valor de la juventud no reside en el simple hecho
de ser jóvenes. Roque Esteban Scarpa, en uno de sus;
poemas, estampa “Hay que dejar al tiempo. Él sabe
madurarnos”.
Muchos
jóvenes confían en que podrían llegar a ser lo que
les gusta. Quieren construir casas sin matemática,
ser escritores sin las disciplinas de cada día, aspiran
a ser músicos, estudiando “fácilmente” un instrumento
cualquiera o cantar sin afinar sus cuerdas vocales.
Lo libre, lo ilusorio de la fantasía soñadora, los
define como realidades.
Sin
embargo, existe perplejidad y enigma para lo que se
es realmente capaz. Hay que tener fuerza y honradez
y una serie de condiciones para sobrepasar a lo insoportable
de la preparación, lo árido de lo necesariamente anexo:
la lentitud de los estudios, las demoras… Tal vez
no sea necesario destruir los impulsos de la juventud,
esos impulsos. Pero yo, como no soporto los mitos,
el mito de la juventud me disgusta. Los jóvenes quieren
vivir en un mundo de jóvenes y desprecian a los demás.
La vida exige desigualdad de edades. Un mundo de niño,
de jóvenes, de ancianos seria un desastre. Como un
mundo de universitarios, de escritores, o de lo que
sea..
J.A.Massone.—A
propósito de su experiencia más directa. ¿Cómo fueron
sus años de infancia y juventud? ¿Los del colegio,
por ejemplo?
PTurina.—
Los años de mi infancia y de mi juventud provinciana
los he oído evocar como una dicha inigualable. Los
monótonos días provincianos, dándose vuelta y vuelta
de un lado a otro de la plaza, son para algunas de
mis amigas evocación de dicha, de tiempos mejores.
El
recuerdo no hiere igual como en el momento de vivirlo.
Los primeros años de colegio los seguí en las monjas,
descontenta porque me exigían muchos rezos y confesiones.
Todo era pecado, hasta usar el vestido corto. Y era
gusto de los familiares y moda que las niñitas los
llevaran así. También me castigaron porque no usaba
refajo. Una vez, para una fiesta del colegio, llevé
un lindo vestido amarillo de Tenerife, y como era
tan corto, las monjas me lo tironearon tanto que se
rompió. Otra vez, cuando debí recitar una poesía,
en la puerta me exigieron un vestido hasta media pierna
y media negras.
J.A.Massone.—
La Belleza, “primer eslabón de lo terrible”, como
escribiera Rilke, tiene directa relación con la experiencia
amorosa, aunque muchos se esfuerzan en negarlo, quizás
para convencer a otros de la autonomía de una espiritualidad
que, por descarnada, se convierte en sospechosa.
PTurina.—Siempre
me han atraído los hombres hermosos. Mi primer amor
fue Claudio Arrau. Desde los doce a los dieciocho
años estudié piano, y, asistía a muchos conciertos
en Valdivia, ciudad en donde vivía. Y, entre ellos,
por supuesto a los de Claudio Arrau. Yo lo admiraba
por su belleza física. Tuve por años su retrato colgado
a la cabecera de mi cama, enmarcado elegantemente.
Era un joven hermoso, con una cabellera ondulada,
rubia, que en esa fotografía resplandecía de manera
espléndida, por una luz que el fotógrafo-artista empleó.
¡Cuánto me hizo soñar!
A
mí siempre me han fascinado los hombres hermosos y
delgados. Así era entonces Claudio Arrau, En el cine
me han atraído los actores bellos como John Barrymore,
y hoy, Alain Delon y Helmut Berger.
Fui
una vez al malecón de Valdivia, a la orilla del río,
por donde traían en barco desde la estación de ferrocarriles
a Claudio Arrau, para que lo recibieran sus admiradoras
y…entre ellas, yo. Las demás eran esas mujeres alharacas,
parecidas a las que persiguen hoy a los cantantes
de moda. Yo, tras ellas iba sólo a esperarlo y a mirarlo,
mientras unas cuantas se agolpaban, gritaban,
se hincaban ante él y le besaban las
manos. Él, recibía estático el falso fervor de
esas mujeres alocadas, impávido ante los homenajes
exagerados.
Y
un día - quién lo creyera- iba caminando con una amiga
por la calle General Lagos, cuando vi venir en sentido
contrario a Claudio Arrau, con un amigo. Y al pasar,
le llamé la atención. Me miró intensamente, más todavía:
ambos nos dimos vuelta a mirarnos y sonreírnos. ¡Que
emoción! Aquel día, y muchos otros, no pude pensar
en otra cosa.
No
me acuerdo cuándo ni por qué saqué su fotografía de
la cabecera de mi cama. ¿Sería cuando el primer feo
me conquistó?
J.A.Massone.—
Quiérase o no, los libros son motivo de confrontación
con nosotros. Lo confesable y oculto que anima, desasosiega
o asombra en cada uno, se le busca -sobre todo en
los primeros años- con un no sé qué de temblor inocente.
¿Cuál fue su experiencia lectora por entonces?
PTurina.— Leí en mi juventud novelas
eróticas y me disgusta el erotismo. Pero, hay
cosas que persisten. En los años que vivimos en Punta
Arenas se celebraba entusiastamente el carnaval. Me
gustaba el carnaval, el gentío de las calles, las
voces de “mascarita” y me escondía detrás de la puerta
de calle de mi casa con un miedo tremendo a los disfrazados.
Recuerdo que estando vestida de pierrot, un niñito
de mi barrio y de mi edad (cuatro o cinco años), me
sacó de mi escondite y me llevó a bailar a un atestado
salón cercano, donde se bailaba con locura. Dimos
varias vueltas, embriagadamente, ¡cómo me gustaba
bailar!. Y después volví a mi casa me acurruque debajo
de la cama, para esconderme de los disfrazados y sus
voces.
J.A.Massone.—
Deseo insistir, sin embargo, acerca de sus lecturas
de niña provinciana
PTurina.—
En los anaqueles de la biblioteca de mi padre había
hileras de Dickens y Scotts, a los que llegué simplemente.
Había un libro que se llamaba: “Doce escenas de muertes
en la cama”. Fue mi favorito. El autor de este libro
jamás pensó que estaba escribiendo para niños y seguramente
nadie en su vida pudo haberle dicho tal cosa. Sin
embargo en cierto sentido, lo estaba, ya que un lector
de siete años, yo, lo buscaba. Otras de mis lecturas
de infancia, fueron las cinco novelas que guardaba
mi madre. Cada tarde me deslizaba furtivamente a su
habitación y leía ávidamente por media hora esas novelas
que trataban de amor.
J.A.Massone.—En
tales obras el lenguaje amatorio buscaba cierta solemnidad
de momentos y personas. ¿Ha cambiado mucho todo eso?
PTurina.—No
hace mucho escuché este horror: iba una pareja abrazada
por el Parque Forestal de Santiago. Oscurecía y el
firmamento era una gloria. A él le toca esa belleza
y quiso comunicarlo. Le dijo a ella: “Mira el cielo”
Y ella, alzando con desgano la vista, le respondió
“Es el descueve”.
No
soy filóloga, pero me pongo eso sí del lado de los
filólogos en el amor. Perfección filológica no es
lo que busco, sino intenciones reflexivas, riqueza
de expresión emocional y sensible. Tengo una fuerza
imaginante que siempre va hacia el fondo.
J:A.Massone.—
¿En eso de ir al fondo se ubica el hecho de haber
privilegiado el pensamiento escrito, especialmente
en los MULTIDIÁLOGOS?
PTurina.—Fui
cuentista y novelista. He dejado la fantasía, la mera
ensoñación que va de un vacío a otro vacío. Trato
de ser, y soy, lo menos soñadora posible. Como soy
hipersensible al mismo tiempo que cerebral, la lógica
de mis pensamientos me significa una especie de sueño
razonado. Trato de que nunca mi imaginación sea pura
imaginación, como lo fue en la época de indecisiones
de la primera juventud. Lo sensible, digamos lo emocional
junto con el ejercicio de conocer las faenas de la
mente. No tengo el modo de sentir de la soñadora sino
de la vitalizadora. Amo la verdad. Tengo la estética
sufridora de la vida. No glorifico nada. Y concedo
al lenguaje la suma de expresión y capacidad no sonámbula.
Si me he dado el trabajo de escribir, ha sido por
la necesidad de expresar. No sigo ningún programa
para triunfar escribiendo como más gusta o como más
convenga.
J.A.Massone.—
Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con sus
puntos de vista, pero nadie podría negarle el sobresaliente
rasgo de severa lucidez con que responde.
PTurina.—No
sé si quisiera ser tan lúcida. Queriéndolo o no,
lo soy. Sólo sé que no quisiera ser ciega.
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